miércoles, 12 de junio de 2013

Búsqueda de la voluntad de Dios (2)

Escuchar lo que Dios nos dice a través de las voces del tiempo, del alma y del ser
 Si quiero descubrir lo que Dios quiere de mí, debo dirigir mis preguntas a tres destinatarios:
• al tiempo
• al alma
• al ser
¿Qué exige el tiempo de mí? Juan XXIII expresó una vez este hermoso pensamiento: «Mucho de lo que encontramos en las Sagradas Escrituras es y seguirá siendo misterioso; si queremos interpretarlo en forma correcta, debemos preguntar al tiempo». Esto quiere decir que el Padre Dios también habla a través del tiempo, a través de las circunstancias.
Un pensador francés acuñó esta frase: "Las situaciones del tiempo, las corrientes del tiempo, educan". ¿Qué cosas nos enseña el tiempo? Me enseña lo que Dios quiere de mí. Piensen cuántas personas se han hecho grandes o pequeñas porque nacieron en éste o en aquel tiempo. Cuántos hombres y mujeres se hicieron grandes porque el tiempo los impulsó hacia lo alto; porque entendieron las corrientes del tiempo y dieron la respuesta adecuada. Como dije, me tomaría demasiado tiempo hablar más en detalle acerca de esto.
En segundo lugar, preguntamos al alma. Nos preguntamos acerca de las mociones individuales del Espíritu Santo en nuestra alma. Un anciano y sabio teólogo del siglo IV formuló esta hermosa frase: "Lo que actúa en el alma del cristiano, en cuanto cristiano, es el hálito del Espíritu Santo".
Naturalmente, con esto tocamos un tema que el hombre moderno apenas considera. Se trata precisamente del discernimiento del espíritu. El Espíritu Santo habla en nuestra alma "con gemidos inefables" (Rom 8,26). Esto significa, prácticamente, que si tratamos en la oración con el Padre Dios, si prestamos atención a lo que él habla en nosotros, a menudo debemos confesar: la oración sabe lo que el Padre Dios desea de nosotros, antes que nosotros mismos. Es decir, en la oración recibimos muchas de esas mociones; vislumbramos instintivamente relaciones, intenciones de Dios, de las cuales, sólo lentamente, podemos tomar plena conciencia.
Por eso ¡salir al encuentro de las inspiraciones del Dios vivo! No estar saltando permanentemente y brincando de una rama a otra, como una ardilla. ¡Detengámonos! ¿Detenernos en qué? En todo aquello que el Padre Dios nos habla interiormente, en lo que espera y exige de nosotros.
Por último, la tercera fuente de la cual podemos obtener nuestro conocimiento personal es nuestra estructura de ser. Nuestro ser no es algo meramente personal y subjetivo; fue creado por el Padre Dios. Y según cómo mi ser esté conformado —el que yo sea hombre o mujer, de tal o cual índole— esto es una fuente de conocimiento para mí.
De esta manera, reconocemos plenamente, cada vez en forma más clara y profunda, lo que el Padre Dios quiere de cada uno de nosotros.

(Texto tomado de: "Vortrag", 1967. Ver el libro “Dios presente” – Recopilación de textos sobre la Divina Providencia, Págs.285/286, Editorial Nueva Patris, Santiago – Chile)

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