(Ver Nota previa del miércoles 21 de diciembre de 2011)
LA FAMILIA DE NAZARET - LA FAMILIA SCHOENSTATTIANA
Conferencia del Padre Kentenich a la juventud femenina de Schoenstatt en la tarde del día 11 de agosto de 1936 en Schoenstatt
Capítulo 2º
DISPOSICIÓN
El ideal de familia en Schoenstatt – La Sagrada Familia de
Nazaret
I.
La Sagrada Familia – la imagen ideal de una
comunidad de familia schoenstattiana
1.
en su constitución
2.
en sus componentes:
a.
personalidades autónomas
b.
personalidades discretas – con su misterio
personal
3. en su vida en común: comunidad de vida, de
tareas y (sobre todo) de sacrificios
TEXTO DEL PADRE FUNDADOR
La Sagrada Familia debe ser, en primer lugar, el ideal de
una familia schoenstattiana. La vemos, en segundo lugar, como la imagen más
radiante de la unión que reina en la vida divina intratrinitaria. Y en tercer
lugar la concebimos como la imagen radiante de la vida de una comunidad
eclesial.
Lo dicho parece un poco teórico. Lo que se quiere afirmar es
bien sencillo. El primer pensamiento es fácilmente comprensible: La Sagrada
Familia es la imagen ideal de una familia schoenstattiana y de la comunidad
natural que constituye esa familia. Veamos algunas connotaciones de esta
afirmación.
1. La Sagrada Familia es un ideal y es una familia santa ya
en su constitución o fundación. ¿Cómo fue constituida la Sagrada Familia? María
y José eran puros cuando contrajeron matrimonio y se conservaron castos durante
el mismo. La familia schoenstattiana ideal debe conservar siempre la castidad
matrimonial.
¿No podría ser un verdadero orgullo schoenstattiano acercarse al
altar con el velo blanco y la corona de flores en la cabeza, símbolos y
expresiones de una juventud que se conserva pura e intacta? ¿No podría ser un
verdadero orgullo schoenstattiano poder llevar al altar un amor virginal,
fundamento posterior para el amor conyugal? También los que estamos llamados a
una vida virginal reconocemos la importancia de este hecho, que la familia
schoenstattiana sea fundada sobre la base de un amor puro e intacto. Si ustedes
pudieran comprender cómo experimentamos los sacerdotes esta realidad, les sería
más fácil captar también el peso de estas palabras.
También en la vida debe reinar una atmósfera de pureza, de
castidad, como en la Sagrada Familia. Conocemos no solamente la pureza
virginal, sino también la pureza conyugal. En el matrimonio la pureza tiene, en
cuanto a las formas, sus propias leyes. “Serva lilium” – saludo a los lirios:
es la inscripción de un antiguo escudo. Vuelvo a mirar a la Sagrada Familia. Su
constitución fue ideal porque fue fundada en intacta pureza. “Serva lilium”.
También nosotros queremos conservar puras nuestras azucenas, cada una según su
vocación; la que está llamada a la virginidad, de forma virginal; quien debe
formar un matrimonio, ahora en forma virginal y luego, en la castidad
matrimonial.
2. La
Sagrada Familia es también santa y es un ideal debido a los miembros, es decir,
a las personalidades que la constituyen. ¿Quiénes pertenecen a la Sagrada
Familia? El Redentor, la querida Madre de Dios y un hombre sencillo y fiel, San
José. Las tres fueron personalidades santas. ¿Qué entendemos por una
personalidad santa como portadores de la Sagrada familia? Destaco sobre todo
dos aspectos:
a. ellos eran personalidades autónomas y
b. personalidades discretas, con su misterio personal.
a. Ustedes ya escucharon en el pasado que no puede existir
una auténtica comunidad que no esté formada por personalidades originales,
fuertes y autónomas. Veámoslo en la Sagrada familia: ellos son naturales,
vigorosos y autónomos. Son tan originales, que cada una representa una
individualidad única. No hay nadie que se asemeje así en esta originalidad. El
Redentor es singular, único. No hay alguien como Él: es el Dios hecho hombre.
María es también alguien peculiar debido a su Inmaculada Concepción. Y San José
también es una personalidad original y única, autónomo. Las tres personas de la
Sagrada Familia son ideales por su santidad y por su personalidad autónoma y
única.
Si ustedes contraen más tarde matrimonio, jamás deben
olvidarse que aún cuando se tenga una tendencia muy grande a la entrega de
amor, es preciso saber preservarse con esmero – ya desde el tiempo de la
juventud. No solamente entregarme sino conservar y preservar mi individualidad.
¡Ser fuerte, autónoma, una personalidad! Cuántas veces escuchamos ya en
Schoenstatt que debemos ser personalidades recias. Que debemos cultivar el
núcleo de nuestra personalidad, aquello que expresamos con el ideal personal, y
en virtud del cual orientamos nuestra educación. No piensen que se pueden
dedicar ahora a jugar, y que más tarde podrán cumplir la tarea como madre, como
madre tranquila y reservada. Ya desde ahora debemos aprender a dominar la vida.
Cuán grande es saber que delante de mí tengo el ideal de familia, y que según
él me voy educando, ya desde hoy, para lograr después ser una piedra preciosa
que ayudará a construir el edificio de una familia schoenstattiana santa.
b. Mencioné una segunda
cualidad de las personalidades que hicieron grande a la Sagrada Familia: los
tres supieron conservar su misterio personal. Cada uno de ellos tenía su
secreto. Cada joven debe abrigar un misterio. Si no conservo en lo más hondo de
mi alma, de mi corazón, un misterio, he perdido algo de lo más precioso de mi
ser femenino. Me he vaciado y no tengo más profundidad. María tuvo su gran
secreto que ni siquiera reveló a San José. José quiso repudiarla, separarse de
ella. Pero ella no renunció a su secreto. En su profundidad inconmensurable
conservó todas las palabras en su corazón; cuidó del misterio que llevaba en su
seno, convencida de que Dios quería que así lo hiciera. Confió que Dios se lo
revelaría a San José. Y Dios así lo hizo. También Cristo tuvo su misterio, que
supo conservar. No jugó con ello. Recuerden la escena cuando se separó de su
padre y de su madre, de sus familiares. Entonces afirma con gran autoconciencia
sobrenatural: “¿No sabíais que debo estar en las cosas de mi Padre?” (Luc 2,49)
¡Cómo brilla este ideal!
Para poder ser más adelante un apoyo en mi familia, quiero educarme desde ahora
al silencio y a la autonomía. También las que son llamadas a la vida virginal
no deben pensar que el ideal del matrimonio no es algo grande o que no incluye
grandes exigencias. Por cierto que si conciben el matrimonio y la familia como
un juego o una búsqueda permanente de placer, entonces no podrán hablar de un
matrimonio schoenstattiano o de una familia ideal. Tal imagen no sería capaz de
ser fuente de vida para la Iglesia joven. Un matrimonio ideal es hoy día algo
tan grande, y se va haciendo tan raro, que realmente debemos rezar para que
Dios llame a muchas personas que vivan el matrimonio ideal dentro de
Schoenstatt. Esto no significa que rebajemos el valor de la virginidad. Ambos
ideales son grandes y Dios los puso a ambos en el seno de la Iglesia. Cada uno
debe recorrer autónomamente su camino de vida. Pero hoy quiero destacar el
ideal del matrimonio, para que no piensen que en la Familia de Schoenstatt solo
se proclama el ideal de la virginidad. Toda vocación, también la vocación al
matrimonio y a la maternidad tienen cabida dentro de nuestras filas.
3. La Sagrada Familia es
un ideal debido a su constitución, a la santidad de sus miembros y, en tercer
lugar, por la vida común que llevaron. Cuando regresen a sus casas, piensen
alguna vez: ¿cómo era la convivencia en la Sagrada Familia? ¿No fueron madre,
padre e hijo? ¿No formaron acaso una íntima comunidad de vida, de tareas y de
sacrificios? ¡Profunda comunidad de sacrificio! Quiero acentuar en esta tarde
este pensamiento. No preciso mostrarlo en la persona de San José, si bien quizá
les gustaría escuchar más del padre adoptivo de Jesús. Debido a que hablo a
futuras madres, queremos considerar más el reflejo de la imagen de nuestra
querida Virgen María.
¡Qué íntima fue la
comunidad de sacrificios de María con su Hijo! Pronunció su “fiat” y con ello
su “sí” a todos los sacrificios que tenía que ofrecer a causa de su hijo. “Tu
alma será traspasada por una espada de dolor”, y esto por su Hijo, que será
causa de división para muchos en Israel. Su vida está vinculada a la vida de su
Hijo. Al pié de la cruz está íntimamente vinculada con El en una verdadera
comunidad de sacrificio. También vivió vinculada a San José.
No queremos
malinterpretar el ideal de la familia schoenstattiana. Piensen en sus familias,
piensen en la Familia de Schoenstatt, como la han experimentado en sus ramas y
comunidades. Sabemos que no hay vida familiar ni comunitaria sin sacrificios.
La mesa familiar es una mesa de sacrificios, esto ya lo conocemos. Si se
concibe la mesa familiar como una mesa de placeres, entonces no podrán forjar nunca
una familia schoenstattiana. Sobre todo hoy día, quien desee fundar una
familia, debe aportar una inmensa cuota en disposición y capacidad de
sacrificio. Esto es el calor del hogar que lleva al amor generoso y que sabe
soportarse mutuamente. Este amor capaz de aguantar, de soportar, será a la
larga lo más difícil. No lo olviden: si más adelante quieren vivificar la
familia schoenstattiana, deben educarse para poder soportar las debilidades del
esposo y de los hijos.
Vemos a la Virgen como la
fuente de vida de la Iglesia joven. Lo quiere ser desde aquí. Nosotros bebemos
de esta fuente (el Santuario de Schoenstatt); ella nos intercede las gracias
para que quienes fueron llamadas a ser madres de familia, puedan aprender a
encarnar realmente los ideales planteados.
(Continuará la semana próxima)
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