En las charlas de los lunes que el padre Kentenich daba a
los matrimonios en Milwaukee, y que venimos comentando, observamos algunas
constantes interesantes: el fundador de Schoenstatt mantenía una línea
relativamente fija en el contenido principal de los temas que trataba, pero
introducía comentarios y observaciones al hilo de preguntas de los presentes o
de acontecimientos vividos recientemente en la comunidad de la parroquia. En la
forma, “no trataba los temas de manera sistemática sino más bien coloquial”,
como él mismo apunta en la charla de este lunes 12 de marzo.
Un ejemplo: un día antes, el domingo día 11 de Marzo, tuvo lugar la ceremonia de toma de
hábito de varias novicias norteamericanas de las Hermanas de María de
Schoenstatt, en Madison, Wisconsin. Allí estuvieron presentes algunos de los
matrimonios de Milwaukee, y a ellos les dirá en la velada del lunes que tienen
también que aspirar, al igual que lo hacen las Hermanas de María, a ser santos,
pero en la modalidad matrimonial, en el día a día de la profesión y la familia.
Es interesante por otra parte constatar la “importancia”
que el Padre fundador da al comunismo en muchas de sus charlas. Pensemos que
nos encontramos en los años previos a la construcción del muro de Berlín (1961)
y a la crisis de los misiles en Cuba (1962), sin duda en un ambiente de temor e
inseguridad en la población alemana y americana. Aunque conviene saber que el
padre Kentenich lo cita especialmente por lo que el comunismo significaba y
significa en su más íntima esencia: la privación de la libertad personal y la
implantación de la masificación. En esta tarde de marzo lo repite así:
“La primera cruz
en nuestra época es la cruz de la masificación. Muchas veces no podremos hacer
otra cosa que seguir el paso de los demás; pero hemos de sentirlo como una
cruz. Advirtamos que hay cosas que no son correctas, reconozcámoslas como
malas. Es trágico que la mayoría de la gente tome las cosas tal como les
llegan, sin hacer discernimiento alguno, sin procurar vencer el mal. ¿Hemos de
seguir la masa? ¡No! Es necesario verla como una cruz.”
O en este otro momento de la charla,
cuando llama la atención en la forma de actuar del demonio que busca el punto
débil de la persona, no sólo del individuo en particular sino también el punto
débil de toda una época, y trae el ejemplo de la televisión:
“Piensen ahora en la radio y la televisión: se
prefiere todo lo que halague a los sentidos. Se ha colocado en primer plano la
naturaleza inferior, las pasiones. Vivimos en una era de irracionalismo. Antes
se acentuaba la razón; hoy ocurre lo contrario. Si observan la televisión con
espíritu crítico, estarán de acuerdo con lo que les digo. Fórmense su propia
opinión. La propaganda se dirige hoy a los sentidos. No se ofrece nada para el
intelecto. El demonio conoce nuestro punto débil. ¿Cuál? Nuestra fantasía,
nuestra naturaleza inferior.”
Del contenido de los apuntes de esta
charla deducimos también que pocos días antes habían tenido en la comunidad la
visita de alguna persona que les habló de las apariciones de Fátima y Lourdes, y
de otras apariciones y visiones que supuestamente tenían otras personas. El
padre Kentenich aprovecha esta circunstancia para recordarles a los matrimonios,
que aunque algunas de estas apariciones tienen el visto bueno de la Iglesia, hay
también personas que andan detrás de visiones y experiencias extraordinarias,
exponiéndose sin duda a las argucias del demonio, que anhela distraer a la
gente del camino recto hacia Dios. Por eso les dice:
“Es importante lo que nosotros creemos en este punto:
que la divina Providencia nos permite ver y descubrir su voluntad a través de
las situaciones y circunstancias que vivimos. No necesitamos visiones. Sabemos
que Dios cuida de nosotros. No cae ni un solo cabello de nuestra cabeza sin que
él lo vea. Y si estamos enfermos, entonces valemos para Dios mucho más que el
cabello de nuestra cabeza. Sabemos, por las Sagradas Escrituras, que Dios
sostiene las riendas en sus manos.”
Vivir anclados en esta fe práctica,
aportando nuestra colaboración en todo momento, sabiendo tomar decisiones
propias basadas en una recta conciencia y en la seguridad que nos da la
vinculación a Dios y que cultivamos decididamente en la oración diaria. Son algunos
consejos que leemos en estos apuntes, y que siguen siendo de actualidad para
nosotros.
Un último apunte, aquello de “tener
principios claros”. Es lo propio de las personalidades firmes y recias. Se
refiere también a la educación de los hijos en la familia y a la actitud de los
padres en este campo:
“¿Comprendieron el principio? Lo importante es que en situaciones difíciles
tomemos la decisión correcta. Tienen que ser personas de carácter firme y de
opinión propia. ….. Les recuerdo que de mi boca no sale nada, que no digo
nada que no esté sustentado en un principio claro y sólido.
Aprendamos a ser santos en un mundo de confusión. Pregúntense siempre:
¿Cuál es el principio? Sigan su conciencia, tal como corresponde a la voluntad
de Dios. Si les creemos a todos, acabaremos presa de una mezcolanza. Aprovechen
sus principios sólidos, su entendimiento. De Juan el Bautista se dijo:
"¿Qué salieron a ver en el desierto? ¿Un hombre elegantemente vestido? ¿Un
hombre sacudido por el viento?"
En la escuela de la santísima Virgen, y en virtud de
la alianza de amor, aprendamos a afirmarnos con ambos pies en la tierra. No con
un pie, sino con los dos. Y extender ambas manos hacia las estrellas.”
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