Nos encontramos en la celebración de un nuevo día 18, el
dieciocho de mayo de 1956. Es el día de la alianza, el día en la que los hijos
de Schoenstatt renuevan, a ser posible en el Santuario, su alianza de amor con
la santísima Virgen. El Padre Kentenich está en esta ocasión también en el
Santuario, y renueva junto a los allí presentes su alianza con María. Lo hace,
y pide a los suyos que así lo hagan, para expresar el amor a la Virgen y para
protestar contra todo lo que pueda apartarles de ese amor a ella.
La renovación de este día estará marcada por un acento
especial que quiere ser la motivación que lleven a su casa los matrimonios
presentes en el acto. Antes de detenerse en ello, el Padre Kentenich recuerda
que en las celebraciones de los meses precedentes lo habían hecho, recordando
el ramo de rosas del día de su alianza, bajo las consignas de rosa por rosa,
espina por espina, hoja de rosa por hoja de rosa y capullo de rosa por capullo
de rosa (Ver comentarios en las ‘entradas’ anteriores). En este nuevo día 18 la
consigna quería ser el intercambio mutuo del perfume de la rosa, que nuestro
fundador interpreta como un intercambio de la santidad, es decir la santísima
Virgen nos regala su santidad y nosotros le regalamos el esfuerzo por nuestra
santidad.
Lo hace basándose en la iconografía de santa Cecilia,
aquella mártir romana que nosotros recordamos como patrona de la música. Según
cuenta un tratado de vidas de santos de la antigüedad (La leyenda dorada),
Cecilia, que había consagrado a Dios su virginidad, recibió de un ángel en el
día de la boda una corona de azucenas, mientras que su marido Valeriano recibía
otra corona, en este caso una corona de rosas.
Un regalo que quería apuntar hacia la santidad de los dos esposos. Ambos
fueron martirizados a causa de su fe. En ambas coronas y en su perfume ven los
autores piadosos el perfume de la santidad. Así también el Padre Kentenich.
Leemos en la plática de este día:
“Mi querida
Familia de Schoenstatt, pienso que también nosotros podríamos ver de alguna
manera al ángel de Schoenstatt delante de nosotros. También él sostiene dos
coronas de rosas en las manos, una sobre la cabeza de la santísima Virgen y la
otra sobre nuestra cabeza. Y ahora, escuchen la consigna: ¡Corona por corona!
¿Qué significa la frase? La santísima Virgen quiere colocar su corona de rosas
sobre nuestra cabeza, y nosotros le ofrecemos a la santísima Virgen nuestra
corona.
Su corona.
¿Cómo es esa corona? Es la corona de su santidad, el perfume de su santidad.
Espontáneamente nos preguntamos: ¿cómo es esa corona, más en detalle? ¡Corona
por corona! ¿Cómo es nuestra corona? ¡Oh, aquí podemos constatar muy
rápidamente la diferencia! Por un lado, una corona perfecta, asegurada; y, por
el otro, una corona imperfecta y aún no asegurada”.
Mientras que la santidad de la
santísima Virgen es una santidad perfecta y ya coronada, la nuestra quiere ser la
expresión de una lucha diaria, una aspiración por la santidad, por la santidad
de la vida diaria. La corona se nos regalará más tarde. Ahora pedimos a ella
que cuide de que lleguemos a ser realmente personas y familias santas. Y
además, se nos concede también hacer otra petición, que muchas personas, sobre
todo aquellas de nuestra propia familia, se vean atraídas por el perfume que
emana de la persona de nuestra madre y reina, para que de su mano puedan ser
también santas. El Padre Kentenich termina su plática con un consejo:
“Así vemos,
pues, la consigna para este mes: ¡Perfume de rosa por perfume de rosa! Y así
avanzamos a través del mes. Santidad por santidad.”
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Para leer o escuchar la plática mencionada haz 'clic'
en el siguiente "Enlace":