sábado, 1 de noviembre de 2025

LA FE EN LA MISIÓN

La alianza de amor schoenstatiana apunta en primer lugar a una profunda unión con la santísima Virgen. Ella está en el primer plano. El que se consagra a ella pasa a pertenecerle por completo; y la Madre del Señor le brinda hogar y lo educa para hacer de él un "hombre nuevo".

Esa íntima comunión no es sólo una meta para el propio crecimiento personal, sino que se pone al servicio de una tarea y una misión para el bien de los demás, para Schoenstatt, para la Iglesia y para el mundo. El discípulo ha de convertirse en apóstol. De la espiritualidad y mensaje de la alianza de amor surge naturalmente el mensaje de la fe en la misión. Y esa fe se enmarca en la instrumentalidad.

No es casual que estas categorías de nuestra espiritualidad (fe en la misión y espiritualidad de instrumento) se desarrollaran en la época de la confrontación con el nacionalsocialismo y apuntaran a alcanzar la cumbre del segundo hito de la historia de Schoenstatt: el 20 de Enero de 1942.

En el umbral de esta etapa de desarrollo del segundo hito, se halla la Segunda Acta de Fundación. De ella se ha extraído el presente texto sobre la fe en la misión.

 

- Cultiva con sumo cuidado la conciencia divina de tener una misión y de ser un instrumento.

- Es muy necesaria la acentuación de la conciencia divina de tener una misión y de ser instrumento. Así lo sabe toda persona depositaria de un conocimiento mayor del orden salvífico y de la situación de la actualidad.

- Sólo pueden intervenir más profundamente en el reino de Dios los hombres y comunidades que mantengan su clara vocación y misión. Es una norma evidente que rige desde siempre. Y prueba de ello son no sólo los sacerdotes y profetas del Antiguo Testamento sino también Jesús, los apóstoles, la opinión de la Iglesia y el sentir del pueblo católico.

- Jesús se retiraba a orar y enviaba a quien quería. Le interesaba inculcar a los suyos: "No me elegisteis vosotros a mí; yo os elegí a vosotros". Y en la oración sacerdotal dice al Padre del cielo que había custodiado a los que él les había dado.

- Los apóstoles, comenzando por san Pablo, ponen el acento en que ellos son enviados de Dios y de Cristo.

- En la teoría y en la práctica, la Iglesia se atiene a la norma de que nadie puede ser elegido ni enviado que no haya sido llamado como Aarón.

- El sentir del pueblo católico reservó los términos "misión" y "vocación" para las personas y comunidades con esa expresa misión divina.

- La situación actual nos recuerda una ley que formuló Donoso Cortez basándose en su observación de la historia del mundo y de la Iglesia: existen épocas en las cuales la Iglesia es perseguida en todos los frentes, y a pesar de empeñar todas sus fuerzas, no logra salir de las catacumbas. Y cuando la Iglesia reconoce honda y vitalmente la limitación del elemento humano en ella, aparece entonces el Dios eterno en el pináculo del templo, sopla la trompeta y se derrumban los muros de Jericó. En tales tiempos hay que estar pertrechado con la férrea convicción de tener una misión especial de parte de Dios y, por ende, de ser depositario de fuerzas divinas. De lo contrario se estará condenado desde un principio a la infecundidad, al desaliento, a la pasividad y la derrota. Sólo quien esté investido de la inconmovible confianza en esas fuerzas y misiones divinas podrá internarse en la alta y borrascosa mar de la vida.

Kentenich Reader, Tomo 2

viernes, 24 de octubre de 2025

RECONOCER LA VOLUNTAD DE DIOS - en las corrientes de la época y acontecer mundial

En la conciencia de la Familia está presente, con mayor fuerza aún que la estructura del ser de las cosas, la cuarta fuente instrumental de conocimiento por la cual discernir el deseo y voluntad de Dios: las corrientes de la época y el acontecer mundial, las providencias y disposiciones en la propia vida y en la vida de la Familia. No resulta difícil demostrar cómo la Familia, en su origen y desarrollo, se nutre hasta hoy de esa fuente. Y lo hace de manera muy notable.

Hemos escuchado y declarado muchas veces que la fundación y construcción de la Familia no se apoyó en visiones ni sueños visionarios, sino lisa y llanamente en la fe práctica en la divina Providencia. Una fe que detrás de las crisis y necesidades de la época, detrás del acontecer mundial y detrás de la conducción y disposiciones en el ámbito más personal, supo ver y reconocer, siempre con claridad y nitidez, la mano paternal de Dios y el deseo de Dios. Y supo responder a ese deseo. Hablamos de la mano paternal de Dios, una mano que va atando y tejiendo, una mano bondadosa y poderosa. Por eso no nos cabe a nosotros el reproche de Jesús: "Sabéis interpretar el aspecto de la tierra y el cielo ¿cómo entonces no sabéis interpretar el momento presente? (Lc 12,56).

La base del contrato y del Acta de Fundación es el deseo y la voluntad de Dios, tal como los percibimos, con fe en la divina Providencia, en la historia de la congregación mariana. Reparemos en el pasaje que dice: "¡Cuántas veces en la historia del mundo lo pequeño e insignificante fue la fuente de cosas grandes, magníficas! ¿Por qué no habría de suceder lo mismo en nuestro caso? A quien conozca el pasado de nuestra congregación no le resultará difícil creer que la divina Providencia tiene un designio especial para con ella". En los albores de la historia de nuestra Familia no está por lo tanto el hombre, sino Dios; no la voluntad humana sino el plan y el deseo de Dios. El pequeño hombre trató y trata de descubrir respetuosamente los planes de Dios y hacerlos suyos.

Desde entonces existe entre nosotros la costumbre, una costumbre que se fue ahondando y ampliando, de preguntarse ante todas las situaciones y acontecimientos: ¿Qué quiere Dios con esto? ¿Cuál es el plan de la divina Providencia? Somos "hijos de la guerra" a quienes se sacudió y zamarreó fuertemente; de ahí que tengamos incorporada esa pregunta hasta la médula, al punto de convertirse para nosotros casi en una segunda naturaleza. Para profundizar lo dicho léase lo que se dice en "Bajo la protección de María". Y obsérvese especialmente las frases centrales sobre la fe en la divina Providencia en el Acta de Fundación.

Quien conozca la historia y el alma de nuestra Familia, sabrá que también nuestra victoriosa fe en la misión hunde sus raíces en la fe en la divina Providencia. La fe en la misión, en todos sus grados, hasta la pasión por la misión, es parte de la esencia del cristianismo, y con mucho mayor razón es parte de la esencia del sacerdocio. Por el bautismo y el orden sagrado, como también por la confirmación, se nos marca con un character indelebilis que nos sumerge de manera misteriosa y profunda en la corriente de la misión del Dios hecho hombre. Como él, así también nosotros hemos de estar apasionados por esa misión y su victoriosidad.

Que san Pablo nos sirva de ejemplo. Lo que dice san Pablo sobre su misión de apóstol deberíamos poder decirlo también de nuestra misión de cristianos y sacerdotes: vivir y actuar en alas del "missus sum". Los primeros cristianos estaban tan entusiasmados por su misión y convencidos de ella que, a pesar de su escaso número, se animaban a decir: "Somos el alma del mundo". Lamentablemente la cristiandad actual ha perdido en gran medida esta victoriosa fe en la misión. De ahí que haya tanto cansancio, tristeza, parálisis.

                                Kentenich Reader, Tomo 2

viernes, 17 de octubre de 2025

RECONOCER LA VOLUNTAD DE DIOS

Según las enseñanzas del padre Kentenich, la espiritualidad de Schoenstatt es depositaria de tres mensajes: la alianza de amor, la fe en la divina Providencia y la fe en la misión. A estos tres mensajes corresponden tres caminos: la espiritualidad de alianza, la santidad de la vida diaria y la espiritualidad de instrumento.

Ya al echar una primera mirada sobre estas categorías básicas de nuestra espiritualidad, se advierte que, junto con la alianza de amor, la fe en la divina Providencia ocupa un lugar central. Y al observar con mayor detenimiento se percibe enseguida en qué medida en este mensaje de la fe en la divina Providencia subyace también una especial originalidad y misión del padre Kentenich y de su espiritualidad. Esa originalidad se nos manifiesta cuando planteamos la pregunta: ¿Cómo reconocer la voluntad de Dios en el marco de su providencia? La teología y espiritualidad corrientes nos responderían enseguida remitiéndonos a la revelación en Jesucristo, a las Sagradas Escrituras, a la tradición y a la doctrina de la Iglesia. …… Pero el padre Kentenich escoge un punto de partida más abarcador. Le interesa poner a disposición medios auxiliares para la toma de decisiones en la vida diaria (santidad de la vida diaria). ….

El texto que sigue expone los criterios elaborados por el padre Kentenich para reconocer la voluntad de Dios.

 

“En todo la espiritualidad del instrumento se basa en el deseo y voluntad de Dios. De ahí que ponga mucho énfasis en conocer esa voluntad. Está en su misma naturaleza aprovechar como fuente de conocimiento el carácter instrumental de las cosas creadas: la palabra hablada, las causas segundas, la estructura del ser de las cosas, las corrientes de la época, el acontecer mundial o las disposiciones y permisiones en la vida personal.

La palabra de Dios

1. Dios nos habla mediante las Sagradas Escrituras y las mociones y luces interiores

Por eso la espiritualidad de instrumento se deja inspirar con gusto por la palabra de Dios, vale decir, lee con gusto las Sagradas Escrituras. Lo hace a menudo, con provecho, reparando cuidadosamente en las inspiraciones de la gracia.

Para no errar en lo concerniente a la lectura de las Sagradas Escrituras, se atiene a la interpretación de la Iglesia; y para no errar en lo concerniente a las mociones interiores, pone empeño en cultivar una sencilla apertura ante el confesor o director espiritual.

2. Las causas segundas libres

Dios creó libre al ser humano y por respeto a esa libertad lo utiliza con gusto como corregente en el gobierno del mundo. Así hay que entender el axioma: Deus operatur per causas secundas liberas. En este sentido puede aplicarse análogamente a Dios y su praxis la ley de la transferencia orgánica, vale decir, la sabiduría eterna transfiere al ser humano una parte de sus cualidades, por ejemplo, una porción de su sabiduría, poder, bondad y fidelidad, a fin de guiar, ganar y vincular a sí otros hombres. Por lo común, mediante esas personas Dios comunica sus deseos e intenciones a otros. Así procedió con san Pablo luego de su conversión: lo condujo hacia Ananías, quien le había de decir qué hacer.

La espiritualidad del instrumento posee un órgano formado para percibir la voluntad de Dios en fuentes de conocimiento que en sí mismas son instrumentos. No espera obstinadamente a que Dios le comunique directamente su voluntad, sino que mantiene un fino oído para todo lo que Dios le haga saber mediante instrumentos, mediante causas segundas libres. De ahí que sencillamente tome como norte el deseo y voluntad de la Iglesia y de los superiores, los estatutos y las costumbres. Porque precisamente es Dios quien le habla clara e inequívocamente por esas vías. Mientras los escuche y sea dócil a ellos, estará a salvo del peligro del autoengaño y de las insinuaciones del Maligno.

Entre nosotros esa fuente de conocimiento estuvo presente y fue utilizada intensamente ya desde los albores. Testimonio de ello es el organismo de vinculaciones, usual entre nosotros, con sus diferentes leyes: ley de la transferencia orgánica, del traspaso y ahondamiento orgánicos y de la transmisión orgánica.

[…]

3. La estructura del ser de las cosas

Desde siempre la estructura del ser de las cosas desempeñó un papel especial entre nosotros, los que continuamente nos esforzamos, tanto ayer como hoy, por discernir el deseo y la voluntad de Dios. He aquí la fuente que nos señala la gran ley que, a modo de un hilo rojo fácilmente reconocible, recorre nuestra "santidad de la vida diaria", nuestras costumbres y pedagogía: Ordo essendi est ordo agendi: el orden objetivo de ser es la norma de todo nuestro estilo de vida, hasta en sus mínimos detalles.

Partimos del hecho de que las cosas creadas son no solamente ideas encarnadas de Dios sino también deseos de Dios. Consideramos toda cosa creada como una palabra de Dios y una palabra que nos habla de Dios. Por eso todas las cosas creadas, tanto naturales como sobrenaturales pueden ser contempladas como un libro que habla sobre Dios, como una viva enseñanza sobre Dios que rara vez nos fallará cuando se trate de discernir los deseos de Dios. ……”

Kentenich Reader, Tomo 2

  

sábado, 11 de octubre de 2025

Nuestra relación con Dios: FILIALIDAD Y AMISTAD

 La divina Providencia y la santidad de la vida diaria

Nuestra relación con Dios: filialidad y amistad

Toda la creación descansa sobre la estructura de la alianza. Dios creó todo para vincularse, más allá de sí mismo, con seres dotados de espíritu. En virtud de esa relación de alianza invita al hombre a colaborar responsablemente. Lo invita a administrar la creación para el bienestar del género humano, desarrollándola de tal modo que la creación alcance la meta que se le ha fijado.

En el último capítulo hemos expuesto esa estructura fundamental de la alianza. Lo hicimos recurriendo a una adecuada selección de textos en los que se enfoca los principios de la alianza y su realización concreta en la espiritualidad de Schoenstatt, vale decir, una realización mariana.

Dicha estructura fundamental plantea al hombre la cuestión de cómo vivir en la presencia de Dios y trabajar junto con él; cómo reconocer la voluntad de Dios (fe en la divina Providencia) y cómo responder a esa voluntad (santidad de la vida diaria).

Esa disposición a reparar en la divina Providencia y responder a ella está fundada en la misma naturaleza humana y por eso se expresa no sólo en las diferentes religiones sino incluso en la magia y la superstición. Con esta observación se advierte ya que la actitud del hombre a la oferta de alianza de parte de Dios no es automática y siempre positiva. El Dios que quiere actuar junto con el hombre en el marco de una alianza de amor, puede aparecer al hombre como un Dios que castiga, que (sólo) controla, que persigue y condena.

Para acoger cabalmente el ofrecimiento de Dios, el hombre ha de desarrollar primero una relación positiva con Dios. No se puede tratar aquí cómo se lo hace y debería hacérselo; pero sí ofrecer un texto que nos ilustre cómo debería ser esa relación: podemos y debemos ser hijos y amigos de Dios.

Dios es nuestro padre, Dios es nuestro amigo. (Continuará)

El texto proviene de "Werktagsheiligkeit" (La santidad de la vida diaria) n. 18-20.

 

viernes, 3 de octubre de 2025

SANTUARIO HOGAR

Lo que se ha desarrollado últimamente de manera especial es lo que llamamos "santuario hogar".

Si quieren conocer y ahondar en detalles, pregunten a quienes ya se han ocupado del tema con mayor detenimiento; yo me dispenso de hacerlo.

Para poner de relieve la importancia que reviste el santuario hogar para la época actual, tomo como punto de partida el siguiente ejemplo: se trata de una carta de nuestra gente de Australia. Allí aumenta la necesidad de promover una pastoral totalmente nueva. La sociología nos enseña que la célula primordial de la sociedad humana es la familia. Por eso la célula primordial de la Iglesia debería ser también, en definitiva, la familia de impronta y formación religiosas. Con el transcurso de los años, tanto en Norteamérica como en otros lugares, se fue arrebatando casi por completo a las familias la educación de los hijos. ¿Quién se la quitó a los padres? Por una parte el Estado; por otra, la Iglesia.

En Australia debatieron sobre lo siguiente: ¿Seguimos trabajando con las asociaciones, vale decir, conservamos el esquema organizativo que tuvimos hasta ahora? El padre Archbold debe ser un hombre muy noble, profundamente religioso y auténtico. Aprovechaba toda iniciativa de actualidad. Escuchó hablar de Schoenstatt. ¿Y qué pensó? Valiéndose de la espiritualidad de Schoenstatt, construir una nueva parroquia con la consigna: "Volver a la célula primordial". Por lo tanto, la primera tarea consistía en renovar la familia.

Nuestras hermanas de Australia asumieron esa tarea en la parroquia. Las hermanas tenían permiso para construir un santuario y construir todo lo que Schoenstatt considerara conveniente. Quisiera agregar que naturalmente debemos cuidarnos de compeler a toda la parroquia a ir al santuario o hacer a todos schoenstatianos. Ya hemos reunido suficientes experiencias al respecto. Recuerden a Alois Zeppenfeld: había que hacer realidad lo que él quería: que toda la parroquia fuese una parroquia schoenstatiana. Naturalmente no debemos hacer eso, porque sería forzar las cosas. A lo sumo podemos decir: "Esto en el espíritu de Schoenstatt; esto otro realmente para Schoenstatt".

Lo que llamamos santuario hogar no es en sí nada nuevo, porque no es más que un "rinconcito de Schoenstatt" en el hogar. Sólo que se lo ha ampliado y, observando los círculos concéntricos en torno del santuario original, se extrajo la siguiente conclusión: lo que vale para el santuario filial, vale también, en las mismas circunstancias, para el santuario hogar. Vale decir, todas las premisas o condiciones puestas para que fluyan las gracias de Schoenstatt en el santuario original y en los santuarios filiales, lógicamente han de ser cumplidas también aquí; y por lo tanto podemos esperar los mismos efectos.

¿Comprenden la ventaja sociológica y pastoral?

¿Cómo concebimos el santuario hogar? Un grupo de Señoras de Schoenstatt me hizo un regalo de cumpleaños que quizás sea el más valioso. Ellas quieren velar para que el santuario hogar sea una fuerza viva y no quede en una mera frase. Suelo decir que no hay que proclamar nada que no hayamos vivido primero. Porque todo lo que digamos a modo de pura teoría no suscitará vida. Sí podemos hacerlo al principio, para darlo a conocer, pero si no hay detrás una fuerza viva, todo será en vano.

96. En Schoenstatt el santuario hogar se ha difundido en muchos ambientes con gran fuerza. En Norteamérica no se trata sólo de un santuario hogar donde habita y reina la santísima Virgen, sino que es también un santuario hogar vivo. Por ejemplo, el padre de familia tiene un símbolo en él; la madre, otro… En parte ocurre que el padre y la madre lleven adelante, juntos, un horario espiritual. Naturalmente al principio hay sobreabundancia de iniciativas; pero luego las cosas se van equilibrando por sí mismas.

[…]

 

viernes, 19 de septiembre de 2025

EL SANTUARIO DEL CORAZÓN

Y una consideración final, a modo de corolario de nuestras reflexiones: cultivemos de manera similar el santuario del corazón. Suena un poco extraño, como algo en cierto sentido contradictorio. Con unilateralidad orgánica, a lo largo de los años hemos venido anunciando a Dios como el "Dios de la vida". Y ahora nos referimos al "Dios del corazón", que es también esencial para los tiempos que corren.

Recuerden lo que declararon los astronautas rusos con tono triunfal: "No hemos encontrado a Dios en ninguna parte". Lo han leído en la prensa y quizás les arrancó una sonrisa: nuestro mundo está confundido en lo que hace a las cosas del espíritu…

En un futuro lejano será un gran problema para las masas del pueblo: ¿Dónde está el cielo? Antaño nuestros abuelos se lo representaban ingenuamente: cuando llovía era porque los ángeles allá arriba derramaban la tina. El mundo está acá abajo. Se lo imaginaban todo. ¿Dónde estaba el cielo? Siempre "arriba"; "abajo" está el infierno. Hay que entender estas cosas.

Pero Dios permite que la Iglesia sea zarandeada. Esto es un serio problema para el pueblo. Nosotros quizás no sentimos la conmoción porque estamos sólidamente formados en dogmática, pero la masa del pueblo sufre esa agitación. Cuando se aplaque la tempestad, cuando se pueda reflexionar sobre la revolución ideológica que cunde por el mundo de hoy, verán qué grave es la situación. ¿Dónde está en realidad el cielo? Respuesta: mi alma en gracia es el cielo para mí, es el cielo para el Dios Trino.

Hasta ahora nos hemos anticipado en todo a nuestra época, porque Dios nos regaló la gracia de leer sus deseos y voluntad en el acontecer del tiempo. Y en este tema nos está hablando nuevamente el tiempo. Porque se trata de nuevos problemas que están surgiendo. Trabajemos por lo tanto en nuestra educación a fin de que todos nos experimentemos mucho más fuertemente como una iglesia de la Trinidad, como un santuario de la Trinidad. De ahí la importancia de que en nuestros santuarios tengamos ahora un símbolo de Dios padre, o la paloma como símbolo del Espíritu Santo. Pero no olviden que para nosotros el símbolo clásico del Espíritu Santo ha sido hasta hoy la santísima Virgen. Pero no me detendré ahora en este punto.

Nuestro corazón es entonces un santuario de la Trinidad. Ahora sólo tenemos que contemplar nuestros santuarios en su relación con la santísima Virgen.

Desde el comienzo la santísima Virgen fue para nosotros la balanza del mundo. De ella parte la línea hacia el Dios Trino. Esto no fue querido así desde el principio sino algo que se fue gestando gradualmente como todas las demás cosas. Cuando considerábamos haber detectado una raíz, por modesta y delicada que fuese, siempre la cultivábamos con fidelidad. Así ocurrió con la devoción mariana, más allá de su encuadramiento dogmático. Cuando contemplo este proceso desde el punto de vista sociológico y psicológico, debo decir: la santísima Virgen es la balanza del mundo. He aquí un núcleo, una raíz. En ella el más allá y el más acá se unen ejemplarmente de acuerdo con la ley de los casos preclaros. Observen con qué rapidez surgieron en nosotros estas formulaciones. No son fruto de cálculo humano, sino de lo que Dios ha ido señalando a través del tiempo y del orden mundial.

¿Qué significa entonces ser un pequeño templo de la santísima Trinidad? Mi santuario, nuestro santuario, tiene que convertirse también en un pequeño templo de la Trinidad. Si somos un pequeño templo de la Trinidad, en nuestro corazón llevaremos a toda la Iglesia, a todo el orden salvífico. Dicho concretamente, esto significa estar habitado por la Trinidad y entregado a la Trinidad.

 

viernes, 12 de septiembre de 2025

LOS SANTUARIOS FILIALES

Construyamos el santuario… Me referiré primeramente a la construcción de los santuarios filiales. ¿Por qué razones estamos convencidos de que en ellos obtenemos las mismas gracias que en el santuario original? ¿Qué condiciones tenemos que cumplir y qué frutos podemos esperar a la hora de poner tan fuertemente en primer plano los santuarios filiales?

Para nuestros extranjeros era muy difícil carecer de santuarios filiales. Piensen en Chile, Brasil… ¡Qué importante es el santuario, especialmente para los latinos que tienen una disposición tan marcada para lo sensible! Resulta difícil introducir a alguien al mundo de Schoenstatt apelando sólo a la exposición de ideas. De ahí pueden inferir la importancia crucial que revistió nuestra espiritualidad de los santuarios filiales.

Entre las hermanas que llegaban al extranjero provenientes de Alemania había una tácita inquietud. Fue solucionada construyendo los santuarios filiales de modo que, en lo posible, fuesen idénticos al original: así se facilitó en ellos la vivencia de hogar por asociación al santuario original.

En Milwaukee me visitaban schoenstatianos procedentes de los cuatro puntos cardinales. En Milwaukee había un santuario filial. Yo me alegraba mucho al escuchar que mis visitantes decían: "¡No hay diferencia! ¡Es como si estuviéramos en casa!"

Asemejamiento e incorporación al santuario original

Ésta fue también la razón de por qué siempre mantuvimos la consigna: en lo posible, asemejarse al santuario original, pero también incorporarse a él. ¿Qué significa asemejamiento? Que todo lo externo sea igual. ¿E incorporación? Que nos integremos a la misión del santuario original. Hay que designar a los procesos de vida siempre con los mismos términos. Con el paso del tiempo debemos desarrollar esa maestría, porque nos infundirá seguridad en cuanto a los principios metafísicos. Vale decir entonces que no sólo hay que lograr un asemejamiento e incorporación a la cabeza sino también un asemejamiento e incorporación al lugar. Quien no tenga por naturaleza facilidad para lo metafísico aprenderá por esta vía a reflexionar en profundidad las ideas y exponerlas con pocas palabras.

Kentenich READER, Tomo 2