miércoles, 6 de febrero de 2013

Crisis actual de la fe


Crisis actual de la fe en la divina Providencia

Dios es un maestro en el arte de unir su providentia generalis con su providentia specialis. Y sus transparentes humanos deberían imitarlo en esta maestría, más allá de las imperfecciones propias del ser humano. Así, por ejemplo, en el campo de los afectos, y de acuerdo a la ley de la transferencia, tendrían que saber transferir a Dios Padre aquellos afectos de los que ellos mismos sean destinatarios. Sin embargo, ¡cuán raro es hallar personas que obren así!

Y con esta observación volvemos a tocar el tema de la importancia que revisten padres auténticos para la renovación del mundo.

Dicho en otros términos, la fe en la Providentia divina specialis no tiene vitalidad o al menos no la vitalidad que se esperaría de ella. Más bien se ve reducida a una pálida idea teñida de religiosidad. En la práctica la gente siente y experimenta que Dios usa —e incluso abusa— de ella para ciertos fines de su gobierno universal; y que lo hace con una actitud general de benevolencia de su parte. Pero en cambio no tiene la vivencia de sentirse aceptada personal e individualmente por Dios, atendida, amparada, cuidada por él.
Este estado de cosas lleva a que los hombres, en lo que respecta a su misma condición humana, no se sientan suficientemente anclados en Dios, ni estimados ni apoyados por él, sino despersonalizados, tratados como simple medio para alcanzar un fin, masificados, más allá de que ello suceda en aras de determinados objetivos divinos.

Así se explica por qué la fe en la divina Providencia no constituye ya una fuerza fundamental, ni en la vida de los individuos ni en la de los pueblos, y por qué las extraordinarias catástrofes de nuestro tiempo sumergen irremediablemente a la gente en la perplejidad y la confusión, empujándola a precipitarse en corrientes y movimientos hostiles a Dios.

Esto ocurre en particular de cara a movimientos que —tal como se aprecia hoy— le disputan a Dios la Providentia generalis. Y lo hacen por principio y programáticamente, supliendo esa Providentia generalis con gigantescas estructuras económico-productivas que adquieren el carácter de verdaderas máquinas alimentadoras del mundo, de un funcionamiento en apariencia perfecto. Estos movimientos apuntan asimismo a ordenar el mundo y la sociedad de una manera presuntamente más efectiva de lo que se ha visto hasta ahora y además a desasirlo por entero de Dios.

Por este camino proclaman entonces la masificación y la despersonalización como único medio de salvación para salir de las crisis del tiempo, como el ideal que hace desaparecer al individuo en la masa y acaba definitivamente, de un golpe, con los últimos restos de barniz religioso, ya empalidecido, de fe en la Providentia divina specialis.

Así pues hoy Dios y su falso remedador —el demonio— se enfrentan en todas partes como adversarios, incluso en el campo de la Providencia. Puede ser que tarde o temprano el anima naturaliter christiana (el alma religiosa y cristiana por naturaleza) se rebele contra ello, clame de nuevo por un arraigo metafísico y religioso y vuelva a hallar el camino hacia un Dios personal. Pero… ¿cuándo habrá de ocurrir este viraje? Hablando humanamente —no queremos pensar enseguida en milagros— ¿no habrán de descender primero varias generaciones a la tumba antes de que se produzca ese cambio? Piénsese en los tiempos de la Reforma… Lo que se generó por entonces sigue en pie hasta hoy. Tal como se echaron los dados en aquellos tiempos, así han quedado hasta la fecha. Que esta observación histórica logre convencer a la generación actual de que ella tiene realmente la misión de marcar los rumbos de los siglos venideros…

Quien contemple e interprete desde este punto de vista la doctrina y la vida de la fe práctica en la divina Providencia vislumbrará la importancia que reviste este mensaje y carisma de Schoenstatt para el individuo, para el pueblo y las naciones, con miras a la salvación de la persona y de la comunidad, y al reconocimiento de Dios en medio del acontecer mundial.

(Tomado de: "Studie 1952-53", en "Texte zum Vorsehungsglauben", Patris-Verlag, pág. 108-110.
Ver: “En las manos del Padre”, Ed. Patris, 1999, Pág. 65)

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