viernes, 4 de octubre de 2019

El mal en el mundo - la historia del demonio

En esta nueva reunión de los lunes el Padre Kentenich continúa, como él mismo dice, con el tema tan peculiar del demonio. Se refiere al principio de la charla a una frase de San Bernardo en uno de sus sermones, cuando dice que “hay gente que no cree nunca en el demonio, y aunque la tuviese asida por el cuello”.

En general, también nosotros hemos perdido la relación interior con el demonio o hemos dejado de contar con él. Tal vez pueden recordar ustedes una ley que les he expuesto en una ocasión. Dice la ley: cuando un pueblo pierde la religión, pierde primeramente la fe en el demonio y, después, la fe en Dios.”

Dos serán los puntos de mira de esta larga velada en Milwaukee, la historia del demonio y la realidad del mal en el mundo. Sobre esto último citará aquella conocida frase de San Pablo que decía “No hago el bien que quiero, sino que obro una y otra vez el mal que no quiero.” Para explicar la historia del demonio se fijará en los textos del Génesis y de la Apocalipsis.

¿Cómo entra el mal en el mundo según la concepción católica? La Sagrada Escritura nos da una respuesta clara e inequívoca. Dice la respuesta: "Por un hombre entró el pecado, entró el mal en el mundo". Sabemos lo que esa frase quiere decir. Por el pecado de Adán entró el mal en la naturaleza humana y, de ese modo, en la sociedad humana. De nuevo la pregunta, entonces: ¿De dónde viene el mal? Por un hombre, por el pecado de nuestros primeros padres. ¿Qué irrumpió entonces a través de ese pecado primordial en la naturaleza humana? Una terrible desarmonía. Lo sabemos: por un lado, está en el ser humano el animal, que tiene impulsos de acuerdo a su propia ley; por el otro está el ángel y, finalmente, el hijo de Dios. De modo que, si Adán y Eva no hubiesen pecado, nuestra naturaleza habría permanecido en una armonía eterna, constante. Y el mal no hubiese entrado en la naturaleza.”

Posteriormente añadirá que hay una segunda respuesta a la pregunta del mal en el mundo: aunque el mal que se encuentra en la naturaleza humana se desarrolla ante todo por sus propias leyes, existe también la influencia del demonio. El mal viene por el pecado original y por las trampas del demonio, el “mono” de Dios. Con lo de “mono” se refiere a que imita en todo a Dios: lo sabe todo, lo puede todo; él mismo quiere ser poderoso, ser Dios. (Aquí el Padre recordará a Hitler, Stalin y otros dictadores que prometían hacer obras grandes, ser todopoderosos ante su pueblo, y terminaron cometiendo las más grandes atrocidades de la historia de la humanidad).

Como respuesta a este poder del demonio, en el rito del bautismo se rezarán varios exorcismos y se preguntará al catecúmeno si renuncia a las argucias y a las pompas del demonio. Pero también para el día a día de nuestra existencia el Padre Kentenich nos da dos consejos de cómo hacer frente a las argucias del maligno: debemos educarnos a nosotros mismos y a los nuestros como hombres fuertes, con carácter y, por otra parte, unirnos a la santísima Virgen, la Vencedora del demonio, y permanecer fieles a ella. Así le venceremos.

En el tema de la historia del demonio el texto de esta charla nos lleva a considerar el capítulo 12 de la Apocalipsis y la lucha que se originó al principio de los tiempos cuando un grupo de ángeles se reveló contra el poder de Dios y fueron apartados de su cercanía. El demonio anda desde entonces deambulando por la tierra, e intentará por todos los medios influir en los hombres y para ello buscará especialmente a la mujer - ¡aspecto curioso! - como su principal adversaria. Así fue con Eva y así lo fue también con la Nueva Eva, con María nuestra madre. Y aunque una mujer fue la primera engañada, será una mujer la que nos libere definitivamente de su poder. La madre del Hijo de Dios. Ella es la que aplastó la cabeza y puso al demonio bajo sus pies.

Es importante, y lo recomiendo, leer con atención lo que el Padre Kentenich dice esta tarde a los matrimonios sobre el demonio y la mujer, y sobre el papel que Dios ha encomendado a la mujer en el orden de la salvación del género humano y, principalmente del varón (ver en página 9 del texto). San Bernardo formuló la gran ley al respecto, que dice: "Non erigitur vir nisi per feminam". Es decir: el varón no es redimido como no sea a través de la mujer. A continuación, algunas frases de la charla:

“¿A qué mujer se está haciendo referencia? En primer lugar, a la santísima Virgen. O sea, tampoco nosotros, los varones, podemos ser redimidos sin la santísima Virgen. No recibimos gracia alguna como no sea por las manos de la santísima Virgen. Por eso, también nosotros, como varones, nos inclinamos ante la grandeza de la santísima Virgen. Así como Eva arrastró al varón al abismo, así la santísima Virgen como mujer conduce al varón hacia lo alto, hacia la salvación.
Pero también pueden interpretar la frase de otra manera: no sólo a través de la santísima Virgen será salvado el varón, sino también a través de las imágenes de la santísima Virgen, a través de las mujeres que viven actualmente. Así, pues, yo como varón debo ser salvado por mi mujer. Es decir, mi mujer tiene que utilizar su influencia femenina sobre mí como varón a fin de ayudar a salvarme, a conducirme hacia Dios.”

En estos tiempos de abusos sexuales, de ideologías de género y de controvertidos feminismos (“machismo con faldas”, le llama el Papa Francisco) es bueno tener en cuenta lo que el Padre Kentenich les decía a las mujeres presentes en esta reunión del lunes por la tarde:

Permítanme regresar a nosotras como mujeres o a nuestras chicas: tenemos que educarnos y educar a nuestras chicas de modo que todo hombre vea como una secreta corona de María sobre nuestra cabeza. Y esta secreta corona de María hay que conquistarla. No surge de hoy para mañana. Toda la educación tiene que iniciarse y cooperar desde abajo, incluso desde la niña inmadura, hasta arriba.”

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Para leer o escuchar la sinopsis y el texto completo de la charla haz 'clic' en el siguiente "Enlace":

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