miércoles, 11 de diciembre de 2013

Aseméjanos a tu imagen (1)

Mis queridos fieles:

La liturgia de adviento quiere despertar en nosotros, hombres modernos carentes de redención y esclavizados a lo terrenal, un cálido anhelo por el Señor y por el ideal del hombre redimido, tal como se nos muestra en la imagen de la Santísima Virgen en forma insuperablemente perfecta. Así se entiende por qué la liturgia, ya desde el comienzo del tiempo de adviento, nos presenta la imagen de la Inmaculada. ¿Qué quiere alcanzar con esto? Nos quiere incitar a orar una y otra vez:

Aseméjanos a tu imagen…
Queremos reflejarnos en tu imagen
y volver a sellar nuestra alianza de amor.
A nosotros, tus instrumentos,
en todo aseméjanos a ti
y en todas partes por nosotros
construye el reino de Dios. (H.P. est. 180).

"Queremos reflejarnos en tu imagen", es evidente que queramos aceptar gustosos esta invitación. Queremos reflejamos en tu imagen ―¡en tu imagen!― y confrontarla con la imagen opuesta. Nosotros somos esa imagen opuesta, o, si preferimos, una cierta réplica de la imagen original e ideal. ¿Cómo es esta imagen ideal? La Iglesia, en diversas ocasiones nos pinta en vivos colores la siguiente imagen: Tota pulchra es, Maria, toda hermosa eres, oh María, no hay mancha alguna en ti. ¿Y la imagen opuesta? ¿Quién puede decir algo semejante de sí mismo? ¡Aseméjanos a esa imagen! es el más grande anhelo que podemos expresar.

"Queremos reflejarnos en tu imagen". Nuevamente nos preguntamos: ¿cómo es esta imagen? La Iglesia pone en nuestros labios el canto de alabanza: Tu gloria Jerusalén, tú eres la gloria, la alegría, la alabanza de tu pueblo. Esta es la imagen ideal. ¿Puedo decir lo mismo de mí? ¿Soy en realidad la gloria de la sociedad humana? ¿Puede esta sociedad, pueden mi familia y mis parientes, cantarme un cántico de alabanza, considerando mi forma de ser y de actuar, como si toda mi persona fuera la flor más bella de la sociedad humana?

Pulchra ut luna: hermosa como la luna; escogida como el sol; temible como un ejército dispuesto a la batalla. Así se nos presenta la imagen de la Santísima Virgen.

Aseméjanos a tu imagen…
Queremos reflejarnos en tu imagen…

¿Se puede decir algo semejante de mí? Repito que lo máximo que podemos decir de nosotros mismos es, en el mejor de los casos, que en nuestro corazón existe el anhelo de encarnar un canto de alabanza semejante; de encarnar y reproducir esta imagen ideal.

Mis queridos fieles ¿existe realmente en nosotros un sentido para esto; en nosotros, hombres modernos carentes de redención; que permanentemente volvemos la vista hacia abajo; que una y otra vez despertamos la sensibilidad de nuestro corazón con cosas terrenales; que estamos en peligro de perder cada vez más el sentido para el más allá, para todo lo divino? Por eso les pregunto: ¿reproducen realmente estas alabanzas lo que está vivo en nuestra alma y que quiere estarlo cada vez más y más?

Queremos reflejarnos en tu imagen
y volver a sellar nuestra alianza de amor.

Recordemos que en virtud de la alianza de amor que la Santísima Virgen ha sellado con nosotros, ella ha asumido la obligación de moldearnos y de formarnos según su imagen. Aquello que no podemos; aquello que no logramos realizar nunca, a pesar de habernos esforzado al máximo, eso nos lo tiene que regalar ella en virtud de la alianza de amor. Ella debe cuidar y cuidará que así sea.

Queremos reflejarnos en tu imagen
y volver a sellar nuestra alianza de amor.

Por eso sellamos y renovamos esa alianza de amor: para que, a causa de nuestro desvalimiento, se despierte siempre de nuevo la misericordia divina y actúe en nosotros como un imán y nos haga más y más semejantes a la imagen de la Santísima Virgen.

Queremos reflejarnos en tu imagen
y volver a sellar nuestra alianza de amor.
A nosotros, tus instrumentos,
en todo haznos iguales a ti.

Digamos mejor: en todo aseméjanos a ti.

A nosotros, tus instrumentos,
en todo haznos iguales a ti.

¿Qué debe hacer ella? Volver a construir a través nuestro el reino de Dios en el confuso y convulsionado tiempo actual.



(Tomado de “Aseméjanos a tu imagen”, Plática del Padre Kentenich del 16 de diciembre de 1962 – del archivo digital del Instituto de Familias de Schoenstatt)

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