(Ante el anuncio de la renuncia
del Papa Benedicto XVI, el autor de este Blog quiere traer a la consideración
de los lectores del mismo algunas reflexiones del Padre Kentenich (de los años
1965-1968) sobre la Iglesia después del último Concilio. Hoy continuamos con la publicación de los textos iniciados la semana pasada.)
Una iglesia dinámica (continuación)
……….. Queda
atrás una exagerada concepción tradicionalista y se camina hacia una concepción
progresiva.
Hasta el
momento, la Iglesia se había dejado inspirar por el pensamiento: tu es
Petrus et super hanc petram aedificabo Ecclesiam meam ("Tú eres Pedro
y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia"). Se considera entonces a la
Iglesia como una roca en medio del oleaje del tiempo. Aquel que quiera recibir
la salvación de Dios, debe encontrar el camino hasta esa roca. De allí que
existe un cierto aislamiento de la Iglesia en medio de la conmoción del tiempo
moderno. La Iglesia ha estado y aún hoy sigue estando —así se afirma a menudo
en la actualidad— casi como un bloque errático y aislado en medio del mundo. Y
este mundo, en vez de esforzarse por alcanzar en su peregrinación esa roca, cada
vez se aleja en el horizonte más y más de ella. Por eso buscamos un mayor
dinamismo. Por eso nos desligamos de un conservadurismo rígido.
Si
permanecemos en la imagen de la roca, tendríamos que decir que la Iglesia debe
esforzarse por movilizar esta roca hacia el mundo moderno. Sospechamos lo que
esto significa: una fuerte transformación del pensamiento eclesial. Y si la
concepción de la Iglesia sufre transformación, entonces también debe sufrir una
transformación el "sentire cum Ecclesia" (sentir con la
Iglesia). Si en medio del oleaje y de las tormentas, la Iglesia, ahora más que
antes, se sabe orientada hacia la más nueva orilla, quiere decir que el "sentire
cum Ecclesia" debe impulsarnos a hacer nuestra esta concepción. Por lo
tanto, es preciso despojarse de un exagerado aferrarse a lo antiguo, para
lanzarse medio a medio en el oleaje del tiempo.
Con el fin
de explicar un poco más los pensamientos que hemos formulado en forma
esquemática, recordemos que en la actualidad la Iglesia ha preferido otras
imágenes para describirse a sí misma. Con gusto se ve reflejada en la imagen de
una barca. Es esa barca que en aquel tiempo era bamboleada de un lado a otro en
el mar de Jerusalén. Una barca en la cual se encuentra el Señor, aunque
nuevamente parece estar dormido. Una barca que no teme el ímpetu de las olas y
que valientemente navega en el mar de la convulsionada vida actual. Una vez
más: una concepción dinámica de la Iglesia que expresa el fuerte anhelo de que
todo el mundo sea tocado por ella. Tal como Pío XII lo expresara en su tiempo,
en su clásica formulación: la Iglesia primitiva estaba compenetrada de la
conciencia de misión: ella debía ser alma de todo el mundo. Durante siglos, la
Iglesia se esforzó por ser alma de un mundo limitado. Ahora, la Iglesia actual
quiere ser en verdad alma de todo el mundo; de ese mundo que constantemente
huye de Dios. Con ello se coloca en primer plano una pastoral de búsqueda: ¡nos
lanzamos en el mar del tiempo!
Por cierto,
fácilmente percibimos los peligros que entraña esta concepción.
Debemos
contar con que muchas circunstancias y muchas cosas se harán problemáticas. Si
la Iglesia tiene el valor de lanzarse en el océano, en el barco en el cual se
encuentra el Señor, pero donde tantas veces parece dormido, entonces ¡qué
grande es el riesgo que implica hoy en día ser miembro de esta Iglesia! ¡Cuán
grande es la audacia que se exige hoy! ¡Qué inmensas exigencias se ponen! Una
confianza magnánima en que el barco no va a ser víctima de la tormenta; una
gigantesca confianza en que este barco va a ser capaz de dominar su tarea.
Evidentemente tendrá la tarea de recoger, a derecha e izquierda, los náufragos
que sea posible rescatar en esta barca. No serán ellos los que traten de buscar
y alcanzar con gran esfuerzo el camino hacia la roca. No: ahora la Iglesia
misma debe buscar a los que tambalean y titubean. En medio de esta tormenta,
ella misma quiere atracar en todos los continentes y en todos los lugares para
buscar a todos los que están llamados por Dios y quieren tener una habitación
permanente en esta barca.
¿Captamos el
cambio de perspectiva? ¿Comprendemos esta transformación del modo de sentir que
se pone de manifiesto en una tal concepción? (…).
Por lo tanto
¿cómo se comprende a sí misma la Iglesia a partir del concilio? Inmediatamente
debemos suponer que no en forma enteramente contraria a como lo hacía antaño.
Su auto-comprensión esencial permanece. Pero podemos hablar, en este sentido,
de diversas acentuaciones (…). Acentuaciones que Dios espera y exige a través
de la situación actual.
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