En esta tarde de febrero de 1956 el Padre Kentenich está
reunido, como de costumbre los lunes por la tarde, con el grupo de matrimonios
en Milwaukee. Los apuntes de la charla de esta velada me llaman la atención por
la forma y por el contenido: aquí hablaba un profeta.
Pasados más de sesenta años de aquella tarde podemos constatar
que la voz de este hombre, de nuestro Padre, es la voz de un verdadero profeta.
Habla de lo que está pasando en aquel entonces, pero dice mucho más, avisa de
lo que va a pasar en el futuro. Hoy podemos constatar nosotros, que el Padre fundador
dijo a mediados del siglo pasado lo que nosotros, aquí y ahora, estamos
viviendo y sufriendo. Rescato alguna frase de los apuntes que el lector
interesado puede leer en el ‘Enlace’ que doy abajo:
“Podríamos comparar nuestra época con una represa en
la cual las aguas se han embalsado por mucho tiempo. Pero ahora se han abierto
sus compuertas y el agua arrasa con gran fuerza todo lo que encuentra en su
camino. La cultura moderna se ha desarrollado de manera similar. ….. Todos los
norteamericanos piensan hoy que deben tener un auto, un televisor y toda
novedad que aparezca. Y obsérvese que, en los últimos veinte años, los
descubrimientos e inventos han superado a los de los últimos doscientos años,
incluso a todas las novedades que podemos identificar desde la Edad Media hasta
el siglo XX. ….. Trataré de esbozar en pocos trazos un panorama de nuestra
época. Lo que vendrá es una cultura de homogenización y uniformidad. En
todo el mundo se está imponiendo una uniformidad en la economía y la técnica.
La sociedad humana consume en todas partes lo mismo. …. Vivimos ya bajo una
dictadura. Piensen lo que esto significa. Se nos dicta lo que debemos hacer, lo
que necesitamos, lo que debemos vestir y comer. Comprendemos que eso sea así en
Rusia, porque es un Estado totalitario. ¿Pero en los Estados Unidos? No nos
damos cuenta de que en parte ya somos esclavos. Cargamos una pesada cruz. Se
llama "esclavitud moderna". ….”
José Kentenich, ¡un profeta! Hoy vivimos
plenamente lo que él profetizó, vivimos bajo una dictadura múltiple: la de las
organizaciones, la de la cultura y la del consumo. En esta sociedad de masas nos
hemos convertido en una pieza de una máquina. Creemos que somos libres, pero en
la práctica vivimos como esclavos. “Les repito que no tenemos más libertad; nos hemos convertido en esclavos
de la cultura moderna. Nuestra vida es también pobre en cuanto al amor. Falta
amor cálido entre los hombres y falta amor a las cosas. También ello se debe a
la tendencia a la uniformidad. Es otra faceta de la esclavización moderna:
hemos perdido nuestra vinculación personal a las personas y a las cosas.”
El Padre Kentenich les decía a los matrimonios aquella
tarde, hace sesenta y tres años, que a pesar de nuestra riqueza, somos pobres,
más pobres que nuestros abuelos, porque somos víctimas del espíritu negativo
del tiempo, de la cultura del impersonalismo.
Es una cruz que hoy también llevamos sobre nuestros
hombros. No sé lo que mis lectores pensarán; el fundador de Schoenstatt
aconsejaba a sus oyentes reflexionar sobre el tema y escribir las conclusiones
personales a las que cada uno llegara. Es el primer paso para poder dominar la
situación, ser conscientes de lo que en verdad pesa sobre nosotros, lo que nos
impide avanzar en el camino de nuestra santidad, conscientes de la cruz a la
que estamos atados. El Padre lo decía así:
“Algún día deberíamos hablar sobre nuestra falta de libertad. Si no
percibimos y comprendemos la vida moderna, tal cual ella es, no podremos
aplicar nuestra religión a la vida práctica. ¿Qué hacer para ser santos en esta
época?
¿Me permiten volver a la imagen que utilizamos anteriormente? Se ha abierto
la compuerta de la represa. La corriente nos arrastra. ¿Cómo ser santos en tal
situación? ¿Y qué hacer por nuestros hijos, para que no sean víctimas de esa
corriente? ¿Cómo ayudarlos a formarse una opinión personal y nadar contra la
corriente? No podemos proceder simplemente como lo hacían nuestros padres.
Estamos expuestos a una tormenta, a un huracán que arrastra todo consigo. ¿Qué
hacer para que no se lleve también a nuestros hijos? Come individuos y como
familia estamos clavados a la cruz de nuestra época sin ser conscientes de
ello.
En resumen, nuestras espinas son: en primer lugar, la cruz personal a la
cual estamos clavados, ya como hombre o mujer; en segundo lugar, la cruz de la
familia con la cual cargan padres e hijos; y en tercer lugar, la cruz de la
época.”
En la charla que comentaremos la próxima semana el
Padre Kentenich nos sugiere la respuesta que deberemos dar ante el desafío de
la cruz que suponen los tiempos actuales.
Sabiendo también que en el camino del calvario no
vamos solos, deseo a todos una feliz Pascua de resurrección. Que Jesús
resucitado nos traiga las luces suficientes para que veamos y seamos
conscientes de la cruz que pesa sobre nuestros hombros y sobre los hombros de
los nuestros. Y con ello llegar con Él a la gloria de la resurrección. ¡Aleluya!
¡Aleluya!
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Para leer o escuchar la charla completa haz clic en el
siguiente “Enlace”:
Nosso pai um grande profeta! Excelente leitura para esta semana!
ResponderEliminarGracias!
Excelente reflexión; lo que el Padre Kentenich decía, es mucho más cierto ahora, y con mayor razón, necesitamos conocer más sus propuestas para superar estos dilemas.
ResponderEliminarGracias!