La fuente
cognoscitiva, la luz que nos ilumina toda la oscuridad del tiempo, es la
sencilla fe sobrenatural que cobra particular eficacia en la fe práctica en la
Providencia. El Espíritu Santo nos ayudará a recorrer seguros y victoriosos,
guiados por el hilo de la divina Providencia, el camino hacia el cielo,
haciendo realidad los planes secretos de Dios y venciendo toda oscuridad, todos
los abismos, todos los peligros que nos amenazan.
El apóstol
Pablo dice en una oportunidad: "Justus meus ex fide vivit"
(Rom 1,17), el justo vive de la fe. ¿Qué quiere decir esto? Luego de tener fe,
luego de haber sido justificados, luego de ser hijos de Dios y de haber
recibido simultáneamente con la filiación divina la fe, la esperanza y la
caridad —las virtudes teologales— deberíamos vivir también de acuerdo a la fe,
vivir de la fe.
Hablando de
la fe, no debemos olvidar que no se trata de un acto de la razón sino de la
"fides caritate formata", es decir, de una fe que abarca al
hombre integral, de una fe que es perfeccionada por la esperanza y la caridad
y que impulsa a todo el ser humano hacia el corazón de Dios, hacia la persona
del Dios vivo.
Todos vemos
lo creado. Pero quien ve la creación a la luz de la fe, ve en ella una obra
maestra de Dios, la manifestación del poder divino, de la majestad divina.
El Dios
espiritual ha creado lo sensible, para atraernos a través de ello. Toda creatura,
todo prójimo, es un anzuelo que Dios usa para atraerme.
¡Qué
trascendental es cultivar el espíritu de fe, doblemente… en un orden social
pluralista donde están confusamente mezclados hombres de las actitudes
fundamentales más diferentes! Si entonces la fuerza y la gracia de Dios no
alumbran lo interior, hasta lo subconsciente, para luego iluminar nuevamente
desde el individuo esclareciendo todo el acontecer mundial, veremos cuán
rápidamente se derrumbarán la fe y el espíritu de fe.
El espíritu
de fe nos regala una predisposición positiva para Dios. Esto no presupone que
las cosas que nos rodean nos señalen a Dios inequívocamente, pero si mi vida
emotiva está predispuesta para Dios, es lo mismo que si estuviera predispuesta
para un ser humano. ¡Cuán rápidamente encuentro entonces el camino hacia Él!
¡Cuán rápidamente lo comprendo! Esta predisposición nos da un singular instinto
de percepción sobrenatural para las cosas divinas.
Cuando falta
el espíritu de fe, lógicamente se despierta y está viva la predisposición
negativa; entonces instintivamente, se buscan una cantidad de otras causas y
motivaciones.
La fe me da
una singular seguridad instintiva. El instinto me ayuda a descubrir y palpar
continuamente al buen Dios en la vida diaria. Y esto es muy importante hoy día,
pues la humanidad moderna está en camino de explicar la vida prescindiendo de
Dios.
El espíritu
de fe siempre me da la fuerza, el ánimo, la capacidad de tomar partido por Dios
en todas las situaciones. La fe dice: ¡sí, Padre, sí, hágase siempre tu
voluntad!
El hombre
que cree en la Providencia es el hombre clarividente, el hombre de una visión
amplia, profunda, global. Tenemos que ver cosas que otros no ven pues la fe nos
revela una realidad.
Tenemos que
llegar a ser hombres de una visión amplia y profunda; esto quiere decir
prácticamente: la fe en la Providencia debe haber llegado a ser nuestra segunda
naturaleza. Así podremos repetir con san Pablo: "El justo vive de la
fe" (Rom 1,17). Él quiso decir: los que han pasado por mi escuela… puede
ser que no se destaquen por el genio, pero tienen un carisma: son personas de
fe. Este debería ser también nuestro orgullo.
Ya que la
luz de la fe se ha apagado en innumerables almas, nosotros tendríamos que
empeñarnos en ver una llamada de Dios en las cosas más pequeñas de la vida
diaria. Debemos tomar en serio las palabras: "¡Absolutamente nada sucede
por casualidad, todo procede de la bondad de Dios!", sea lo que fuera;
alegrías, sufrimientos… El espíritu de fe nos dice claramente: todo está en el
plan de Dios.
La fe
práctica en la Providencia es, sin más ni más, expresión, florecimiento y
seguridad de toda la vida de fe. De esto se concluye: quien debilite nuestra fe
en la Providencia, hará tambalear todo el edificio de nuestra fe; quien la
robustece lo vivificará y animará.
Aún cuando
nuestra visión haya sido esclarecida por la fe, el misterio del divino gobierno
del mundo, queda vedado a nuestras miradas. Por eso dijo Lacordaire:
"¡Sólo en la eternidad comprenderemos la divina Providencia en lo más
profundo!"
Interesante artículo y de una manera muy especial ahora que estamos en el "Año de la fe" proclamado por el Papa Benedicto XVI
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