Se ha hablado mucho, y se continúa hablando en la
Familia de Schoenstatt, de “construir el
Santuario”. Ahora continuamos avanzando desde la cadena de santuarios hasta el
Santuario principal. Conocemos nuestro Santuario original (desde 1914 Santuario
de gracias de Schoenstatt), los Santuarios filiales (construidos de la manera
más semejante posible al Santuario original) y los Santuarios en los hogares.
Ahora, lo más importante, ¿qué será? ¡El Santuario del corazón! Se trata de lo
que el Concilio Vaticano II considera tarea principal para todos los católicos
y su actividad apostólica: que hagamos presente a Cristo en todas partes y en
todo momento…. Reflexionen ustedes qué sabio es el Señor, habiéndonos conducido
por este camino.
Santuario del corazón. Esto quiere decir que el
corazón es morada de la Santísima Trinidad… Cuan hondamente tendremos que
asimilar estas verdades, poco a poco, si queremos permanecer firmes en el
tiempo actuando concretamente.
Si los hombres modernos descubriéramos de nuevo a
Dios dentro de nosotros, entonces siempre nos sentiríamos tranquilos, serenos y
seguros. Si descubrimos de nuevo al Señor en nuestro interior y la acción del
Espíritu Santo, será profundamente importante para nuestra vida espiritual y
también para nuestra salud física y mental.
El Príncipe de la Paz quiere construir su reino de
paz en nuestros corazones, inquietos y faltos de paz. ¡Corazón humano deja
entrar al Salvador que gira siempre y únicamente en torno al Padre y que aleja
de sí todo aquello que pueda perturbar esta unión! Déjale entrar en tu corazón
recibiendo con frecuencia los sacramentos y ofreciéndole tus oraciones y
sacrificios diarios.
Somos Santuarios vivos, habitados por la Santísima
Trinidad, consagrados y entregados a Él. Hemos de procurar vivir durante todo
el día en una atmósfera sagrada, que se derrame y extienda desde nuestros
corazones sobre el mundo profano y secularizado de hoy.
¡De Santuario del corazón a Santuario del corazón!
¡Qué idea tan sublime! ¡Un plan amplio y profundo! En la práctica significa,
que en medio de un mundo secularizado, tenemos una comunidad completamente
sacralizada.
Hoy, en una época de creciente irracionalismo, se
define “Santo” al hombre que irradia una atmósfera divina. La mayor influencia
sobre el mundo la ejercen, en nuestro tiempo, aquellos que irradian la vida
divina que albergan en sí mismos.
Yo veo a todos los que están a las puertas de la
Iglesia; yo veo a todos los que en nuestro tiempo se desahogan maldiciendo y
renegando en su amargura; no es otra cosa que sollozo y llanto para que existan
personas llenas de Dios; desean ver lo divino personificado en los hombres. ¡Procuren
ustedes no decepcionarlos!
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