viernes, 22 de noviembre de 2024

TOTAL E INDIVISAMENTE TÚ

Total e indivisamente tú: el consejo evangélico de la castidad

Si piensan en la castidad, ¿qué quiere el voto de castidad? Que no me aferre a un ser humano, que Dios no quede así en desventaja. Por eso los religiosos renuncian al matrimonio, a fin de no atarse tanto a un ser humano. En virtud del matrimonio no solo podemos, sino que también tenemos que regalarnos especialmente el uno al otro. Nos damos mutuamente un derecho al cuerpo. Pero ahora tienen que reflexionar cómo Dios cuida de que, aun así, el amor mutuo eleve siempre de nuevo hacia él. Por eso las muchas decepciones de uno respecto del otro, por eso los muchos malentendidos, por eso el enfriamiento, por períodos, de la mutua relación de amor.

Es algo grande si decimos: hace ya veinticinco años que estamos casados y hemos permanecido fieles en nuestro amor. Pueden estar completamente seguros de que, si han permanecido fieles el uno al otro, ese amor está también inmerso en el amor de Dios. El sentido de la castidad, del voto de castidad, lo tenemos que vivir también nosotros. Dios nos fuerza simplemente a hacerlo, y esto debemos tenerlo siempre presente. Entonces notamos cómo Dios, a pesar de todo, nos atrae más y más hacia sí.

Aunque puedo decirle también a mi esposa tuus sum [tuyo soy], eso no constituye impedimento alguno para el Patris atque Matris sum [pertenezco al Padre y a la Madre]. Es como si Dios hubiese «bajado» a mi esposa para que yo me vinculara a ella y él me izara, después, junto con mi esposa hacia lo alto. Para que yo no permanezca abajo: para eso están las decepciones de uno respecto del otro. Para que yo realmente suba con mi esposa hacia lo alto, él llama la atención una y otra vez hacia sí. Me muestra que no hay amor humano que se sostenga si no está inmerso en el amor de Dios. Es un gran error pensar que el amor a Dios me es un impedimento para el amor conyugal, para la intimidad; ¡de ninguna manera!

J. Kentenich, 14.01.1957, en Am Montagabend, t. 5, 50

 

viernes, 15 de noviembre de 2024

EL CONSEJO EVANGÉLICO DE LA POBREZA: En libertad interior, vincularse y desprenderse

Amar las cosas.

Ahora vienen […] todos los inventos técnicos e industriales modernos. Todos los bienes terrenos se producen hoy en día masivamente. El mundo en cuanto tal se vuelve más atractivo. Y después se dice que nosotros como católicos buscamos nuestra gloria, nuestra grandeza, en despreciar el mundo. Mientras tanto son los otros, los no católicos, los que realizan las grandes conquistas. ¿Y nosotros? Nosotros nos quedamos sentados en algún rincón. Entonces, los inventos los realizan ellos, y ellos saben aprovechar los inventos para llegar industrialmente a las alturas. ¿Y nosotros? ¡En algún rincón! ¿Qué es esto?

Entenderán ustedes que ahora está llegando a todo el catolicismo un sentimiento de vida totalmente nuevo. Es el sentimiento de vida de la humanidad actual en su conjunto, que se extiende también al campo católico.

¿Cuál es el resultado? Tenemos que situar más en primer plano las cosas terrenas. Tenemos que mostrarle al laico un camino para que sepa

cómo aceptar las cosas terrenas,

cómo utilizar las cosas terrenas,

cómo apreciar las cosas terrenas, y

cómo llegar a ser santo a través de las cosas terrenas. […]

Como laicos tenemos que entrar en el mundo. Tenemos que lidiar con las cosas terrenas. Como laicos no hemos sido creados para huir de las cosas terrenas. Más aún, hasta tenemos que aprender de nuevo a amar las cosas terrenas. O sea, amar también el dinero y los bienes, amar la belleza de la naturaleza humana, o el arte y la ciencia.

En efecto, tenemos que tratar con las cosas. Por eso hay en el catolicismo una corriente peculiar como no la hemos experimentado nunca en esa medida en toda la historia de la Iglesia. Por eso, necesitamos una piedad específicamente laical. ¿Cómo es mi piedad en cuanto laico?

 

A través de las cosas por ejemplo, de la técnica, de la economía encontrar el camino hacia a Dios.

Por ejemplo, si tengo una hijita que es religiosa, o, por ejemplo, un hijo que es sacerdote, en especial, religioso, ¿he de estar mirando siempre de reojo y decir: lo que él haga, lo haré yo también del mismo modo? No: yo tengo que estar orgulloso de tener una piedad laical. [Hijo,] tú debes tener y vivir tu propia piedad, tu piedad monástica.

Hoy en día se percibe que, si el laico no aprende eso, el catolicismo puede ir haciendo las maletas. ¿Qué quiere decir esto? Los religiosos ya no pueden entrar en el mundo. Nosotros, [por el contrario], entramos en el mundo. Si ahora nosotros mismos no amamos correctamente el mundo y no enseñamos a otros a utilizar correctamente el mundo, ¿qué efecto eso para el catolicismo?

Como ven, por esa razón se oye el clamor por el apostolado laical. Sin duda, ahora se dirá: ¡Apostolado laical, yo me apunto! ¿Qué es lo que tiene que hacer la gente? Comulgar más a menudo, querer a la santísima Virgen. Todo eso es correcto, pero no acierta en el núcleo más central. Nosotros tenemos que mostrar a través de nuestro ser cómo se puede amar el mundo, se pueden amar especialmente todas las nuevas conquistas en el campo de la técnica y de la economía y, a través de esas cosas, llegar a Dios. ¿Comprenden la gran tarea que hay detrás de eso?

J. Kentenich, 16.01.1961, en Am Montagabend, t. 20, 23 ss.

En Schoenstatt aspiramos a un nuevo tipo de piedad. ¿Cómo hemos de hacerlo? ¿Debo decir, como hombre: mi mujer es una telaraña y yo la mosca que fue atrapada en ella? ¡No! Con el alcohol y otras cosas es lo mismo.

¿Se puede llegar a ser santo en nuestro mundo moderno? La santísima Virgen quiere llevarnos por la alianza de amor hasta la cumbre de la montaña de la santidad. Las cosas materiales, correctamente utilizadas, deben ayudarnos y tienen que ayudarnos en ese camino. ¿Qué camino hemos de elegir para escalar lo más rápido posible la montaña de la santidad? […] Nosotros tenemos una visión inversa respecto de lo que enseñaban los antiguos Padres. […]

Hace años tuve la posibilidad de predicar ejercicios espirituales a los trapenses. En sus misas solemnes cantaban gregoriano, pero muy simple, sin variaciones, porque, de lo contrario, sería una lisonja para los oídos. Su capilla es muy simple, no hay en ella nada superfluo. No tienen flores ni otra decoración. No quieren nada que produzca alegría a los ojos o a los oídos.

En nuestro caso es diferente. Nosotros utilizamos las cosas y vemos detrás de ellas a Dios. Ellas deben conducirnos a él. Preguntémonos qué podemos hacer nosotros para acercarnos a Dios a través del mundo y de las cosas terrenas. Por nuestra alianza de amor debemos aspirar a cultivar en medio del tiempo moderno un vivir constantemente en la presencia de Dios. Para ello necesitamos un camino nuevo.

San Francisco de Sales nos ha señalado el camino por el cual podemos permanecer en el mundo y utilizar las cosas creadas para llegar a ser santos.

J. Kentenich, 30.04.1956, en Am Montagabend, t. 2, 142 ss.

  

viernes, 8 de noviembre de 2024

ESCUCHAR Y OBEDECER: el consejo evangélico de la obediencia

El espíritu del poder en blanco es el espíritu de la perfecta disponibilidad recíproca entre nosotros y el Padre del cielo y la santísima Virgen. […]

Ahora solo tenemos que vivirlo en serio. Como ven, ahora podríamos permanecer largo, largo tiempo en este punto. ¿Qué tenemos que hacer, día a día y noche a noche? Permítanme decirles: primero, escuchar; segundo, obedecer.

¿Qué significa escuchar? Esto es lo difícil para nosotros, hombres de hoy. Estamos tan acostumbrados al camino habitual que hemos seguido desde tiempos inmemoriales que, cuando viene el viento y sacude la casa, nos ponemos interiormente inquietos e inseguros y tenemos todos angustia frente a esa inseguridad. Allí la consigna es conservar la movilidad y estar siempre a la escucha: ¿qué quiere Dios? ¿Qué quiere él ahora de mí? […] En todas las situaciones: Patris atque Matris sum [yo pertenezco al Padre y a la Madre].

Ahora no sé si comprenden todo el alcance de estas pocas palabras. Todos lo notamos: la humanidad actual está nerviosa hasta la punta de los dedos; más aún: todos estamos nerviosos. Eso forma parte de todo hombre moderno «como se debe». Pero ¿de dónde viene ese nerviosismo? Por un lado, de que tenemos que absorber un sinnúmero de impresiones que no podemos procesar interiormente. Por eso es prudente que nos digamos: renunciamos a ciertas impresiones que vienen de fuera. Por eso, no estoy todo el día prendido a la radio y a la televisión. No participo en todo lo que la vida moderna ofrece. ¿Quién puede soportar, procesar interiormente todo eso? Sobre todo, nuestros pobres niños, ¡qué nerviosos tendrán que estar! Les llega una impresión tras otra, y ninguno de los niños puede procesarlas.

Seguridad de péndulo. Una vez más: ¿de dónde proviene que estemos tan nerviosos? Permítanme exponerles dos expresiones que he utilizado a menudo en Alemania. Suenan raras. La primera dice: «seguridad de péndulo». ¿Pueden imaginarse un péndulo? Puedo jugar con él haciéndolo oscilar de un lado al otro. ¿Cuál es la otra seguridad? Hay una expresión jocosa: existe una cierta «seguridad de caja» la caja está apoyada abajo, en el suelo. Dios nuestro Señor quiere quitarnos a todos esta seguridad de caja y nos sacude y zarandea a través de las circunstancias. ¿Qué quiere regalarnos? Seguridad de péndulo. ¿Qué significa seguridad de péndulo? Exactamente lo que quiere el poder en blanco: que yo salte a la mano de Dios. Allí estoy seguro. Patris atque Matris sum [yo pertenezco al Padre y a la Madre]. Haz conmigo lo que quieras.

¿Qué quiere Dios de nosotros, entonces? Debemos estar a la escucha de lo que él quiera en cada caso, de lo que él quiera de nosotros a cada segundo. ¿Cómo me lo da a entender? En parte por mociones interiores, en parte a través de otras circunstancias. ¿Lo ven? Esto es santidad. Pero una santidad semejante implica siempre una enorme cantidad de inseguridades terrenas. ¿Y qué exigen las inseguridades terrenas? Que demos el salto hacia arriba, hacia la seguridad divina. […]

Cuanto más inseguras son las circunstancias terrenas, tanto más quiere Dios que yo dé el salto a lo que hemos denominado seguridad de péndulo. ¡Fuera con la seguridad de caja! ¡A la seguridad de péndulo! ¿Qué presupone esto? Que yo esté a disposición de Dios, el Padre, y de la santísima Virgen. Ellos pueden hacer conmigo lo que quieran. Pero yo estoy convencido de que el Padre y la Madre se portarán paternal y maternalmente conmigo. Eso significa que también ellos están a disposición mía: ellos están allí para mi bien. […]

A este escuchar sigue ahora el obedecer. Es decir que cuando he reconocido de este modo la voluntad del Padre, le digo siempre: «Sí, Padre, sí; que se haga siempre tu voluntad, ya sea que me traiga alegría, sufrimiento o dolor».

Esto es lo más esencial para el tiempo actual. Al comienzo dije que nuestra piedad asume formas algo diferentes de, por ejemplo, la de los religiosos. Aun así, hay muchísimas semejanzas. Para empezar: los religiosos también tienen que luchar por esta disponibilidad. Pero ¿a través de qué se determina aquí el tipo original de disponibilidad? A través de la pobreza, la castidad y la obediencia. Ahora tienen que reflexionar lo siguiente: Dios exige de nosotros, los casados, lo mismo que de los religiosos a nuestra manera y a menudo de forma mucho más difícil.

Escuchar y obedecer: el consejo evangélico de la obediencia. Y si piensan ahora […] en el voto de obediencia, ¡santo Dios!, quisiera yo saber quién tiene que practicar más la obediencia, si los casados o los religiosos. Creo que, si reúnen ustedes a todos los casados en las ocasiones en que tienen que ser obedientes, dirán: ¡qué es esto frente a los religiosos! ¡Cuántas veces el esposo tiene que seguir a la esposa aun a pesar de que él es el «señor de la creación»! ¡Cuántas veces tiene la esposa que seguir al esposo, y cuán a menudo tienen que seguir ambos a los hijos! Pienso que aquí tienen que observar, una vez más, cómo es la vida matrimonial. […] ¿Quién ha de darnos la fuerza para llevar una vida semejante? La santísima Virgen desde el santuario. ¿Ven? Esto es lo que significa espíritu del poder en blanco.

J. Kentenich, 14.01.1957, en Am Montagabend, t. 5, 45-50

  

viernes, 25 de octubre de 2024

LLEGAR A SER LIBRES: Vivir los consejos evangélicos

Un nuevo estilo de vida a la luz del evangelio

En las próximas ‘entradas’ al Blog traeremos al mismo textos de nuestro Padre Fundador sobre los consejos evangélicos, mostrándonos la posibilidad y necesidad de vivir un nuevo estilo de vida a la luz del evangelio. Hoy nos anima a que lleguemos a ser libres viviendo los tres consejos evangélicos.


Se trata de llegar a ser un hombre «nuevo», un hombre libre.

El hombre nuevo es la personalidad autónoma, con interioridad, dispuesta a decidirse y gustosa de hacerlo, que posee responsabilidad propia y libertad interior, que se mantiene alejada de una esclavitud frente a las formas como de una arbitrariedad carente de vínculos.

J. Kentenich, 1959, en Philosophie der Erziehung, 49

Superar las aficiones adictivas.

Los consejos bíblicos de Jesús, los «consejos evangélicos», están pensados para la integración de los instintos humanos y para la superación de aficiones adictivas. A lo largo de la tradición se han desarrollado tres consejos evangélicos, por los cuales se ha orientado primeramente la vida religiosa: obediencia, pobreza y castidad (celibato/virginidad). Cada uno de estos consejos evangélicos clásicos quiere responder a uno de los instintos fundamentales o de las aficiones adictivas fundamentales:

Al afán de poder responde la obediencia.

Al afán de poseer responde la pobreza.

Al afán de placer responde la castidad (el celibato, la virginidad).

En tiempos recientes, matrimonios cristianos han procurado también orientarse por los consejos evangélicos, aplicándolos a la vida conyugal conforme al sentido que les es propio. Los textos que siguen se centrarán en la superación de las aficiones adictivas a fin de ilustrar y hacer comprensible aquello a lo que apuntan los consejos evangélicos de Jesús.

«¡No apaguéis el Espíritu!» [1Ts 5,19]. ¿Cómo ha de entenderse «no apagar», «no matar» el Espíritu Santo? ¿Cómo lo matamos? En efecto, él habita en nuestro interior en virtud de la gracia santificante. ¡No apaguéis el Espíritu, no lo matéis! ¡No apaguéis el Espíritu, no lo perdáis de vista! ¡Él vive y se mueve en vosotros, él os educa, él educa a los hijos de Dios!

Y la segunda frase: Vivid a partir del Espíritu y según el Espíritu y, de ese modo, matad las obras de la carne (cf. Rm 8,13). ¡Cuánto sufrimos los hombres modernos en general a causa de la vida instintiva desordenada y agitada, ¿verdad? Podrá ser la vida instintiva alborotada en lo sexual, podrán ser la envidia, los celos, la codicia, la avidez de poder: ¡cuánta avidez tenemos hoy de las cosas terrenas! Y esas obras de la carne (Gal 5,19) solo podemos superarlas si dejamos actuar en nosotros al Espíritu Santo.

El Espíritu Santo introduce de alguna manera fuerzas propulsoras sobrenaturales en nuestra naturaleza como contrapeso a todo lo enfermizo que hay en nosotros. Y ¿cuál es la razón de que suframos tanto por no sanar interiormente? ¡La divinidad desconocida! Hemos apagado el Espíritu, el Espíritu Santo; lo hemos olvidado. ¡Envía tu Espíritu, el Espíritu Santo, y todo será recreado, y renovarás la faz de la tierra!

J. Kentenich, 26.05.1963, en Aus dem Glauben leben, t. 7, 148 s.

Hay que conquistar el mundo. ¿Qué debemos hacer a fin de superar el espíritu mundano? Ahora tienen que pensar en qué medida los distintos tipos de oración del rosario son un incentivo, una capacitación para superar la avaricia, la avidez de poder y de placer. Dejo esto a la reflexión de ustedes.

¿Qué aficiones adictivas deben superarse a través de los misterios gozosos del rosario? ¿El afán de placer?

¿Qué afición adictiva debe superarse a través de los misterios dolorosos del rosario? ¿El afán de tener?

¿Qué afición adictiva debe superarse a través de los misterios gloriosos del rosario? ¿El afán de poder?

¿Dónde debe saciarse todo nuestro impulso hacia la notoriedad? En realidad, hay en el rosario significativamente más de lo que presumimos, si lo rezamos correctamente.

J. Kentenich, 25.03.1938, fuente privada

  

viernes, 18 de octubre de 2024

LA HISTORIA DE ALIANZA Y LOS "HITOS"

La historia de alianza y su reviviscencia en nuestra propia historia: los «hitos»

El padre Kentenich relata a matrimonios de Milwaukee acerca de los desarrollos del Movimiento de Schoenstatt, desarrollos que él interpreta como una «historia de alianza», es decir, como una historia de dos «contrayentes de alianza»: Dios y los hombres. Este desarrollo tiene puntos culminantes que él denomina «hitos». Se orienta para ello en la historia vivida por el pueblo elegido con Dios sobre la cual narra la Biblia en el Antiguo y Nuevo Testamento: toda la historia de salvación es una historia de alianza.

El padre Kentenich invita a los matrimonios a ver la propia historia de vida en el espejo de la historia de salvación y a comprobar en qué medida su propia vida es una historia de alianza con Dios, y en qué medida en esa historia pueden encontrarse también «hitos». De esa manera los invita a revivir esos hitos y a hacer propios los pasos de desarrollo que estos contienen.


Nosotros conocemos la historia de Schoenstatt y la denominamos una historia original de alianza. ¡Historia de Schoenstatt especial! ¿Cómo es esa alianza de amor especial y cómo es la historia especial, la historia de alianza especial? Esto puede abordarse de distintas maneras. Puedo repasar toda la historia de Schoenstatt, o sea, desde 1914 hasta ahora y considerar como línea clara cómo es la historia de alianza en cada una de las etapas. Pero también puedo hacerlo de otra manera: puedo colocar las alianzas, nuestra historia de alianza original, en un contexto mayor. Es decir, por ejemplo, puedo exponer nuestra historia de alianza original en [el marco de] la historia de alianza de la historia de salvación. ¿Y qué presupone eso? Presupone que Dios ha sellado una alianza con el mundo: con Adán, con Moisés, con Noé, etc. De ese modo podemos concebir la historia entera como una historia salvífica, la historia de la salvación como una historia de alianza.

¿Y entonces? Si toda la historia de salvación es una historia de alianza, se plantea la pregunta: ¿cómo es nuestra historia de alianza original en el marco de esa historia de alianza general? Por eso el tema: nuestra historia de alianza en el marco de la historia de alianza general de la historia de salvación.

La historia de salvación en su conjunto es una historia de alianza.

En segundo lugar, ustedes saben sobre todo los que tienen una predisposición litúrgica más acusada que en el año litúrgico se repite toda la historia de salvación. Allí tenemos los tres ciclos del año litúrgico. ¿Qué significa «tiempo de Adviento»? ¿Qué significa el tiempo de Adviento? Es el fuerte anhelo por el contrayente de alianza. El ciclo de Pascua: ¿qué entendemos por el ciclo de Pascua? Con el ciclo de Pascua está asociada la Semana Santa. Ahora bien, si retenemos esa idea: ¿cómo se presenta el Adviento en nuestra historia de alianza? ¿Cómo se presenta la Pascua con la Semana Santa?

Nuestra historia de Schoenstatt es una historia de alianza

Verán, entonces tenemos que decir así: el tiempo de fundación hasta 1939 o 1942 es la gran historia de alianza. Después, a partir de 1942 tenemos, en realidad, la Semana Santa de Schoenstatt de 1942 a 1949. Después, a partir de 1949 hasta hoy es, en cierto sentido, el tiempo de Pentecostés de nuestra historia de alianza.

La historia personal de nuestra alma [y de nuestro matrimonio] es una historia de alianza

¿Me permiten reiterarlo? [En Cambrai] también se ha tratado nuestra historia de alianza en el marco de la historia de alianza de la historia de salvación; pero después, al mismo tiempo, se la ha aplicado a la historia personal de nuestra alma. Naturalmente, este es un pensamiento sumamente valioso. ¡La historia de mi alma, una historia de alianza! Entonces: ¿cómo han de comprenderse el tiempo de Adviento, la Semana Santa, el Tiempo Pascual, etc., en esta historia de alianza dentro del marco de la historia de mi alma?

                            J. Kentenich, 21.10.1963, en Am Montagabend, t. 29, 17 ss. 

viernes, 11 de octubre de 2024

COFUNDADORES EN LA OBRA COMÚN

Mencionar mi nombre implica mencionar el de ustedes, y viceversa.

Cuando ustedes mencionan mi nombre están siendo mencionados siempre junto con él; cuando yo menciono o escucho su nombre estoy siendo mencionado y escuchado siempre junto con él. Pienso que esto es así: todo lo que ha surgido en Schoenstatt ha surgido en común: en parte por el hecho de que lo que yo consideré o creí correcto poder reconocer como deseo de Dios lo leí en sus corazones.

Por lo tanto, también ustedes han intervenido creadoramente como fuente de conocimiento. Nunca se ha hecho o creado algo sin su cooperación buscada y obtenida de forma totalmente consciente.

J. Kentenich, 16.11.1965, en Feier des 80. Geburtstages in Rom, 36

Cooperación creadora.

Como una suerte de dogma debe mantenerse invariablemente que en toda la historia de la Familia yo nunca aparezco solo. Solamente aparezco, por un lado, en el más vivo contacto con la santísima Virgen; y, por el otro, nunca lo hago sin la misma estrecha e íntima unión con mis seguidores.

Por eso puedo decir, con todo derecho, que, para mí, el «nada sin ti» se refiere no solamente a la santísima Virgen, sino también a los seguidores. Por lo tanto, todo lo que ha surgido es una obra en común en el sentido indicado. Tampoco es que yo hubiese utilizado de forma más bien casual y sin intención o por razones tácticas la vida espiritual de mis seguidores como fuente de conocimiento y como semillero. No: fue siempre con la plena consciencia de un determinado plan de Dios. Tampoco se trata aquí simple o principalmente de una comunidad de trabajo o de acción. El fundamento fue siempre una comunión de almas profunda y global, un estar de forma singularísima uno en el otro, con el otro y por el otro.

Se trata, pues, de un proceso de vida de una extraordinaria fuerza creadora. Así ha sido desde el comienzo.

J. Kentenich, 14.09.1955, en «Zur Studie Gründer und Gründung», Brief an A. Menningen, en

Zum Goldenen Priesterjubiläum (1960), 162 s.

La gracia de la cofundación y de la corresponsabilidad.

Todos ustedes, sin excepción han vivido, luchado, rezado, sacrificado y sufrido junto conmigo; todos sin excepción son confundatores [cofundadores]. Y a mí me parece que, desde entonces, la santísima Virgen regala desde el santuario la gracia de ser y seguir siendo siempre confundatores en el pleno sentido o, por lo menos, en el verdadero sentido de la palabra.

¡Confundatores, cofundadores! Pero tienen que tomarlo en serio. Y yo los honro y reverencio a todos ustedes como cofundadores. Por eso, [hemos de ser] un solo corazón y una sola alma. ¡Así ha sido, así es y así tiene que seguir siendo! […]

¡Gracia de la cofundación! responsabilidad por toda la Obra, por la Obra en su conjunto, por su misión. ¡No solamente ahora, sino también en el futuro, cuando Dios deje que sobre la Familia se desate una tempestad tras otra!

¿Qué significa esto? ¿Cómo hemos intentado interpretarlo siempre? Cada uno en su lugar [debe ser] responsable y enteramente responsable de su lugar, pero también cada uno en su lugar [debe ser] responsable del conjunto, de la totalidad de la Obra.

No solamente cofundadores, sino también colaboradores.

Quienes son confundatores [cofundadores] se tornan en collaboratores [colaboradores] y deben seguir siéndolo siempre. Ustedes comprenden lo que significa «colaboradores». No solamente [cofundadores, sino también] colaboradores. Pero ¡colaboradores! Y el trabajo al que aquí se hace referencia incluye también la oración, incluye todo lo que, en general, llamamos contribuciones al capital de gracias. […]

Y también «compadecientes», «concrucificados» y «consurgentes»

¿Qué somos nosotros? Somos también compatientes, «compadecientes», «concrucifixi» [concrucificados]: pendemos todos solidariamente de la cruz; consurgentes [«consurgentes», «corresucitados»]. Son expresiones tomadas simplemente por imitación de la forma de pensar y hablar de san Pablo.

Desde luego, allí [aparecen] en un plano distinto y están pensadas más en cuanto al ser; aquí [están pensadas] más en cuanto al sentir. ¿Comprenden ahora en alguna medida cómo reza y qué cosas implica la ley, la ley de la solidaridad indisoluble?

J. Kentenich, 15.10.1966, en Oktoberwoche 1966, 92 s.

  

viernes, 4 de octubre de 2024

COOPERAR EN LA MISIÓN COMPARTIDA

Con ocasión de sus bodas de plata sacerdotales, en 1935, el padre Kentenich celebra con la Familia de Schoenstatt y extrae conclusiones haciendo un examen retrospectivo de los años de su acción sacerdotal y de la estrecha cooperación con los suyos.

Agradecimiento a los vivos por la cooperación en la obra compartida.

Permítanme pronunciar unas palabras de agradecimiento dirigidas a los vivos. Me refiero sobre todo a aquellos que, sea a lo largo de los veinticinco años o de una gran parte de ellos han unido el destino entero de su vida al mío. Permítanme reiterarlo: busquen en el presente una segunda comunidad que sea en tal medida espíritu del espíritu y carne de la carne de sus miembros individuales como lo es la nuestra. ¿O acaso estoy exagerando? ¿Es que no hago más que recurrir a un par de maniobras tácticas para sacudirme todo aquello que, en realidad, es desagradable, y trasladárselo a otros? No; estoy convencido de que la Obra entera que ha surgido es de igual modo obra de ustedes como mía. No sé por dónde he de empezar. Como toda la celebración tiene ya un carácter familiar, no me tomarán a mal que hable en primera persona un poco más de lo que es costumbre en mí. […]

El encuentro despertó conocimientos y calidez del corazón.

¿Me tomarán a mal que intente perfilarles su participación en esta Obra? Entonces tengo que admitirles, ante todo, que ustedes mismos han tenido una influencia extraordinariamente fuerte en mi propio desarrollo personal. […]

El libro que yo he leído es el libro del tiempo, el libro de la vida, el libro de su alma religiosa. Si ustedes no me hubiesen abierto tan sin reservas su alma, la mayoría de las conquistas espirituales no se hubiesen hecho jamás. Eso no puede leerse en los libros: solamente puede leerse en la vida. Y también tiene razón una de nuestras hermanas de María cuando dijo, hace un par de días: «Como dependíamos tanto de usted […] se despertaron también en usted muchas cosas que, presumiblemente, sin eso no se hubiesen despertado». Si lo primero se refiere más al conocimiento intelectual, lo segundo se refiere más al desarrollo, más a las capacidades del corazón.

Ayer por la tarde uno de los antiguos de nuestra Familia me recordó cómo ya en el tiempo en que ellos estaban en la guerra yo tengo que haber tenido un corazón cálido: según él recuerda, yo cuidaba secretamente de todo tipo de pequeñeces: un pasamontaña, una camiseta, etc. Es verdad: yo dejé que se despertara en mí mucha calidez de corazón para nuestra juventud de entonces. Pero ese desarrollo ha continuado a través de todas las personas que Dios me ha regalado y que me pusieron exigencias.

Si quieren saber dónde reside el secreto de una fecundidad casi sobreabundante permítanme decirles que reside en esta profunda unión recíproca interior. Y si antes se preguntó de dónde proviene esa riqueza del corazón y de la mente, he de decirles que un ser humano que ama, que, en última instancia, ha depositado su amor en el corazón de Dios, participa en cierta medida en la inconmensurable riqueza del amor de Dios. Y si hay algo que no empobrece es amar, regalar la calidez del corazón. Y todos ustedes, que me han puesto exigencias a veces en voz alta, a veces en silencio pueden decirse a sí mismos que sin ustedes yo no sería personalmente lo que soy hoy. No deben subestimar particularmente este punto, esta serie de pensamientos. Una vez más: si quieren saber cuál es la fuente de la riqueza de la mente y del corazón, he aquí esa fuente. Y es mi deseo y petición que Dios conceda a las generaciones futuras tantas ocasiones de servir silenciosamente en segundo plano a las almas de las personas como las he tenido yo. La mayor riqueza refluye a aquel que se esmera por poner todas sus fuerzas al servicio de las almas. […]

Cada uno ha aportado cosas importantes.

Comunidad significa armonía de los corazones. Y si se puede decir que la Familia se caracteriza por una profunda comunión interior de los distintos miembros, eso proviene en gran parte de que la mayoría han aportado lo mejor de sí mismos a la Familia en su conjunto. Y me permito pedirles a todos y a cada uno que admitan con sinceridad y humildad lo que vive en la Família gracias a la sangre de sus propias venas y, si no lo saben, gustosamente estoy dispuesto a decírselo en privado.

Si quieren estarme agradecidos por algo, entonces lo único es esto: que me haya esforzado por retomar todo lo que estaba surgiendo en ustedes, por abrirles un camino y, una vez que eso vivía en cierta medida también en la comunidad, emitirlo como consigna. […]