LA FAMILIA DE NAZARET - LA FAMILIA SCHOENSTATTIANA
(Nota previa: El texto que se reproduce en esta
y en las próximas dos semanas recoge la traducción de una conferencia que
pronunció el Padre Kentenich ante un grupo numeroso de la Juventud Femenina en la
tarde del día 11 de agosto de 1936 en Schoenstatt. La meta principal del Padre
Fundador era mostrar caminos para la educación de las jóvenes en la
responsabilidad y el amor. Para ello presenta a la Familia de Nazaret como
fuente de inspiración para aquellos que quieren fundar una familia
schoenstattiana ideal. Tiene gran valor también para todas las familias del
Movimiento, en especial para aquellas que tienen la misión de encarnar en sus
vidas este ideal y de mostrarlo a los demás de forma atractiva y convincente.
El texto en alemán se puede leer en la colección de textos sobre el ideal
católico del matrimonio que el Padre Heinrich M. Hug publicó en 1989: “Das
Katholische Eheideal, eine Textsammlung”. La traducción está tomada del
manuscrito publicado por el Instituto de Familias de Schoenstatt para su uso
interno.)
Conferencia
del Padre Kentenich a la juventud femenina de Schoenstatt en la tarde del día
11 de agosto de 1936 en Schoenstatt
Capítulo 1º
DISPOSICIÓN
Introducción
Nuestro ideal de generación:
“Todo, hasta lo último, por
Schoenstatt, fuente de vida para la Iglesia joven”
- aspiración
por encarnar la “persona heroica”
- así,
“fuente de vida” para la Iglesia joven
Vinculación entre el ideal de
generación y el ideal de familia schoenstattiana:
- Voces
del tiempo
-Voces
del propio corazón
-Voces
de la historia de nuestra Familia de Schoenstatt
Responsabilidad de todos para que
existan familias schoenstattianas ideales
- de
aquellos que están llamados a la vida virginal
- de
los que están llamados al matrimonio: ya en la juventud trabajar por esta meta.
Enunciado de las tres reflexiones
sobre la Familia de Nazaret
TEXTO DEL
PADRE FUNDADOR
La Historia Sagrada nos narra sobre los tres Reyes Magos que
fueron conducidos en el Oriente por una estrella. También nosotros encontramos
una estrella: Quizá pueda ser nuestro ideal personal o el ideal de nuestra
generación: “Todo, hasta lo último, por Schoenstatt, fuente de vida para la
Iglesia joven”.
Es probable que nos suceda lo mismo que les sucedió a los
Magos. Mientras ellos veían la estrella, estaban seguros del camino. Cuando se
escondió su luz, no supieron cómo seguir adelante.
¿No tuvimos experiencias semejantes con nuestro ideal de
generación? Lo que se halla en consonancia con nuestro ideal: “Todo, hasta lo último,
por Schoenstatt, fuente de vida para la Iglesia joven”, nos hizo interiormente
libres, alegres, grandes y fuertes. Lo que no se conectó con el ideal, lo que
no pudimos relacionarlo con él, seguramente no nos motivó ni nos entusiasmó.
Si bien no lo sé expresamente, supongo sin embargo, que
también el objetivo de estos días lo han incorporado al ideal: ser una
personalidad heroica, para llegar a ser una fuente de vida para la Iglesia
joven. Es fácil comprender la correlación que hay en esto. Si me esfuerzo por
acceder al ideal de una personalidad heroica, tendré que hacer sacrificios,
abundantes y bien grandes sacrificios. Los haré con mucha alegría y de este
modo me transformaré en una personalidad heroica, y los ofreceré como capital de
gracias. De esa forma aportaré a que la Iglesia joven se alimente y fortifique.
También pudo afirmar que si este ideal conforma todo mi ser, ayudaré – por el
ejemplo – a que se despierten en muchas jóvenes, aquellas de mi edad con las
que convivo, muchas cosas buenas.
Seguramente ustedes encontraron aún otras y más destacadas
relaciones entre el tema de la jornada y el ideal de nuestra generación. No me
extrañaría que un ideal así, tan polifacético, haya encontrado una variada e
importante acogida en ustedes. No pocas de ustedes habrán intentado relacionar
el ideal de generación con el ideal de familia que surge poco a poco en el
horizonte de sus vidas. Ya habrán conversado, soñado y meditado, a menudo y en
común, cómo debería ser una familia schoenstattiana. “Todo, hasta lo último,
por Schoenstatt”. Debemos mantener en alto este ideal, de lo contrario
perderemos el vínculo interior que nos sostiene. ¿Cómo se compagina el ideal de
una familia schoenstattiana, según nuestro modo de pensar y de sentir, con el ideal
de la generación?
Primero quisiera constatar que es comprensible que a muchas
de ustedes el ideal de familia, aún más, el ideal de familia schoenstattiana,
esté ante sus ojos como meta ardientemente deseada. Bastaría para eso estudiar
el lenguaje de la historia de Schoenstatt e interpretarlo adecuadamente. Es un lenguaje
con tres connotaciones el que nos habla en forma diáfana del ideal de una
familia schoenstattiana.
La voz del tiempo. Si nos reconocemos como hijos de
Schoenstatt, si hemos consagrado todas nuestras fuerzas juveniles a Schoenstatt
y hemos entretanto crecido, habremos hecho bastantes y profundas observaciones
que nos permite poder asegurar con bastante claridad: si Europa quiere hoy
permanecer cristiana, o volver a ser cristiana, entonces debemos concentrar
todas nuestras fuerzas para formar familias según el ideal católico, para crear
por todas partes “islas de familias ideales”.
Recordemos cómo las instituciones se han ido degradando con
el tiempo. Sin embargo afirmamos que hay una institución que permanece porque
fue fundada directamente por el mismo Dios basada en el derecho natural y en el
derecho positivo divino. Es la familia. La familia no puede ni debe ser
suprimida. La familia es la célula básica de la sociedad humana. Eso no lo
sabemos sólo con el entendimiento, sino porque lo hemos experimentado siempre
en la vida. Si deseamos que la vida pública vuelva a ser cristiana, debemos
aplicar todos los medios a nuestro alcance para que nuestras familias vuelvan a
ser cristianas y santas. Y si hoy en día se hace tanto hincapié en la familia y
el matrimonio, y se subraya que la misión de la mujer es dar hijos a la patria
(nota del traductor: esta charla fue dada en pleno apogeo del
nacionalsocialismo en Alemania), nosotros lo entendemos así: se trata no de la
familia en general sino de la familia ideal, de la familia schoenstattiana. Por
eso comprendemos a aquellos que, percibiendo las voces de los tiempos, comienzan
a ocuparse del ideal de la familia.
A esto se agrega una segunda voz, que es muy fuerte y
comprensible: la voz del propio corazón. El Buen Dios hizo nuestro corazón para
amar. En general estamos en la tierra para formar una familia, para fundarla y
darle espíritu. Por lo tanto es lo más normal que en una cierta etapa de la vida
nuestro corazón se incline fuertemente hacia el ideal de una familia, hacia el
ideal de una familia schoenstattiana.
¿No relacionamos, al mismo tiempo, con estas voces del
tiempo y del corazón, la voz de la historia del Movimiento? ¡La historia de
ayer y la historia de hoy! Quizá no sepan ustedes que ya desde el comienzo todo
el Movimiento de Schoenstatt tenía ante sus ojos al ideal de una familia
schoenstattiana. Fue en el año 1916, cuando hice imprimir en unas tarjetas tres
versos breves. Uno de ellos es muy conocido.
Fueron tres motivaciones o tres oraciones cortas que querían expresar
profundamente el sentido de nuestras aspiraciones por el ideal der ser familia.
“Madre Tres Veces Admirable, enséñanos a combatir …………” (Ver Libro de oraciones
HACIA EL PADRE, pág. 211). Se trata de un ideal, de una idea directriz, que
hasta hoy nos animó siempre de nuevo en la Familia de Schoenstatt, y que nos
condujo hacia arriba. También a nosotros nos anima este pensamiento. Estamos
aquí para eso, para luchar valientemente por un amor profundo, íntimo y
orgánico a María.
Había otra oración corta para la juventud universitaria:
“En el
corazón, llamas ardientes,
se consumen
los hijos de las musas
verdaderamente
por lo grande y fuerte
que los hace
héroes:
Por eso, sé
para ellos Madre, Señora y Hogar,
y envíales
jefes que los conduzcan
hacia la Palabra Divina.”
La tercera oración
es, mi querida juventud schoenstattiana, la que realmente toca el nervio de
aquellos que anhelan formar una familia ideal y schoenstattiana. La conocen,
pero probablemente nunca la interpretaron en este sentido: “Madre, con tu Hijo
Divino, desciende a los caminos de nuestra patria ……….” (Ver HACIA EL PADRE,
pág. 211). Mediten alguna vez cómo en esta oración se halla el ideal de la
familia schoenstattiana. ¿Saben ustedes por qué compuse estas oraciones y las
sembré en el alma de nuestros jóvenes, de aquellos que deseaban ser sacerdotes?
Lo hice para mostrar el ideal de familia.
“Madre, con tu Divino Hijo …….”. Aquí está ante nosotros la
Madre de Dios, como madre de familia. Que descienda como madre de familia a los
caminos de la patria, y ayude a que tengamos sanas familias. No solamente madre
e hijo, sino madre e hijo unidos en el amor. Unidos, así deben recorrer los
caminos de la patria. La patria debe encontrar – reencontrar – a Cristo en los
brazos de su Madre. Pero en las palabras: “Madre e hijo unidos en el amor”,
resuena también la idea de la madre de familia y del amor al hijo en la familia
natural.
“Madre e Hijo unidos en el amor”. Quizá les extrañe que haya
compuesto esta oración corta para jóvenes que querían ser sacerdotes. Como en
tantas otras ocasiones, desde los comienzos vimos y expresamos claramente la
meta que más tarde se fue perfilando. Por eso piensen que las voces de la
historia de Schoenstatt hablan bien claramente del gran ideal de la familia
schoenstattiana. Son las voces de la historia pasada y del presente.
Ustedes saben cuántas familias schoenstattianas han sellado
su matrimonio en nuestro pequeño Santuario (se refiere el Santuario original)
en los últimos años. Son aquellos jóvenes y aquellas jóvenes que vienen de la
juventud schoenstattiana, y desean sellar aquí en nuestro pequeño
Santuario su alianza matrimonial para
toda la vida, y poder fundar auténticas familias schoenstattianas. Ya se habrán dado cuenta también que hay
siempre más y más familias que en su casa tienen como símbolo exterior un
cuadro de la imagen de Schoenstatt, parecido a un rincón religioso, un rincón
schoenstattiano en su hogar, en donde cantan y rezan oraciones
schoenstattianas. El dicho conocido: “A la sombra del Santuario se codecidirán
los destinos de la Iglesia en los próximos siglos”, tendrá su pleno vigor
recién, si nos resulta formar tales “islas de familias”, tales familias
schoenstattianas.
“Schoenstatt es mi mundo, mi mundo debe hacerse Schoenstatt”.
Así como es Schoenstatt, así debe ser mi familia. En Schoenstatt está el
Santuario, hay cantos y oraciones, y sobre todo está el espíritu
schoenstattiano.
¿No es inoportuno hablar así en público de la familia
schoenstattiana? ¿No habrá entre ustedes muchas que piensen haber recibido de
Dios el llamado a vivir virginalmente? Sin duda que hay muchas con esta
vocación. Pero, ¿no debemos justamente aportar todas para que se realice el
gran ideal de la familia schoenstattiana? ¿No creen que como juventud de
Schoenstatt aportaremos con esto esencialmente, a que el Movimiento sea fuente
de vida de la Iglesia joven? Es posible que lo logremos si cada uno, a su modo,
aporta en algo para el nacimiento y crecimiento, para la conformación de un
ideal de vida familiar y schoenstattiana.
Este desafío vale también para las que eligen como vocación
la vida virginal. Sí, hoy en día debemos apreciar mucho este gran don de la
virginidad, pues por todas partes hay muchos ataques contra la vida virginal.
Si Dios me llamó a vivir en el estado virginal, debo vivir una vida de
sacrificios, y así colaborar para el crecimiento de familias schoenstattianas
santas. Puedo ofrecer mi capital de gracias a Dios y a la Virgen María para que
ellos formen y hagan crecer muchas familias schoenstattianas ideales. Todas las
que se sienten impulsadas interiormente a la virginidad no deben perder nunca
de vista esta misión.
Pero hay entre
ustedes otras que tienen la vocación de sellar la alianza matrimonial, dándole
su mano al varón ideal y ayudar directamente a formar una familia
schoenstattiana ideal. No sé, por tanto, a quien debo dirigirme en este
momento, si a las primeras o a las segundas. Opto por las últimas, pero deseo
estimular a todas a que aporten en la formación y creación de la vida de
familia schoenstattiana ideal.
Lo que nunca estuvo en nuestros sueños juveniles, lo que no
nos entusiasmó en la juventud, tampoco lo realizaremos en la rutina de la vida
diaria. Quizá el ideal de la familia schoenstattiana no iluminó hasta ahora
suficientemente nuestra vida. ¿Cómo
mostrarles esta familia ideal? Tal vez relacionándolo con la frase “Madre, con
tu Divino Hijo …..” Quizá ustedes puedan desde ahora rezarla más a menudo:
“Desciende a los caminos de nuestra patria”. ¿A qué se refieren estas pequeñas
oraciones? A la Familia de Nazaret. Debemos detenernos un poco aquí: en Nazaret
y en la Sagrada Familia.
A continuación les desarrollaré tres pensamientos. La Sagrada Familia - Ustedes
saben que nuestro Santuario no es solamente un Tabor, sino también nuestro
Nazaret. Allí encontramos todo lo que nos mueve. Nuestro Nazaret, o sea el
reflejo de la Familia de Nazaret. ¿De qué se trata? ¿Cómo es y qué significado
tiene?
La Sagrada Familia debe ser, en primer lugar, el ideal de una familia schoenstattiana. La vemos, en segundo lugar, como la imagen más radiante de la unión que reina en la vida divina intratrinitaria. Y en tercer lugar, la concebimos como la imagen radiante de la vida de una comunidad eclesial.
(Continuará
la semana que viene)
No hay comentarios:
Publicar un comentario