Si es verdad
que las voces del tiempo son para nosotros voces de Dios, estamos llamados a tomar
conciencia de las mismas, y a poner consecuentemente manos a la obra en nuestra
vida diaria. Hemos leído en los textos pedagógicos del Padre Kentenich – y
nosotros mismos lo experimentamos - que el hombre de hoy vive en un ambiente
colectivista, en donde los vínculos se rompen porque impera un individualismo
exagerado.
Conscientes
de ello y desde la conocida actitud de “agere contra”, se trataría de
vivir el ‘hombre nuevo’ en el día a día, intentando “a través del nuevo
hallazgo del yo, del tú y del nosotros” dar vida a esa nueva imagen del
hombre y de la comunidad que nos exigen las circunstancias y los nuevos tiempos.
Hoy me quiero
detener en un aspecto central en las enseñanzas del Padre Kentenich al
respecto: la “libertad” como “Leitmotiv” (idea-guía) de mi vida. ¿Qué
es para mí la libertad? ¿Cómo la practico?
Libertad es
sinónimo de autonomía en el ser humano, autonomía que se expresa, según el
lenguaje del fundador de Schoenstatt, en la “capacidad de decidirse” y en la
“capacidad de llevar a cabo lo decidido”. Capacidad que se debe dar no sólo
respecto a lo que proviene de fuera, sino a lo que proviene de nuestro interior:
los instintos, las pasiones, los caprichos.
El Padre
Kentenich dirigió en el año 1951 uno de los terciados de la comunidad de
sacerdotes Palotinos en Brasil. A ellos les habló también de este tema. Transcribo
algunas de sus palabras:
“La verdadera
libertad tiene dos dimensiones, dice el filósofo:
- Primera dimensión: capacidad de decidirse.
- Segunda dimensión: capacidad de llevar a cabo lo decidido.
¿Qué es lo
primero, lo esencial? La capacidad de decidirse. El elefante también puede
imponerse, llevar a cabo lo suyo. No deben pensar que hoy sea fácil educar de
tal manera a un ser humano, que se decida por sí mismo. Si hago chasquear el
látigo o digo algo, muchos de mis seguidores dirán que sí. Pero ¡qué pocos son
capaces, en caso de duda, de decidirse por sí mismos! Tengo contacto con
innumerables personas. Apuesto a que hay un cierto número de ellas que, si les
dijera: "vaya tranquilamente al campo de concentración y deje que le
corten la cabeza", irían de inmediato sin pestañear. Como comprenderán,
hay aquí una fuerte voluntad de llevar algo a cabo, como también una muy fuerte
voluntad de sacrificio. Pero si ellos debieran tomar por sí solos la decisión:
voy al campo de concentración o busco esta o aquella actitud, nunca llegarían a
hacerlo. Puedo decirles, incluso, que una de las notas más características del
hombre actual es su falta de capacidad personal de decisión.
Consideren lo
siguiente: ¿cómo educó el nacionalsocialismo? ¿Cómo educa ahora la Unión
Soviética? Pensar es asunto del "Führer", del jefe. Sólo resta
dejarse mover, es decir, poner las piernas en movimiento. Pero ¿decidirse por
sí mismo? Pocos, actualmente, son capaces de hacerlo. ............
Por eso,
planteo nuevamente la pregunta: ¿Qué hago yo para que mis seguidores aprendan a
decidirse por sí mismos? ¿Tengo yo personalmente el coraje de decidirme por mí
mismo, sobre todo en situaciones difíciles?
Antes solía
decir a menudo a nuestros sacerdotes en Alemania: en circunstancias normales,
el obispado nos dice lo que debemos hacer en cada caso particular, qué
organizaciones debemos crear o qué debemos hacer en contra de esta o de aquella
corriente del tiempo. Pero cuando llegan fuertes enfrentamientos, como en la
época del nacionalsocialismo, no hay consigna alguna que emita el obispado. Roma
calla, y el sacerdote no aprendió a tomar decisiones personales en situaciones
difíciles. La educación para ser capaces de decidirse es uno de los problemas
más esenciales de la pedagogía actual.”
En otra ocasión, en un retiro de los Padres de
Schoenstatt, en el año 1966, les diría lo siguiente:
“No sólo hay un hombre masa en el plano natural. También
hay un hombre masa religioso:
me inclino sin inhibición alguna ante una atmósfera pública, sin dejarme
estimular por ella a decidirme, nuevamente y por mí mismo, en contra de ella.
Difícilmente se pueda poner de relieve hoy en día lo suficiente la importancia
que tiene la educación para la decisión por sí mismo.
Esto vale también para nosotros, cuando pensamos, por
ejemplo, en nuestra Familia, en nuestros ideales de curso y de comunidad. Por
supuesto, en la actualidad no podríamos hacer casi nada sin que nos expongamos
a zonas de peligro. Siempre ha sido así, pero hoy es preciso acentuarlo
especialmente. Por eso, la obra maestra es: donde se trata de la atmósfera
comunitaria cuidar que nuestro actuar esté acompañado siempre, siempre, por
decisiones personales. Donde no hay decisión por sí mismo, donde no se da
oportunidad para tomar decisiones por sí mismo, somos nosotros mismos la causa
—no quiero decir que tengamos la culpa— de todas las tendencias de
masificación, de las psicosis de masa.
Comprendan, por eso, lo importante que puede y debe
llegar a ser, en nuestra Familia, la comunidad libre. En efecto, ésta tiene
como su meta máxima la educación para la capacidad de decisión autónoma, para
la disposición a decidirse. Por tanto, debemos desprendernos de la masa. Porque
hoy en día corre por todo el mundo una psicosis de masa. Existe hoy el
colectivismo. Es fácil de entender que hoy se acentúe especialmente lo que
hemos intentado desde el principio con el ideal personal. Hoy se dice en lugar
de ello "personalismo".
Los hijos del profeta debiéramos estar poseídos por vivir y anunciar la misión de nuestro tiempo, y por dar una respuesta práctica a los problemas del tiempo actual.