En este nuevo día de alianza, 18 de abril de 1956,
encontramos una vez más el ramo de rosas sobre el atril del Santuario. Regalo
de los matrimonios a la santísima Virgen, que quiere ser también el regalo que
Ella les hace en la alianza. En esta ocasión el Padre Kentenich se fija en el
capullo de la rosa, e interpreta así su simbología:
“¿Qué queremos
que nos muestre hoy la santísima Virgen, qué queremos que nos explique acerca
de la rosa? Pienso que hoy deberíamos dejar que nos explique el capullo de
rosa. ¿Qué significa el capullo de rosa? Según la sensibilidad general del
pueblo, significa la pureza. Así que, si hoy intercambiamos capullo de rosa con
capullo de rosa, ¿qué significa esa acción?
Significa
intercambio de pureza. La santísima Virgen nos regala su bien. ¿De qué bien se
trata? De su pureza. ¿Y qué bien le regalamos nosotros? Nuestra pureza. Por
eso: pureza por pureza.
Y si pensamos
nuevamente en la comunidad de intereses, ¿qué interés tiene entonces la
santísima Virgen? Ella tiene interés en nuestra pureza. Ella está interesada en
que salvemos nuestra pureza matrimonial a través de toda la suciedad del tiempo
actual”.
A continuación hace referencia a algunos detalles más:
el capullo suele estar oculto entre las hojas, protegido por las mismas y
mirando siempre hacia lo alto, hacia el cielo. En su interpretación pedagógica
anima a sus oyentes a protegerse de aquellas diversiones mundanas que puedan
dañar la pureza de la entrega mutua de los esposos, animándolos también a
practicar la mortificación, que supone una vigilancia de los ojos, una
vigilancia de los demás sentidos, y una vigilancia de la imaginación. Por
último, les pide que miren al cielo, como lo hace el capullo de la rosa, y
recuerden aquella bienaventuranza que nos dice: “Bienaventurados los limpios de
corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt 5,8). Nuestro esfuerzo por una íntima
vinculación a Dios hará que nos mantengamos limpios y puros de corazón.
El lector interesado encontrará en el texto de esta
plática una síntesis acertada sobre la persona y la misión de María, nuestra
madre y aliada, así como también los detalles sobre la misión que nosotros
hemos asumido al sellar nuestra alianza de amor con ella. En esta alianza, que
supone un intercambio mutuo de corazones, de bienes y de intereses, nos hemos
entregado una vez más a Dios a través de la santísima Virgen, estando
dispuestos a dejarnos educar por Ella, y poniéndonos a su disposición como
instrumentos.
Una relación de amor que es consciente de que ambos
nos necesitamos: Ella no nos puede educar sin nuestro sí libre y decidido, y
tampoco puede educar a otras personas de nuestro entorno sin nuestra cooperación,
según explicaba Pio XII en su encíclica Mystice Corporis Christi. Según el
Padre Kentenich, “un misterio tremendo que los hombres no puedan ser redimidos
sin la cooperación de otros hombres”.
Como ven, la
santísima Virgen depende de nosotros, de nuestro sí voluntario.
Pero también
nosotros dependemos de ella. Sabemos que no recibimos gracia alguna sin su sí.
Sabemos que no podemos educarnos para el renio de Dios sin que ella nos ayude.
Para terminar la plática de este día 18 recuerda a sus
oyentes que en la familia de Schoenstatt se acostumbra a rezar por la mañana y
por la noche la pequeña consagración (“Oh Señora mía, oh Madre mía …..”) y
también una segunda y corta oración que dice así: “Dios
te salve, María; por tu pureza conserva puros mi cuerpo y mi alma; ábreme
ampliamente tu corazón y el corazón de tu Hijo; dame almas, confíame a las
personas y todo lo demás tómalo para ti. Amén”.
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Plática del 18 de abril de 1956 - Capullo de rosa por capullo de rosa, pureza por pureza
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