miércoles, 9 de enero de 2013

La fe, una nueva visión


La fuente cognoscitiva, la luz que nos ilumina toda la oscuridad del tiempo, es la sencilla fe sobrenatural que cobra particular eficacia en la fe práctica en la Providencia. El Espíritu Santo nos ayudará a recorrer seguros y victoriosos, guiados por el hilo de la divina Providencia, el camino hacia el cielo, haciendo realidad los planes secretos de Dios y venciendo toda oscuridad, todos los abismos, todos los peligros que nos amenazan.

El apóstol Pablo dice en una oportunidad: "Justus meus ex fide vivit" (Rom 1,17), el justo vive de la fe. ¿Qué quiere decir esto? Luego de tener fe, luego de haber sido justificados, luego de ser hijos de Dios y de haber recibido simultáneamente con la filiación divina la fe, la esperanza y la caridad —las virtudes teologales— deberíamos vivir también de acuerdo a la fe, vivir de la fe.

Hablando de la fe, no debemos olvidar que no se trata de un acto de la razón sino de la "fides caritate formata", es decir, de una fe que abarca al hombre integral, de una fe que es perfeccionada por la esperanza y la caridad y que impulsa a todo el ser humano hacia el corazón de Dios, hacia la persona del Dios vivo.

Todos vemos lo creado. Pero quien ve la creación a la luz de la fe, ve en ella una obra maestra de Dios, la manifestación del poder divino, de la majestad divina.

El Dios espiritual ha creado lo sensible, para atraernos a través de ello. Toda creatura, todo prójimo, es un anzuelo que Dios usa para atraerme.

¡Qué trascendental es cultivar el espíritu de fe, doblemente… en un orden social pluralista donde están confusamente mezclados hombres de las actitudes fundamentales más diferentes! Si entonces la fuerza y la gracia de Dios no alumbran lo interior, hasta lo subconsciente, para luego iluminar nuevamente desde el individuo esclareciendo todo el acontecer mundial, veremos cuán rápidamente se derrumbarán la fe y el espíritu de fe.

El espíritu de fe nos regala una predisposición positiva para Dios. Esto no presupone que las cosas que nos rodean nos señalen a Dios inequívocamente, pero si mi vida emotiva está predispuesta para Dios, es lo mismo que si estuviera predispuesta para un ser humano. ¡Cuán rápidamente encuentro entonces el camino hacia Él! ¡Cuán rápidamente lo comprendo! Esta predisposición nos da un singular instinto de percepción sobrenatural para las cosas divinas.

Cuando falta el espíritu de fe, lógicamente se despierta y está viva la predisposición negativa; entonces instintivamente, se buscan una cantidad de otras causas y motivaciones.

La fe me da una singular seguridad instintiva. El instinto me ayuda a descubrir y palpar continuamente al buen Dios en la vida diaria. Y esto es muy importante hoy día, pues la humanidad moderna está en camino de explicar la vida prescindiendo de Dios.

El espíritu de fe siempre me da la fuerza, el ánimo, la capacidad de tomar partido por Dios en todas las situaciones. La fe dice: ¡sí, Padre, sí, hágase siempre tu voluntad!

El hombre que cree en la Providencia es el hombre clarividente, el hombre de una visión amplia, profunda, global. Tenemos que ver cosas que otros no ven pues la fe nos revela una realidad.

Tenemos que llegar a ser hombres de una visión amplia y profunda; esto quiere decir prácticamente: la fe en la Providencia debe haber llegado a ser nuestra segunda naturaleza. Así podremos repetir con san Pablo: "El justo vive de la fe" (Rom 1,17). Él quiso decir: los que han pasado por mi escuela… puede ser que no se destaquen por el genio, pero tienen un carisma: son personas de fe. Este debería ser también nuestro orgullo.

Ya que la luz de la fe se ha apagado en innumerables almas, nosotros tendríamos que empeñarnos en ver una llamada de Dios en las cosas más pequeñas de la vida diaria. Debemos tomar en serio las palabras: "¡Absolutamente nada sucede por casualidad, todo procede de la bondad de Dios!", sea lo que fuera; alegrías, sufrimientos… El espíritu de fe nos dice claramente: todo está en el plan de Dios.

La fe práctica en la Providencia es, sin más ni más, expresión, florecimiento y seguridad de toda la vida de fe. De esto se concluye: quien debilite nuestra fe en la Providencia, hará tambalear todo el edificio de nuestra fe; quien la robustece lo vivificará y animará.

Aún cuando nuestra visión haya sido esclarecida por la fe, el misterio del divino gobierno del mundo, queda vedado a nuestras miradas. Por eso dijo Lacordaire: "¡Sólo en la eternidad comprenderemos la divina Providencia en lo más profundo!"

(Texto tomado de “Dios ¿dónde estás?”
- Aforismos, recopilados de conferencias y escritos del padre José Kentenich,y publicados el 18 de octubre de 1972)

1 comentario:

  1. Interesante artículo y de una manera muy especial ahora que estamos en el "Año de la fe" proclamado por el Papa Benedicto XVI

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