miércoles, 16 de noviembre de 2011

Con María, hacia los más nuevos tiempos

Texto del Padre Fundador

Ya muy temprano nosotros, los schoenstattianos, nos fijamos como Familia el ideal de esforzarnos para que (como dice la Segunda Acta de Fundación) “seamos dignos de cooperar en el advenimiento de un tiempo en el cual la Iglesia cante con razón: Omnes haereses – etiam anthropologicas – tu sola interemisti in universo mundo. Tú has vencido las herejías antropológicas de la modernidad y generado un nuevo orden de la sociedad cristiana.” A través de nuestra alianza de amor con la MTA, desde 1914, año tras año, progresivamente, nos comprometimos con la consigna: Con la Santísima Virgen, queríamos entregarnos para marchar hacia los tiempos nuevos, alegres en la esperanza y seguros de la victoria. A lo largo de todos estos años que han pasado, nuestra mirada estuvo fija en la nueva ribera de los tiempos para el mundo y la Iglesia. Sabemos que a causa de esta orientación nuestra no fuimos comprendidos durante mucho tiempo por círculos de Iglesia que se basaron siempre, demasiado unilateralmente, en la vieja ribera de los tiempos. Nuestra alianza de amor comprometió a ambos aliados. Nosotros queríamos entregarnos por completo a la Santísima Virgen, dejarnos educar por ella. Y ella, la gran Educadora del pueblo y de las naciones, se obligó a atraernos hacia sí desde su Santuario, a fin de educarnos como instrumentos útiles en sus manos, para la cristificación mariana del mundo venidero, para gloria de Dios Padre.

Sabemos cómo ambos aliados cumplieron su tarea. Todos nosotros en mayor o menor medida, lo hemos experimentado. Desde su Santuario, ella no sólo se ha revelado como gran Misionera que continuamente realiza milagros de transformación interior espiritual, de fecundidad apostólica y de arraigo, sino que también en el ámbito de las diversas ramas de la Familia, se mostró como brillante Reformadora de la sociedad humana en pequeña escala, y como capitana por la lucha por Cristo y contra todas las fuerzas diabólicas. …………….. A lo largo de más de cincuenta años hemos experimentado, como fruto de la mutua alianza de amor, la significación, envergadura y fecundidad de la consigna dada. Por eso no nos resulta difícil repetirla con gran calidez y tomarla como norte en los próximos cincuenta años, a despecho de todas las corrientes revolucionarias en el mundo y en la Iglesia, y comprometer vida y alma por ella. A comienzos de la segunda mitad del siglo, queremos repetir a nuestra manera, con el mismo fervor, lo que Max Brunner declara solemnemente a comienzos de los primeros cincuenta años: “Ave, Imperatrix, morituri te salutan!”. Así como por entonces los primeros miembros de la Familia juraron la bandera como expresión de su consagración o de su alianza de amor con las palabras: “Esta es la bandera que elegí, no la abandonaré, se lo he jurado a Dios”, así también queremos hacerlo nosotros espiritualmente. Y como ellos, esperamos escuchar la respuesta de nuestra Aliada: Este es el instrumento que elegí. No lo abandonaré, se lo he jurado a Dios. Este juramento vale para la Familia en su conjunto y para cada uno de sus miembros.

Con esta actitud caminamos hacia el oscuro futuro. Lo hacemos con la consigna: Con María, alegres en la esperanza y seguros de la victoria, hacia los más nuevos tiempos. En la medida en que ardamos por ese lema, no descansaremos hasta que todas las personas que amamos y queremos, dentro y fuera de la patria, se unan en esa misma consigna. Entonces todos podrán repetir también junto con nosotros: Creo firmemente que jamás perecerá quien permanezca fiel a su alianza.

(Texto extraído del mensaje escrito por el Padre Kentenich a la Familia de Schoenstatt en el mes de septiembre de 1968, recogido en el Tomo XVII de ‘Propheta locutus est. Conferencias y alocuciones del P. Kentenich en sus tres últimos años de vida’, Berg Sion, 2000, 163-186, y publicado en Kentenich reader Tomo 1: Encuentro con el Padre Fundador, Págs. 296-298)


Comentario

Es el núcleo del mensaje de despedida del Padre Fundador de Schoenstatt para todos sus hijos. Lo escribió el 7 de septiembre de 1968, una semana antes de su regreso al Padre. En este mensaje el Padre Kentenich vuelve a resumir con un lenguaje sencillo su misión y su labor a lo largo de toda su vida. En el centro del mismo vemos a la figura de la Santísima Virgen en su indisoluble unión con Cristo, querida por Dios. Es la biunidad o unidad bipersonal de Jesús y María, como relación peculiarísima, la que nos ofrece la clave para conformar una nueva sociedad cristiana. El camino que conduce a un mundo configurado en Cristo pasa por María, por la conformación cada vez más mariana del mundo. En la comunidad nueva hacia la que nos encaminamos en la Redención, Cristo será la cabeza y María el corazón. Desde esta perspectiva el Padre Kentenich vivió y murió sin perder el ánimo, al contrario, pleno de una confianza y seguridad, soportadas e iluminadas a todas luces por una fe auténtica en el mundo sobrenatural. Eso fue lo que nos dejó a sus hijos. Eso es lo que sus hijos le agradecen en el mundo entero.


(Nota: con esta entrada finaliza este BLOG en su forma actual. En la semana que viene se publicarán los Índices y la Bibliografía utilizada. Han sido “CINCUENTA SEMANAS CON EL PADRE”, cuyo material queda a disposición de la Familia de Schoenstatt en este camino de preparación al primer centenario de la Alianza de Amor. Posteriormente seguirán publicándose textos del Padre Fundador sobre temas destacados en la pedagogía de Schoenstatt, comenzando con el tema del "Matrimonio y la familia")

1 comentario:

  1. Vamos sentir falta!
    O blog já era nosso hábito, toda quarta feira!
    Aguardamos ansiosos pela continuação!
    Nosso muito obrigado pela oportunidade de meditações e partilha!
    Um gde abraço,
    Ronaldo e Angelica

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