miércoles, 24 de agosto de 2011

La Nueva Alianza


Texto del Padre Fundador

Cuando llegó la plenitud de los tiempos, se encarnó la segunda persona de la Trinidad, consumando así el sentido de la Antigua Alianza. Por su sangre, por su muerte en la cruz, el Esposo crucificado compró a un alto precio y recibió por esposa a la Iglesia. Así nos aparece la Nueva Alianza, sellada con la sangre del Señor. De ese modo su Iglesia, y también nosotros, hemos sido comprados a un alto precio. El Matrimonium ratum sellado en la cruz pasó a ser consummatum en la redención subjetiva. De ese modo el símbolo de la esposa pasó al Nuevo Testamento, pero con la diferencia que, a partir de entonces, es expresión adecuada de la alianza y relación de amor entre Cristo y la Iglesia y el alma de la persona en gracia; mientras que la “relación padre-hijo” es símbolo de esa misma actitud fundamental del amor, pero ante el Padre. No se olvide que aquí se trata siempre sólo de imágenes, de símbolos; no se permanezca demasiado tiempo adherido a ellos. Por otra parte, no se pase por alto lo que constituye el núcleo: una alianza de amor mutua.
Lo que era la circuncisión para el Antiguo Testamento es el bautismo para el Nuevo Testamento: la integración, la incorporación a la respectiva relación de alianza. Así pues todos los bautizados han sellado una alianza con el Señor. Fueron bautizados en su muerte y están asociados a él en esa muerte. Han de quedar inseparablemente unidos a él en una santa y misteriosa comunidad de ser, de vida y de amor; y en él y con él, integrados a su unidad de amor con el Padre en el Espíritu Santo.

(Texto extraído de Das Lebensgeheimnis Schönstatt, parte II, “Espiritualidad de alianza”, Patris Verlag Vallendar-Schönstatt, 1972 – Ver: Kentenich reader, Tomo 2: Estudiar al Fundador, Pág. 64/65 – Amor de Dios y Alianza de amor)

Comentario

El Padre Fundador nos muestra la estructura de la alianza en la historia de salvación con abundantes citas de las Sagradas Escrituras. El nos dice que la alianza de Dios no es sólo el sentido de la historia de salvación, sino que es también la forma fundamental de la misma. Dios permanece fiel a su plan, y lo que en el Antiguo Testamento se reveló en la historia de Adán, Noé, Abrahán y Moisés, llega a su consumación en el Nuevo Testamento con la encarnación de la segunda persona de la Trinidad. Son muchas las imágenes que nos trae el Padre Kentenich para hacernos más comprensible el misterio de las relaciones entre Dios y los hombres, el misterio de la alianza; pero hay una en la que se detiene con gusto: la imagen del esposo y de la esposa. San Pablo tomó también la idea del desposorio y la elaboró con esmero y cariño. Él llama a la comunidad de Corinto “esposa del Señor”, considerando que todos son miembros de Cristo. Nuestro Padre cita a San Pablo en la segunda Carta a los Corintios: “Tengo celos de ustedes, celos de Dios: porque los he prometido a un solo marido, Cristo, para presentarlos a él como virgen intacta.” Todas las almas, dice el Padre Fundador, pueden ser llamadas en sentido amplio “esposas de Cristo”. Vivimos totalmente de la alianza, de la comunión de amor y de vida con Cristo. Una alianza que se funda en la alianza bautismal. Es por ello que la alianza es el eje en torno del cual todo gira, en este mundo y en el más allá. Una alianza de amor mutua que da sentido a todos los acontecimientos y crisis de la historia, dice el Fundador.

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