miércoles, 27 de noviembre de 2013

Dilexit ecclesiam

Indudablemente nos hallamos ante una nueva etapa de la historia de nuestra Familia. ¿Qué hacer en esta etapa que comienza? Sobre el portal de los próximos años y décadas quisiera grabar la frase que una vez le escribiera al Santo Oficio: "Dilexit ecclesiam".

Desearía que sobre mi lápida se grabara ese epitafio y fuese recordado en el futuro: Dilexit ecclesiam. ¿Cómo es ese amor a la Iglesia?

En estos días les relataba sobre la promesa hecha al Santo Padre en ocasión de la inesperada audiencia: Que nosotros, toda la Familia, la Familia que había sido bajada de la cruz, queríamos en lo sucesivo esforzarnos, por todos los medios, para ayudar al Papa a realizar la misión posconciliar de la Iglesia. Así pues la frase Dilexit ecclesiam cobra un sentido claro y profundo: Schoenstatt dilexit ecclesiam, Schoenstatt amó a la Iglesia. El amor a la Iglesia nos impulsa a apoyar la misión posconciliar de la Iglesia. Y a hacerlo con la mayor perfección posible y en todo sentido. ……..

Dilexit ecclesiam, el amor a la Iglesia nos impulsa también ahora a amar ardientemente a la Iglesia que nos ha perseguido, a olvidar todo lo pasado y comprometernos con todas las fuerzas para que nuestra Familia cumpla la gran misión y ayude a la Iglesia a avanzar victoriosamente hacia la playa del mundo nuevo; vale decir, a hacer realidad el ideal de la Iglesia en las playas del tiempo nuevo.

Al echar una mirada retrospectiva sobre el pasado, me parece que podríamos repetir la frase que el Cardenal Mermillod hiciera grabar sobre su lápida: Dilexit ecclesiam. Sabemos que hemos amado a la Iglesia desde el principio, con fervor, con obras, con espíritu de sacrificio. El amor a la Iglesia nos ha llevado a fundar la Obra de Schoenstatt. El amor a la Iglesia nos ha motivado a dejar que la Iglesia nos clavara en la cruz. Damos testimonio de ese amor a la Iglesia agradeciendo a la Iglesia que, a través de la persona de monseñor Tenhumberg, nos haya bajado de la cruz. […]

Dilexit ecclesiam… ¿Qué significan estas palabras? Estaba por relatarles sobre la audiencia con el Santo Padre: él ha sido quien ha recibido la tan ardientemente esperada "visión de Schoenstatt" que implorábamos para el Papa; él ha sido quien me ha rehabilitado, y quien ha bendecido y coronado Schoenstatt durante su ministerio. En prenda de gratitud, por entonces prometí al Santo Padre ayudarlo a realizar en plenitud la misión posconciliar de la Iglesia.

Luego vino aquella importante frase que monseñor Tenhumberg hiciera grabar sobre su escudo: Sub tutela matris, vale decir, bajo la protección de María santísima queremos velar para que la misión posconciliar de la Iglesia se haga realidad. Y porque toda la audiencia transcurrió en un clima de familiaridad, el Santo Padre tomó la palabra y expresó lo que evidentemente era una idea predilecta suya. Dijo que quizás yo quería decir: sub ecclesia matre. "No —le respondí— sino sub tutela matris". "Sí" —contestó—"está bien". Al alcanzarle el cáliz le expresé una tercera idea: "Que este cáliz sea para la nueva iglesia proyectada con el título Matri ecclesiae". Y agregué: "In ecclesia, ab ecclesia, pro ecclesia; a matre ecclesia, in matre ecclesia, pro matre ecclesia".

Ahora podríamos reflexionar, desde el punto de vista dogmático, sobre la interrelación entre Mater ecclesia y Mater ecclesiae. La Iglesia católica tiene en la Virgen María su modelo: eso es algo que la Iglesia "lleva en su sangre". Por eso la Iglesia no puede deformar la imagen de María santísima, y ya en razón de su misma existencia. Si permite que se deforme, deformaría su propia imagen. Así comprenderán por qué el protestantismo no logra asumir cabalmente la imagen de la Santísima Virgen. También el protestantismo identifica instintivamente su imagen con la imagen de la Santísima Virgen. Pero su propia imagen no concuerda totalmente con los rasgos de la Madre del Señor tal como nosotros los vemos; por eso el protestantismo no puede aprobar nuestro amor a María santísima en su expresión más pura. Por lo tanto, si queremos contribuir a realizar la misión posconciliar de la Iglesia, no pasemos nunca por alto: sub tutela matris. Igualmente queremos tener la valentía (y precisamente hoy hace falta valentía para ello, también entre nuestros propios sacerdotes) para decir un cordial "sí" a la posición que ocupa la Santísima Virgen, especialmente bajo la advocación Mater ecclesiae.

Al echar una mirada retrospectiva… ¡qué tiempo aquél, cuando el marianismo, luego de la primera guerra mundial, era objeto de fuerte debate! ¡Qué luchas libramos por entonces por el honor de María santísima! Ella se ha glorificado siempre en nuestra Familia en cuanto parte de la Iglesia; por eso nuestra tarea seguirá siendo siempre velar para que la Santísima Virgen sea reconocida en la Iglesia; más aun, para que ella no solo sea reconocida, sino para que ella sea la gran portadora de Cristo, servidora de Cristo y Madre de Cristo.


[El texto es una compilación de fragmentos de tres conferencias que el padre Kentenich pronunciara el 31.12.1965 para toda la Familia de Schoenstatt, poco después de haber regresado a Schoenstatt procedente de Roma ("Propheta locutus est", tomo II, pp. 255s. y 268) y el 3.01.1966 para los sacerdotes de Schoenstatt de la diócesis de Münster ("Propheta locutus est", tomo III, pp. 98-101). Ver “Kentenich reader III – Seguir al profeta”)]

miércoles, 20 de noviembre de 2013

La ley de la solidaridad indisoluble


Estamos destacando aquí un principio peculiar. Un princi­pio que todos hemos vivido, y que vivimos también hoy de manera especial; un principio quizás aún poco conocido en el plano intelectual; un principio que reviste tanta impor­tancia que hemos de conservarlo cuidadosamente en el fu­turo.

Tener claridad sobre este principio es hallar la respuesta pa­ra una misteriosa pregunta: Siendo nosotros una comuni­dad tan polifacética, en la cual cada rama recorrió su pro­pio camino, ¿cómo fue posible haber permanecido unidos? Hoy por la mañana puse de relieve que deberíamos contar con ser hijos de la guerra hasta el fin de los tiempos; que en el ámbito del catolicismo habremos de asumir confronta­ciones y tensiones. Pero tuve que haber agregado que en vir­tud de la gran universalidad de la Familia y su pluralidad de ramas, tendríamos que contar también con no pocas tensio­nes en el seno de ella.

¿Cuál fue uno de los elementos esenciales que nos mantuvo cohesionados?: la ley de la solidaridad indisoluble. Pero na­turalmente agrego enseguida: solidaridad indisoluble entre la cabeza, el santuario y los seguidores.


Al hablar de cabeza sabemos que se está haciendo referencia a la cabeza supra-temporal, no a la temporal. Lógicamente lo que vale para la cabeza supra-temporal vale asimismo (de alguna manera; pero sólo de alguna manera) para la tempo­ral, y también para toda instancia de dirección.



En el ámbito de la Iglesia es natural mantener el contacto con el fundador de la comunidad. Hoy la Santa Sede hace especial hincapié en este aspecto. Ya Pío XI no se cansaba de destacar que toda comunidad debía tomar como norte a su fundador, había de girar en torno de su fundador. Últi­mamente escuchamos que el Santo Padre (Pablo VI) quiere que todas las comunidades revisen sus estatutos. Y la nor­ma que pone es la siguiente: El desarrollo de la comunidad, y también los estatutos de la comunidad, han de orientarse por el carisma del fundador.


Se trata aquí pues de la cabeza supra-temporal, de la ley de la solidaridad indisoluble. Repasemos brevemente lo que dice esta ley en detalle allí donde es aplicada, y las consecuencias que se derivan de ella.


¿Qué dice la ley? ¿Qué entendemos por ley de la solidaridad entre la cabeza supra-temporal de la Familia y el santuario? Podríamos tomar cada palabra y hacerla objeto de prolon­gadas reflexiones.

Quizás ustedes se pregunten por qué no elijo la división tri­partita que se impuso más tarde. Uno de los regalos más importantes que le ha hecho el P. Menningen a la Familia y por el cual más hay que agradecer, es remontar la Familia a tres elementos, a los que se llamó "los tres puntos de contac­to": Reina, cabeza (de la Familia) y santuario. Yo al principio en mis escritos hablaba sólo de dos elemen­tos: cabeza y santuario. El santuario incluía esencialmente dos elementos, vale decir, cuando pensamos en el santuario, pensamos naturalmente ante todo en la Reina, la Madre, la Educadora que habita y reina allí.

Sería bueno entonces mantener esa división tripartita, pero también recordar que ahora tenemos un principio de selec­ción a nuestra disposición, y que estamos obligados a utili­zarlo siempre a la hora de admitir personas a la Familia. En efecto, cuando alguien sienta una vocación a la Familia, di­cha vocación se comprobará mediante la vinculación inte­rior que se tenga con los tres puntos de contacto: Reina, ca­beza y santuario.

(Tomado de la  Semana de octubre de 1966 – Ver “Unidos al Padre” de Mons. Peter Wolf, Editorial Nueva Patris, Santiago de Chile)


miércoles, 13 de noviembre de 2013

Compromiso del Movimiento con el Padre Fundador


La gran tragedia del tiempo actual es la carencia de paternidad natural y sobrenatural, es la huida de Dios, la huida de Dios como Persona y, de modo especial, de Dios como Padre. Tanto la paternidad basada en la justicia, como la paternidad basada en la misericordia no son hoy día consideradas ni reconocidas, y ésta es precisamente la gran tragedia del tiempo actual. Los intérpretes de las disposiciones conciliares nos dicen, no sin razón, que el interés central del Concilio y del tiempo postconciliar no es la liturgia ni muchas otras cosas que hoy se colocan en un primer plano, sino que la inquietud principal es Dios.

Si el gran axioma de nuestra Familia es el dar respuesta a las necesidades y miserias del tiempo, se comprende que estuviera siempre viva en la Familia una acentuada corriente del Padre. Esta corriente del Padre ha captado en forma irresistible a toda la Familia, sobre todo en el último año, y la ha captado de tal manera que la imagen del Padre no domina sólo el intelecto, sino también el corazón y la voluntad, o al menos tiende a hacerlo.
El gran regalo es ese estar captados por el Padre y ese estar unidos íntimamente a Él. Esto se ha tornado una corriente que paulatinamente ha captado todos los círculos de la Familia, una corriente que desembocó en el hecho de que el “acto de séquito” se ha tornado patrimonio común de todos los miembros y ramas de la Familia. Se ha realizado de tal forma que ahora ―después que han madurado tantas cosas en ese sentido― se desea poner el símbolo del Ojo del Padre en el Santuario, como expresión de gratitud por esa corriente del Padre.

Pregunto una vez más: ¿Es cierto realmente que la Familia es impulsada interiormente por esa corriente de profunda unión e intimidad con el Padre?
Para evitar malentendidos, pero también para no encubrir nada, creo que hay que decir claramente: aquí se trata de una doble corriente del Padre: una que gira en torno al Padre Eterno, pero también en torno al Padre terrenal. No sin motivo repetimos muchas veces que si no tenemos vivencias de paternidad en el plano natural, es dificilísimo que podamos lograr una vivencia profunda del Padre Dios y que lo dejemos dominar toda nuestra vida.

Por eso reconocemos dos corrientes del Padre que corren paralelas y que desembocan la una en la otra: son la corriente del Padre relacionada con la Cabeza supra temporal de la Familia y con la Dirección de la Familia, en cuanto ésta participa de la paternidad de la Cabeza supra temporal, pero porque la relación entre Padre e hijo dentro de la Familia, con sus vivencias correspondientes, es expresión de la relación vital con el Padre Eterno, porque se ha tornado en un medio que nos ha llevado y nos lleva a estar firmemente ligados al Padre Eterno, porque es una protección de la imagen del Padre Eterno, por eso ha surgido también una fuerte corriente del Padre que tiene por centro al Padre Dios. He dicho escuetamente y en síntesis todo, sin encubrir nada, y esto en forma bien consciente.
Creo que debería demostrar un poco lo que he afirmado. Para ello tendré en cuenta la experiencia y la observación de otros. Si observo las corrientes que en todas partes han conquistado victoriosamente a la Familia en el último año, debo decir que todas desembocan en una expresión: la Familia vive actualmente en forma extraordinaria del espíritu de “Victoria Patris”.

En el último año he recogido frecuentemente todo lo que se manifestaba en esa línea. En los ejercicios espirituales para sacerdotes pude hablar detalladamente sobre eso. He señalado lo que se ha logrado lentamente en las diversas ramas y las formulaciones que para ello emplearon y he buscado un nombre común para ello. El nombre que resume todo solo puede ser: Victoria Patris. A todos los que participaron en esos cursos (y no han sido pocos, ya que las diversas ramas han sido poco a poco introducidas en ese espíritu) les quisiera pedir que ese patrimonio de ideas y de vida lo consideren como una misión y lo den a conocer en sus respectivos círculos. Si es cierto que precisamente a través de esa marcada corriente del Padre damos un aporte esencial para la misión postconciliar de la Iglesia, tenemos entonces el deber urgente de hacer en este sentido, lo que esté a nuestro alcance.
Este sería el lugar para tomar de ese inmenso conjunto alguna que otra idea. Lamentablemente debemos renunciar a hacerlo, de lo contrario nos quedaríamos en la introducción de la Semana. Al menos diré brevemente lo que se debe entender por “espíritu de Victoria Patris”. ¡Victoria Patris! ¡El Padre Dios ha triunfado, ha triunfado victoriosamente!

Hablando en términos científicos debemos distinguir entre un genitivo subjetivo y un genitivo objetivo. Según esto, Victoria Patris puede significar que el Padre Dios ha triunfado sobre nosotros, o que nosotros hemos triunfado sobre el Padre. Aquí son consideradas ambas cosas. Si queremos captar toda esta realidad debemos penetrar con amor y de manera vital en ambas concepciones.
El Padre ha triunfado sobre nosotros. ¿Cómo triunfa? Mediante las tres virtudes teologales. Él ha triunfado sobre nuestro intelecto, sobre nuestra voluntad y sobre nuestro corazón. Uds. se dan cuenta que esto es un gran esquema, que si quisiéramos elaborarlo juntos se nos abriría un inmenso panorama.

¡Nosotros triunfamos sobre el Padre! ¿Qué significa esto? ¿De qué modo se deja vencer el Padre? ¡Mediante nuestra pequeñez! Aquí tenemos ante nosotros todo el mundo de la pequeñez, de la fuerza y de la misión de la pequeñez ante Dios. Me permito citar en este contexto una expresión de “La Santificación de la Vida Diaria”: La pequeñez conocida y reconocida por el hijo, significa ‘impotencia’ del Padre y ‘omnipotencia’ del hombre insignificante” (Cf. Nailis, ob. cit. Herder, 1958, pág.41). Con gusto introduciría a toda la Familia una vez más en este mundo. Quien ha captado esto interiormente, quien lo ha vivido o lo vive, tiene material de sobra para conversaciones y reuniones de grupo, pues a veces no sabemos sobre qué podemos hablar.
Resumiendo: la gran pregunta es si realmente el Padre ha triunfado sobre nosotros y si nosotros estamos en camino de triunfar sobre Él.

(Tomado de la Semana de Octubre 1967 – Archivo digital del Instituto de Familias de Schoenstatt)

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Girar en torno del Padre


[Ha comenzado el año jubilar en Schoenstatt (1914-2014). Como preparación más inmediata para la celebración del 18 de octubre de 2014, la Familia de Schoenstatt en España quiere ir construyendo una “red de santuarios vivos” con diferentes momentos y acentuaciones espirituales.
En el mes de Noviembre de 2013 queremos esforzarnos por conquistar la “unidad en el Padre: ‘Cor unum in Patre’. Atravesada la puerta santa el 18 de octubre, queremos en el mes de noviembre mirar a nuestro Padre Fundador. Él lleva el fuego que María encendió en su corazón. Nos pasa ese fuego para que arda también en nosotros. Que nuestros oratorios del Padre sean en este mes un lugar importante donde podamos encontrarnos con él al recorrer el camino.” (Nota del acta de la Jornada de dirigentes españoles de este año).
Siguiendo esta iniciativa aportaremos en estas semanas textos del Fundador referidos al padre.]

 

Girar en torno del Padre

¿Qué significa para nosotros el Día del Padre? Para responder basta comparar ese día con el Día de la Madre. Vale decir, en el Día del Padre nuestros pensamientos deberían girar en torno de nuestro padre terrenal, y a la vez en torno de nuestro Padre celestial. Porque sabemos que el padre terrenal es trasparente del Padre celestial.

¿Qué significa en la práctica que nuestros pensamientos giren en torno de nuestro padre? En primer lugar en torno del padre terrenal. Evoquemos su imagen, contemplémosla con los ojos del alma. ¿Qué experiencia he tenido de mi padre en la vida concreta? ¿Qué debo agradecerle? ¿Qué hizo por mí? Si mi padre está ya en la eternidad, pensaré expresamente en él y le agradeceré de corazón por todas las cosas buenas que de algún modo me ha brindado; porque me dio la vida, porque se preocupó de mi salud y educación, etc.

Y cuando deba decirme que en tal o cual área ha fracasado ―por ejemplo, le dio una mejor educación a otro hijo, mientras que yo fui postergado, o cualquier otro reproche por el estilo― entonces hay que tener en cuenta lo siguiente: nuestro pobre padre, él hizo las cosas lo mejor que pudo. ¿En qué situación se crió él mismo? Evidente o posiblemente no pudo darme más de lo que me ha dado. Y si a pesar de todo sigo constatando falencias suyas, me parece que en ese caso hay que perdonárselas de todo corazón.

Y si nosotros somos padres, recordemos lo siguiente: tal como ocurre con los días de festividades litúrgicas, días como éste no son sólo jornadas de recuerdo, sino también de renovación. ¿Y qué habré de renovar? Mi disposición paternal ante mis hijos. ¿Y cómo es esa disposición? Sobre ello hablaremos más tarde con todo detalle.

Pero tampoco queremos olvidar al Padre celestial. También en este punto hay que reflexionar: ¿Qué le debo agradecer al Padre del cielo en relación con mi vida y la vida de mi familia? Ya hemos hablado a menudo sobre el hecho de que la mayoría de los católicos de hoy no tienen en absoluto un sentido para ver a Dios como Padre ¿no es cierto? Pensemos cuántas veces nosotros mismos, desde que estamos juntos, contamos o dijimos cosas refiriéndonos a Dios como a un padre.

Asimismo no tienen que pasar por alto un segundo aspecto sobre el cual también hemos hablado con frecuencia. Siempre subrayamos que la misión especial de la Santísima Virgen en este Santuario es la de abrirnos a una comprensión de Dios como padre y educarnos como auténticos hijos del Padre. Estamos acostumbrados —y así se dice comúnmente― a escuchar que la Santísima Virgen nos lleva a Jesús. Pero esto no es suficiente. Donde hay un santuario de Schoenstatt, allí hay un centro donde la Madre del Señor educa a sus hijos: Ella nos conduce en Jesús hacia el Padre.

Desde este punto de vista comprenderán mucho mejor que una gracia específica de nuestro Santuario es la de ser per eminentiam hijos de la divina Providencia. Ser hijos de la Providencia e hijos del Padre es siempre lo mismo, ya que en la medida en que yo sea un hijo de la Providencia, pondré siempre el timón de mi vida en las manos de Dios Padre. Y en la medida en que sea hijo del Padre, vale decir, hijo del Padre celestial, desarrollaré un sentido para percibir la acción de Dios en mi vida, que se manifiesta en las circunstancias y situaciones concretas que me toca vivir.

(Tomado de “Lunes por la tarde XXI”, P. José Kentenich a los matrimonios en Milwaukee)