Al estudiar y reflexionar sobre el texto que hoy nos ofrece el Padre Kentenich me vino a la mente el día de mi bautismo o, mejor dicho, lo que mis padres me comentaron de aquel acontecimiento. Resulta que el fundador de Schoenstatt al hablar de la belleza de la creación, de lo natural, llama a Santo Tomás de Aquino Tomas a Creatore (Tomás del Creador). Estoy seguro, que en la estantería de su despacho podríamos encontrar el libro de A.K. Chesterton publicado en Londres por Hodder&Stoughton en el año 1933, y titulado “St. Thomas Aquinas”. Al final del capítulo IV podemos leer lo siguiente:
”Hay un tono y un temple
general en Aquino tan difícil de evitar como la luz del día en una casa grande
con ventanas. Es esa postura positiva de su mente, que se llena y se empapa
–como de luz de sol- con el calor del prodigio de las cosas creadas.
Hay cierta audacia privada –
entre quienes comparten sus creencias cristianas - cuando las personas añaden a
sus nombres particulares los impresionantes títulos de la Trinidad y de la
Redención, de suerte que una monja se puede apellidar ‘del Espíritu Santo’, o un
hombre llevar semejante carga como el título de San Juan de la Cruz. En este
sentido, el hombre a quien estudiamos podría llamarse especialmente Santo Tomás
del Creador.” (Ver: Santo Tomás de Aquino - Versión
de Juan Carlos de Pablos, Profesor Titular de Sociología de la Universidad de
Granada. http://ciudadanoaustral.org/biblioteca/08.-G.K.-Chesterton-Santo-Tomas-de-Aquino.pdf
)
Volviendo a lo de mi bautismo: mis amados padres fueron
de los que, también, con “cierta audacia privada” – como dice Chesterton -, y
siguiendo la tradición familiar, en el día de mi bautizo y en el de mis
hermanos después, añadieron al nombre del santo respectivo el título “de
la Santísima Trinidad”. Impresionante y sobrecogedor título que nunca
sabré valorar y vivir en su verdadero significado. Hoy puedo decir, y doy
testimonio de ello, que el Padre Kentenich con su legado me ayuda desde hace
unos años en esta tarea.
Y aquí el texto citado, tomado de los ‘Ejercicios para
sacerdotes de la Federación’ del año 1967:
“¿Cómo se caracteriza el
nuevo tipo de persona? Ya les dije estos días que el hombre moderno, la humanidad
moderna, están desarraigados por completo. Tan desarraigados, en realidad, que
los vínculos religiosos apenas pueden germinar. Cuántos matrimonios simplemente
se rompen, a pesar de que existía el vínculo obligatorio de la fidelidad. De
nada sirve que lo hayan coloreado con lo religioso. O si lo desean, tomen a los
miembros de las órdenes religiosas que tienen tantos y tantos votos. ¡Cuántos
miembros de estas órdenes no se preocupan por ello lo más mínimo! Los vínculos
ya no ayudan. Ahora, para encontrar un remedio para ello, podría crear una
corriente que vuelva a apreciar los votos.
En su día, mi pensamiento
era lo contrario: Claro que tenemos que lograr eso. Pero para lograrlo, lo
mejor es permanecer primero en el plano natural. Quiero decir, tendría que repetir
una y otra vez: Schoenstatt ha tenido desde el principio una peculiar misión
carismática respecto a la creación, respecto a la naturaleza. Recuerden lo que
ya he podido recalcar en diversas ocasiones: al contrario, somos tan, casi
diría yo, tan descaradamente religiosos. Es decir, tan extraordinariamente
religiosos que uno se pregunta cómo podemos estar tan a gusto en el otro mundo.
Y aquí, yo creo que difícilmente existe una comunidad que haya enfatizado a la
naturaleza tan extensa y fundamentalmente.
Más tarde lo anuncié con estas
expresiones: los más sobrenaturales deben ser los más naturales. Y los más
naturales deben ser siempre los más sobrenaturales.
Esa es la respuesta al
problema de hoy. Ese es precisamente el problema de Dios. ¿Cómo pueden la
naturaleza y lo sobrenatural encontrarse tan íntimamente? Esa es justo la
expresión de un tipo de persona que pone un gran énfasis en cultivar una
naturaleza marcada con lo divino. Yo diría esta mañana, que lo que podemos
decir de Santo Tomás, Tomás a Creatore, lo podemos decir también exactamente
igual de Schoenstatt. Dios como el gran creador, el creador de la naturaleza,
pero también el Padre de lo sobrenatural. Ambos deben tenerse en cuenta en
todos los ámbitos. ¿Pueden confirmarme que entienden lo que estoy diciendo?”
Tengo nuna particular debilidad por Chesterton y especialmente por su Santo Tomás de Aquino. Biografía que me lo acercó a Santo Tomás, me lo hizo más humano y más comprensible. A partir de allí mi tomismo se dirigió a Santo Tomás, y no tanto a los tomistas. Curioso. Porque después me encontré con Kentenich y también me hizo saborear lo natural como algo que me lleva a lo sobrenatural. Gracias, Paco. Es tan valioso lo que escribís!!!
ResponderEliminarGracias Paco
ResponderEliminarEstá reflexión toca especialmente nuestros corazones. Para nosotros vivir lo equilibrio entre lo sobrenatural y lo natural es la llave para la Santidad y la felicidad. Especialmente en los días de hoy.
Creo si entender estimado Paco, el mismo Padre Kentenich se empapó del pensamiento de Santo Tomás, al hablar de su pedagogía de los vínculos, subraya esta necesaria armonia entre lo natural y sobrenatural y que debía impregnar la existencia del hombre en su vínculo con todo lo creado ,
ResponderEliminarPero existe una grieta que por la fe captamos a medias. Quizá esa armonía perdida en los albores de la creación por el pecado original, es lo que no nos deja dormir. Interiormente estamos disputados entre dos fuerzas Dios y el demonio. ¿Habría sido más fácil si hubiésemos sido predestinados a no tener esa disyuntiva existencial?. Pero entonces no seríamos los hombres creados a su imagen y semejanza
Este principio del pensamiento de Sto. Tomás nos ayuda a ver lo que Dios quiere para nosotros.
Lo que ahora pienso es que el hombre de hoy vive es una aguda dispersión de su ser ontológicamente hablando. Ya el péndulo de su existencia no oscila de extremo a a extremo, ni pende de un ser trascendente. Oscila en cualquier sentido y dirección y pretende dirigirlo a su antojo.
No pretende ser escéptica mi mirada, pero personalmente me cuesta ver aún en mi propia persona esa pretendida armonía que nuestro Padre Fundador nos alienta a construir.
Agradezco los profundos aportes que nos hace llegar.
Hector Eduardo Rios