viernes, 12 de septiembre de 2025

LOS SANTUARIOS FILIALES

Construyamos el santuario… Me referiré primeramente a la construcción de los santuarios filiales. ¿Por qué razones estamos convencidos de que en ellos obtenemos las mismas gracias que en el santuario original? ¿Qué condiciones tenemos que cumplir y qué frutos podemos esperar a la hora de poner tan fuertemente en primer plano los santuarios filiales?

Para nuestros extranjeros era muy difícil carecer de santuarios filiales. Piensen en Chile, Brasil… ¡Qué importante es el santuario, especialmente para los latinos que tienen una disposición tan marcada para lo sensible! Resulta difícil introducir a alguien al mundo de Schoenstatt apelando sólo a la exposición de ideas. De ahí pueden inferir la importancia crucial que revistió nuestra espiritualidad de los santuarios filiales.

Entre las hermanas que llegaban al extranjero provenientes de Alemania había una tácita inquietud. Fue solucionada construyendo los santuarios filiales de modo que, en lo posible, fuesen idénticos al original: así se facilitó en ellos la vivencia de hogar por asociación al santuario original.

En Milwaukee me visitaban schoenstatianos procedentes de los cuatro puntos cardinales. En Milwaukee había un santuario filial. Yo me alegraba mucho al escuchar que mis visitantes decían: "¡No hay diferencia! ¡Es como si estuviéramos en casa!"

Asemejamiento e incorporación al santuario original

Ésta fue también la razón de por qué siempre mantuvimos la consigna: en lo posible, asemejarse al santuario original, pero también incorporarse a él. ¿Qué significa asemejamiento? Que todo lo externo sea igual. ¿E incorporación? Que nos integremos a la misión del santuario original. Hay que designar a los procesos de vida siempre con los mismos términos. Con el paso del tiempo debemos desarrollar esa maestría, porque nos infundirá seguridad en cuanto a los principios metafísicos. Vale decir entonces que no sólo hay que lograr un asemejamiento e incorporación a la cabeza sino también un asemejamiento e incorporación al lugar. Quien no tenga por naturaleza facilidad para lo metafísico aprenderá por esta vía a reflexionar en profundidad las ideas y exponerlas con pocas palabras.

Kentenich READER, Tomo 2

viernes, 5 de septiembre de 2025

SCHOENSTATT Y SU SANTUARIO: un lugar de gracias

La comunicación entre Dios, puro espíritu, y el ser humano, un ser ligado a la materia, constituye un tema fascinante. Por "comunicación" no sólo se entiende una percepción intelectual sino también un intercambio integral de vida que incluye los sentidos y la afectividad, y apunta a entrelazar con la mayor perfección posible la naturaleza y la gracia.

Cumbre y punto nodal es el Dios hecho hombre, la palabra de Dios hecha carne. En el camino de la historia que lleva hacia esa cumbre y en la continuación de dicho camino, se observan incontables iniciativas de Dios. En tales iniciativas, Dios ha unido su intervención y su gracia a determinados lugares, cosas u actos. Elocuentes ejemplos de ello son los sacramentos y los santuarios. En todas las religiones, los santuarios se enmarcan en la fe que Dios opera particularmente en determinados lugares y signos.

En el ensayo "Schoenstatt, lugar de gracias", del cual ofrecemos a continuación algunos fragmentos, el padre Kentenich enfoca la cuestión de si Dios (a través de la santísima Virgen) ha obrado y obra especialmente en el lugar de Schoenstatt y en el Movimiento surgido allí.

……

“Schoenstatt, en cuanto lugar y en cuanto organismo vivo, se consideró a sí mismo, desde el principio como una clara obra de Dios, y eso le infundió fuerza de empuje en todas las situaciones por las que pasó. La discusión en torno de Schoenstatt topa, tarde o temprano, con la pregunta crucial: ¿Se puede demostrar realmente que Schoenstatt es claramente una obra de Dios?

Hablo a la vez de lugar y organismo vivo, porque ambos están inseparablemente unidos. Nacieron y crecieron juntos; compartieron siempre un mismo destino. Lo que se dice del lugar vale igualmente para el organismo vivo.

Para quienes contemplan a Schoenstatt con una actitud crítica, los problemas que se plantean en esta área se resumen en la siguiente pregunta:

¿Puede considerarse a Schoenstatt como lugar de gracias?

[…] Una comparación con Fátima nos infunde claridad sobre el asunto. En relación con nuestra fe que Schoenstatt es una obra de Dios, voy a enfocar las fuentes de conocimiento de uno y otro lugar [Fátima y Schoenstatt].

Vivimos en una era de irracionalismo y misticismo triunfantes, en una era de debilitamiento de la fe y de la vida de fe. Especialmente en tiempos como éstos, existen muchas personas que para su conversión esperan milagros y signos extraordinarios, visibles, palpables. Parece que Dios, en su bondad y sabiduría, tuvo consideración de estas personas haciendo surgir el santuario de Fátima.

Otras personas, en cambio, tienen la fuerza y la gracia de abrazar con seriedad las verdades de la fe y así asumir la vida incluso en sus situaciones más difíciles. En este sentido encuentran un sólido apoyo en Schoenstatt, porque Schoenstatt nunca se basó ni en visiones, ni en profecías, ni en milagros físicos: todo en Schoenstatt descansa en el deseo y la acción de Dios. Deseos y acción de Dios que todo cristiano que tenga fe en la divina Providencia puede discernir en la vida diaria y en el acontecer mundial. […]

Cuando llamamos "lugar de gracias" a Schoenstatt, lo hacemos en tres sentidos

Nos referimos a nuestro santuario como lugar de gracia tal como lo es toda iglesia y capilla donde se haga oración y se ofrezca el santo sacrificio. Nadie tiene nada que objetar a ello. Tampoco se objetará que consideremos a nuestro santuario como centro de un movimiento religioso que se originó allí y tiene además allí su hogar. Nuestro Movimiento lo siente como hogar en virtud de los cursos que continuamente se dictan allí, y de vivencias religiosas profundas, tanto en el plano individual como comunitario.

Estas dos interpretaciones no son el punto de ninguna objeción, por lo tanto quedan fuera de discusión. Ésta última gira solamente en torno de la siguiente pregunta: nuestro santuario ¿es como los otros lugares de gracia y de peregrinación donde la santísima Virgen "ha erigido su trono de manera especial"?

La Familia de Schoenstatt sostiene esta opinión fundándose en el Acta de Fundación y en la interpretación providencialista del desarrollo histórico del Movimiento basado en ella. El punto culminante del Acta de Fundación son las siguientes palabras:

"Me parece como si en este momento Nuestra Señora aquí, en la capilla de san Miguel, nos dijese por boca del santo arcángel: no se preocupen por el cumplimiento de su deseo. Ego diligentes me diligo. Amo a los que me aman. Pruébenme primero que ustedes me aman realmente, que asumen con seriedad su propósito. Ahora tienen la mejor oportunidad para hacerlo. En estos tiempos que corren, tan difíciles y tremendos, no crean que es algo extraordinario que se les plantee a ustedes exigencias más elevadas que las planteadas a otras generaciones, incluso que sean elevadísimas. Porque según el plan de la divina Providencia, esta guerra mundial, con sus poderosos impulsos, ha de ser para ustedes un medio auxiliar extraordinario para la obra de su santificación personal. Esa santificación personal es lo que espero de ustedes: es la armadura con la que han de revestirse, es la espada con la cual luchar por sus deseos. Ofrézcanme con esmero contribuciones para el capital de gracias: mediante el fiel, fidelísimo cumplimiento del deber y una ardiente vida de oración, adquieran muchos méritos y pónganmelos a mi disposición. Entonces me estableceré con gusto entre ustedes y repartiré en abundancia dones y gracias, y desde aquí atraeré hacia mí los corazones juveniles, educándolos como instrumentos útiles en mi mano…" (para conformar un movimiento de renovación amplio y bien estructurado)."

                                                Schoenstatt Reader, Tomo 2

 

viernes, 29 de agosto de 2025

FUENTES DE LA "INSCRIPTIO"

Fuentes de la "inscriptio": imagen de la MTA y la definición de amor de san Agustín

¿Cómo se gestó la corriente de inscriptio?

La pregunta está bien formulada. No se pregunta quién la llevó a cabo sino cómo se gestó. Porque al principio no había ya una idea que tuviese que ser volcada a la realidad a toda costa. No; esa idea se fue gestando gradualmente.

Distingamos una historia externa de una interna. Una vez aclarados ambos aspectos, tendremos espontáneamente la respuesta a la segunda pregunta: ¿Qué entendemos por corriente de inscriptio?

Conocemos la antigua ley: si sabemos cómo se gestó algo, sabremos también qué es. Dos puntos de partida que podemos considerar como dos semillas plantadas en el campo sin una intención especial.

La primera semilla: la explicación de la imagen de la MTA

La primera semilla es el examen que hizo el padre Engel de nuestra imagen de la MTA. En muchos ambientes se consideraba que esa representación de la Virgen y el Niño era "kitsch" (cursilería). Entonces el padre Engel demostró, fundado en estudios, los valores artísticos de ese cuadro. Se plantó así una pequeña semilla que nos llamó la atención particularmente sobre el tema del corazón. En efecto, la imagen representa una unidad entre Cristo y la santísima Virgen. La unidad de ambos que, desde el principio, fue el núcleo de nuestra fe.

El cuadro de la MTA constituye evidentemente una expresión coherente de lo que queremos. ¿Qué imagen tuvo toda la Familia desde los inicios? Reparen en las pequeñas oraciones que se comenzaron a rezar en la Familia, por ejemplo en 1917: "Madre con tu Hijo divino…" Una unión muy íntima entre Madre e Hijo; "sí, en amor, te unes a María y a su Hijo", "Madre tres veces Admirable…" Desde el comienzo promovimos una devoción mariana no centrífuga sino centrípeta, vale decir, orientada hacia Cristo.

Para nosotros, los schoenstatianos, la imagen de la MTA posee una simbología muy profunda. En ella proyectamos y de ella extraemos todos los grandes pensamientos. Procuremos que esos símbolos que amamos nos interpelen; que la contemplación de la imagen de la MTA sea como un libro abierto para nosotros, en el cual veo ilustrado lo que hemos estado elaborando personalmente, lo que resuena en nuestra alma.

……

La segunda semilla: la definición de amor de san Agustín

¿Y la segunda semilla? En ciertas oportunidades cité la definición de amor que da san Agustín: amor es inscriptio cordis in cor. Pero yo solía decirlo como de paso.

Éstas son pues las dos semillas. Cuando noté que estaban germinando, las tomé. Detengámonos en la definición de amor, en la agustiniana.  

viernes, 22 de agosto de 2025

María Reina - Nuestra Señora muy querida

 Reflexionemos sobre la realeza de María enfocando el título: "Nuestra querida Señora".[ ¿Qué significa este título? Una elevación, una profundización e interiorización del concepto de realeza.

Se cuenta que un rey de Hungría donó un edificio a la santísima Virgen e hizo pintar un cuadro de ella con el título de "Nuestra querida Señora de Stuhlweissenburg". Y le ofreció todo su reino para que fuese feudo suyo. La historia nos relata que desde entonces es costumbre que todo noble se incline cuando contempla una imagen de la santísima Virgen o bien pronuncia su nombre.

¿Qué nos ilustra esta historia? Nos ilustra el título "Nuestra Señora muy querida". Meditemos cada una de esas tres palabras. La santísima Virgen se nos aparece como Señora, como Nuestra Señora y como muy querida.

Señora: la santísima Virgen se nos presenta como "dómina" En la Edad Media este término equivalía a "reina". Una vez que hayamos coronado a María santísima nos plantearemos lo siguiente: ¿Cómo aseguramos el efecto y la actitud de esta coronación? En la Edad Media era muy corriente la idea de coronar a la santísima Virgen. Asombra que hoy los católicos sepan tan poco sobre tales acciones simbólicas. La santísima Virgen es por lo tanto "Nuestra Señora", nuestra reina. San Atanasio dijo una vez: es evidente que si Cristo es el rey del mundo, la santísima Virgen sea entonces la reina del mundo. San Bernardo dice: todo lo que pertenece al Dios vivo pertenece simultáneamente a su madre. Y si Cristo es Dios y Dios de todo lo creado, entonces es evidente que la santísima Virgen sea también reina de todo lo creado. Estos son pensamientos de antigua tradición.

La triple corona - Fundamentación de la realeza de María

La santísima Virgen lleva tres coronas. La primera se la debe al Dios vivo: derecho de herencia; la segunda, a sí misma: derecho de conquista; la tercera, en su mayor parte a nosotros y al demonio: derecho de elección.

La primera corona es la corona de la dignidad: ¿Quién ciñó en sus sienes esta corona? El Dios Trino. ¡De qué refulgente dignidad la revistió el Dios vivo! Dos observaciones nos ayudarán a recordarla: Ella alumbró a Dios y a ella se le concedió "dar órdenes" a Dios. Contemplemos nuevamente la imagen de la MTA y veamos al Niño contra su pecho: María es la que alumbró a Dios. Pero también a ella se le concedió "dar órdenes" a Dios. ¡Cuán grande tiene que ser entonces su dignidad! A causa de Dios esa dignidad es casi infinita, así lo dicen los teólogos.

El Dios vivo otorgó a María leyes de excepciones y de perfecciones. Por causa de ella Dios abolió leyes naturales. Opus quod solus artifex supergreditur: obra soberana superior a todo lo que no es el mismo artífice. La Madre de Dios mantuvo su virginidad: virgen antes, durante y después del parto. Dios hizo excepciones con respecto a la ley natural. Y porque ella permaneció virgen en el parto, tampoco padeció dolores de parto. ¡Con qué grandeza pensó el Dios vivo a la santísima Virgen! ¡Qué corona de dignidad ciñó a sus sienes! Ella no tuvo pecado original, por lo tanto no estuvo afectada por esa ley bajo la cual todos nosotros gemimos. Y otra excepción: ¿Cómo imaginarnos la muerte de la santísima Virgen? Sin los dolores comunes, los dolores normales de la disolución. Su cuerpo no conoció la corrupción.

Sigan reflexionando sobre estos pensamientos. Perciban todas las grandes verdades metafísicas que entrañan. ¿Por qué todas esas excepciones de las leyes naturales? Por causa de Cristo. La grandeza de la santísima Virgen no es, por último, más que una sombra del Señor. Esas excepciones se explican porque ella debía ser la Madre de Dios.

Nos alegramos de que el Dios vivo la haya coronado. Al coronarla ahora nosotros, se trata de una coronación libremente elegida y querida. No le ceñimos la corona simplemente por hacer algo distinto, no; nuestra corona ha sido conquistada, con nuestra corona reconocemos la dignidad de la santísima Virgen.

La segunda corona es la corona de la nobleza moral. ¿A quién se la debe ella? A Dios y a su propia colaboración. En este sentido la santísima Virgen estuvo activa de manera destacada. Podríamos repasar toda la vida de virtudes de la Madre del Señor. ¿En qué consiste su grandeza moral? En estar libre de pecado e imperfecciones, en estar colmada por las virtudes teologales. Esa libertad de todas las faltas de libertad y esa riqueza de virtudes no sólo es el regalo de Dios sino a la vez fruto de su propia y lúcida colaboración.

La tercera corona es la corona que le ceñimos nosotros y el diablo. La santísima Virgen se nos aparece como reina en sentido estricto del término, como reina dotada de poder y sabiduría: ella es corregente. Visto desde el otro lado, ésta es la corona de la misericordia. El grado de su dignidad es el grado de su poder y de su acción para con el demonio y el ser humano. El demonio es derrotado por la santísima Virgen; ella es la que aplasta la cabeza de la serpiente. Pero ella es también reina en cuanto a su acción para con nosotros. Ella es casi omnipotente, es la omnipotencia suplicante. Es reina en el reino de la misericordia.

                                                                           Kentenich Reader, Tomo 2

viernes, 15 de agosto de 2025

El poderoso ha hecho maravillas en mí (Lc 1,49)

¿Cuál es la razón más profunda del culto que los hijos de la Iglesia profesan a la santísima Virgen? María misma nos lo señala al proclamar: "Todas las generaciones me llamarán bienaventurada "(Lc 1,48). Es evidente que ella sabe e intuye que en su ser se manifiesta algo extraordinario. De esta manera nos da a conocer lo que los teólogos más tarde llamarían hyperdulia (veneración sobresaliente). ¿Cuál es esa razón que ella misma conoce y reconoce? "El poderoso ha hecho maravillas en mí".

¿Cuál es la causa última de su dignidad y de su grandeza? Haber sido la Madre corporal de Jesús. Simultáneamente es su colaboradora ministerial en toda la obra de la redención.

María es más que la madre corporal de Jesús. Simultáneamente es su colaboradora ministerial en toda la obra de la redención.

Él no quiere hacerse hombre sin su fiat libre y voluntario. No quiere morir en la cruz sin su consentimiento. Sin ella, es decir sin su colaboración, no quiere repartir ninguna gracia. Por ese motivo quiso que ella estuviera a su lado en todos los momentos importantes de su vida, de su obra redentora. Esto no sólo se refiere a la anunciación y a la situación del Calvario. El primer milagro de gracias manifiesto, cuando san Juan Bautista fue santificado en el seno de su madre, lo obró Jesús unido a ella. También el primer milagro de orden físico: la transformación del agua en vino. En ambos aparece evidentísima la colaboración de María… Pensemos en el momento en que la Iglesia es perfeccionada en el Cenáculo. ¿Quién es la representante viviente de la Iglesia, la colaboradora de Cristo?

En los Evangelios nos encontraremos siempre con que, aparentemente, la Madre de Dios se retira sin llamar la atención, y, sin embargo, en todos los momentos esenciales está al lado de Cristo. Durante toda su vida dio pruebas evidentes como su singular colaboradora ministerial en la obra que él debió realizar como cabeza de la humanidad.

María fue la permanente compañera en la gran misión que él debía realizar.

Con mayor exactitud: debía formar una permanente comunidad vital con Él, más aún, una permanente comunidad de tareas. Debía participar en la gran obra del Salvador, pero también en toda la posición del Salvador. Quizás intuyamos un poco cuál es la grandeza de la Madre de Dios.

María fue absorta en todo momento y en todas las circunstancias de su vida por la persona y los intereses del Salvador. Ella existe exclusivamente para él y su obra redentora. Exclusivamente por esa causa fue asunta al cielo y coronada como reina del cielo y de la tierra. Ella no quiere nada para sí misma: lo único que le interesa en cada momento es la persona del Señor y su obra. Esta preocupación es ahora su felicidad y su gloria en el cielo.

¡Qué grandeza la de María! Es verdaderamente reina, es corregente. Gobierna con el rey. Ella no sólo es reina como lo es la esposa de un rey que, por ser su esposa, lo acompaña, colabora con él, pero en segundo plano. No, ella es corregente, es la permanente colaboradora ministerial de Cristo en su tarea de gobierno, la redención del mundo.

Cristo tiene también hoy la tarea de redimir. En el cielo es el mediador ante el Padre, y desde allí quiere formar y modelar a los hombres. María santísima es su colaboradora ministerial. No fue solamente colaboradora del Salvador, al darle la vida; sino que siguió siéndolo también más adelante. De ahí que su maternidad sea parte de su tarea: ser colaboradora permanente… También ahora sigue estando a disposición de Cristo como Madre y colaboradora ministerial.

María hizo suya la misión de Cristo, y por encargo divino puede ayudar permanentemente para que esta misión se realice en plenitud en todas sus dimensiones.

El poder de María sobre el corazón divino tiene una doble raíz. Por ser Madre de Dios puede estar segura que sus deseos y peticiones serán siempre considerados. Por ser la permanente colaboradora de Cristo en toda la obra de la redención, o por ser nuestra Madre en todo el sentido de la palabra, tiene la posición y el poder de una reina que participa del gobierno de su Hijo, el rey del cielo y de la tierra.

De todo esto se deduce que, según los planes divinos, el Salvador y su bendita Madre han de estar unidos por tiempo y eternidad, en la comunión más íntima de amor, de vida, de destino y de misión.

 María, signo de luz / Aforismos



viernes, 8 de agosto de 2025

ALIANZA DE DIOS Y ALIANZA DE AMOR (2)

Cuando llegó la plenitud de los tiempos, se encarnó la segunda persona de la Trinidad, consumando así el sentido de la Antigua Alianza. Por su sangre, por su muerte en la cruz, el Esposo crucificado compró a un alto precio y recibió por esposa a la Iglesia. Así se nos aparece la Nueva Alianza, sellada con la sangre del Señor. De ese modo su Iglesia, y también nosotros, hemos sido comprados a un alto precio. El matrimonium ratum sellado en la cruz pasó a ser consummatum en la redención subjetiva. De ese modo el símbolo de la esposa pasó al Nuevo Testamento, pero con la diferencia de que, a partir de entonces, es expresión adecuada de la alianza y relación de amor entre Cristo y la Iglesia y el alma de la persona en gracia; mientras que la "relación padre-hijo" es símbolo de esa misma actitud fundamental de amor, pero ante el Padre. No se olvide que aquí se trata siempre sólo de imágenes, de símbolos; no se permanezca demasiado tiempo adherido a ellos. Por otra parte, no se pase por alto lo que constituye el núcleo: una alianza de amor mutua.

Lo que era la circuncisión para el Antiguo Testamento es el bautismo para el Nuevo Testamento: la integración, la incorporación a la respectiva relación de alianza. Así pues todos los bautizados han sellado una alianza con el Señor. Fueron bautizados en su muerte y están asociados a él en esa muerte. Han de quedar inseparablemente unidos a él en una santa y misteriosa comunidad de ser, de vida y de amor; y en él y con él, integrados a su unidad de amor con el Padre en el Espíritu Santo.

San Pablo tomó esta idea del desposorio y la elaboró con amor. Llama "esposa del Señor" a la comunidad de Corinto. Da por supuesto que todos son miembros de Cristo e hijos del Padre. Por eso escribe: "Tengo celos de vosotros, celos de Dios: porque os he prometido a un solo marido, Cristo, para presentaros a él como virgen intacta".

Por lo tanto toda alma en gracia puede ser llamada "esposa de Cristo" en el sentido amplio del término; en sentido estricto es quien ha elegido libremente esa relación esponsalicia como exclusiva y perpetua. Así entendemos el estado de virginidad en la Iglesia y la tradicional consagración de vírgenes. Basándose en esta idea de la esposa, san Pablo da respuesta a una serie de temas difíciles, como el trato con nuestro cuerpo o bien cuestiones relativas al matrimonio.

Les encarece a los corintios que el cuerpo es templo del Espíritu Santo. La razón es evidente: somos miembros de Cristo, por eso estamos animados por su espíritu, de ahí que no nos pertenezcamos a nosotros mismos. El cuerpo es un santuario. Está para el Señor. Más aún, el cuerpo es miembro de Cristo. Quien se entrega a deshonestidades profana el templo; desacraliza y deshonra los miembros de Cristo haciéndolos miembros de una prostituta. De ahí la grave advertencia: "Si alguien destruye el santuario de Dios, Dios lo destruirá a él, porque el santuario de Dios, que sois vosotros, es sagrado".

El Apóstol de los Gentiles hace derivar la grandeza y dignidad del matrimonio cristiano de esa semejanza con la unión esponsalicia-conyugal entre Cristo y su Iglesia. Así les enseña a los efesios:

"Las mujeres deben respetar a los maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer como Cristo es cabeza y salvador de la Iglesia, que es su cuerpo. Así, como la Iglesia se somete a Cristo, de la misma manera las mujeres deben respetar en todo a los maridos. Maridos, amad a vuestras esposas como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella, para limpiarla con el baño del agua y la palabra, y consagrarla, para presentar una Iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga ni cosa semejante, sino santa e irreprochable. Así tienen los maridos que amar a sus mujeres, como a su cuerpo. Quien ama a su mujer se ama a sí mismo; nadie aborrece a su propio cuerpo, más bien lo alimenta y cuida; así hace Cristo por la Iglesia, por nosotros, que somos los miembros de su cuerpo. Por eso abandonará el hombre a su padre y su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne. Ese símbolo es magnífico, y yo lo aplico a Cristo y a la Iglesia. Del mismo modo vosotros: ame cada uno a su mujer como a sí mismo y la mujer respete a su marido" (Ef 5,22-33).

De modo similar a san Pablo, san Juan emplea la metáfora nupcial para explicar la alianza de Dios. También en san Juan el novio no es simplemente Dios, sino Cristo. Para san Juan el tiempo presente del mundo constituye un único y gran tiempo en que la novia espera al novio. Por eso concluye el Apocalipsis con las palabras:

"Yo, Jesús, envié a mi Ángel a vosotros con este testimonio acerca de las Iglesias. Yo soy el retoño que desciende de David, el astro brillante de la mañana. El Espíritu y la novia dicen: ven. El que escuche diga: ven" (Ap 22,16s).

Y reitera:

"El que atestigua todo esto dice: sí; vengo pronto. Amén. Ven, Señor Jesús.

Kentenich Reader. Tomo 2, Pgs. 63 y ss

viernes, 1 de agosto de 2025

ALIANZA DE DIOS Y ALIANZA DE AMOR

El Dios Trino es un ser dialogal. En el fondo tiene que ser así, si es cierto que Dios es amor, porque parte de la esencia del amor es poder regalar y recibir. Se entiende pues la vida intratrinitaria como un continuo intercambio y corriente de amor entre tres personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

De ello se desprende que la acción de Dios está fundada en el amor. La creación tiene como base la motivación del amor, la "ley fundamental del mundo", tal como queda expuesto en el capítulo anterior.

La esencia de Dios y la esencia del amor suponen, consecuentemente, que toda acción surgida del amor se orienta hacia el otro a quien se ama. Dios creó el mundo y sobre todo seres dotados de espíritu, para tener compañeros con quienes compartir el amor. Por lo tanto la ley fundamental del mundo es a la vez la ley de una alianza de amor.

Dios reveló esta realidad en la historia de salvación. Y lo hizo de manera inequívoca. Sella y quiere sellar con seres humanos una alianza que debe ser cada vez más una alianza de amor, una alianza matrimonial. Así pues el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento constituyen la revelación de la "antigua alianza" y de la "nueva alianza".

La alianza de amor del 18 de Octubre de 1914 es una concreción de esa alianza de Dios.

En la carta del padre Kentenich al prelado José Schmitz (llamada por eso "Carta a José") se halla un texto clave sobre la alianza de amor. En él se expone la estructura de alianza que se aprecia en la historia de salvación, fundamentándola con abundantes citas de las Sagradas Escrituras. Y continúa el trazado de esa línea de alianza desde aquellos tiempos hasta nuestra alianza de amor.

El presente texto está extraído de Das Lebensgeheimnis Schoenstatt, parte II, "Espiritualidad de alianza", Patris Verlag, Vallendar-Schoenstatt, 1972, 43-60.

 

El significado de la alianza de Dios para la historia de la salvación

Quien a la luz de la revelación repase los milenios de historia transcurridos, suscribirá con gusto la afirmación: "La alianza de Dios, la alianza de amor entre Dios y el pueblo, es el sentido, la forma, la fuerza y la norma fundamentales de toda la historia de salvación, comenzando desde Adán hasta el momento cuando aparezca el Señor sobre las nubes del cielo, con gran poder y gloria, para juzgar vivos y muertos".


La alianza de amor es el sentido fundamental de la historia de salvación

El Apocalipsis describe con imágenes dramáticas el transcurso de la historia guiada por Dios. Pero también pinta vivamente su consumación, desvelando el sentido que entraña, el sentido que Dios ha puesto en ella: la plenitud de la comunión de amor entre Dios y el ser humano, expuesta metafóricamente como las bodas del novio y de la novia. En el final de los tiempos ambos están ampliamente abiertos y receptivos el uno para el otro; ambos corren al encuentro con el clamor del anhelo a flor de labios: "¡Ven!" (Ap 22,17). Se unen el uno con el otro y en el otro en una comunión de amor indisoluble: he aquí el sentido último de todo el acontecer mundial y de todo destino.

Relata el autor del Apocalipsis:

"Vi un cielo nuevo y una tierra nueva. El primer cielo y la primera tierra habían desaparecido, el mar ya no existe. Vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, bajando del cielo, de Dios, preparada como novia que se arregla para el novio. Oí una voz potente que salía del trono: mira la morada de Dios entre los hombres; habitará con ellos; ellos serán su pueblo y Dios mismo estará con ellos. Les secará las lágrimas de los ojos. Ya no habrá muerte ni pena ni llanto ni dolor. Todo lo antiguo ha pasado. El que estaba sentado en el trono dijo: mira, yo hago nuevas todas las cosas… Yo seré su Dios y él será mi hijo" (Ap 21,1-17). "¡Aleluya ya reina el Señor, Dios nuestro Todopoderoso! Alegrémonos, regocijémonos y demos gloria a Dios, porque ha llegado la boda del Cordero, y la novia está preparada… Dichosos los convidados a las bodas del Cordero" (Ap 19,6-9).

"Se acercó uno de los siete ángeles… y me habló así: ven que te enseñaré la novia, la esposa del Cordero. Me trasladó en éxtasis a una montaña grande y elevada, y me mostró la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo, de Dios, resplandeciente con la gloria de Dios… No vi en ella templo alguno, porque el Señor Dios Todopoderoso y el Cordero son su templo. La ciudad no necesita que la ilumine el sol ni la luna, porque la ilumina la gloria de Dios, y su lámpara es el Cordero" (Ap 21,9-11.22s.).

 

La alianza de Dios es la forma fundamental de la historia de salvación

La filosofía nos señala que la causa finalis determina la causa formalis. Con razón pues la alianza de amor, que en su plenitud representa el sentido de todo el acontecer mundial, ha de ser también forma fundamental de la historia de salvación en su totalidad y en cada una de sus partes. Vale decir que le da forma y figura de amor a cada acontecimiento: el amor lo preparó y lo envió, el amor lo enciende y profundiza, el amor posteriormente contribuirá a modelarlo y consumarlo con creatividad.

Las Sagradas Escrituras no se cansan de dar prueba, de corroborar esta realidad. Lo hacen de muchas maneras, con relatos y descripciones. El pensamiento de que el Dios de la alianza es el Señor de la historia recorre todo el acontecer a modo de un hilo rojo. Dios sostiene en sus manos todos los hilos y los teje para crear un tapiz artístico. La relación fundamental que mantiene con la humanidad es una relación de alianza. Dicha alianza sella y determina cada acción de Aquél que guía el mundo. Pero es una alianza que exige la colaboración creativa del aliado que es guiado.

En la historia de Adán y de Noé, Dios aparece por excelencia como Dios de la alianza de toda la humanidad; en el caso de Abrahán y de Moisés, se dedica exclusivamente al pueblo elegido, al pueblo de Dios que en el Nuevo Testamento ingresará a la historia como pueblo de la Iglesia. El Nuevo Testamento habla de la alianza del Señor con su Iglesia, alianza que inaugura y garantiza el camino hacia la alianza de amor con el Padre, con el Hijo y con el Espíritu Santo.

En la historia de Adán y Eva no se habla ciertamente de "alianza". Pero la relación de Dios para con ellos, y de ellos para con Dios, tiene la clara impronta de una relación de alianza. La interrelación entre ambas partes es una realización e irradiación ideales de una mutua alianza de amor. Los diálogos son conversaciones de personas que se aman, que pertenecen el uno al otro. Las obligaciones de la alianza están sólo sugeridas, se pueden inferir hasta en todos sus detalles de las consecuencias de la ruptura de la alianza.

Noé es el primero en escuchar la palabra "alianza" de la boca de Dios. Dios le dice:

"Yo hago una alianza con vosotros y con vuestros descendientes… El diluvio no volverá a destruir la vida… Ésta es la señal de la alianza que hago con vosotros y con todos los seres vivientes que viven con vosotros, para todas las edades: pondré mi arco en el cielo, como señal de alianza con la tierra". (Gn 9,9-13)

Dios permanece fiel a su plan. Dios es fiel a la alianza sellada con la humanidad, pero en cierta oportunidad introduce un nuevo método en la historia de salvación: el principio de élite. Escoge a Abrahán y su descendencia de entre los demás pueblos y sella una alianza con él. Dios le promete una tierra que rezuma leche y miel, una descendencia numerosa como las arenas del mar y el nacimiento de un redentor que surgirá de su linaje. A cambio exige plena entrega de su aliado hasta el fin de los tiempos.

Kentenich reader, Tomo 2, Págs. 61 y ss