La alianza de amor schoenstatiana apunta en primer lugar a una profunda unión con la santísima Virgen. Ella está en el primer plano. El que se consagra a ella pasa a pertenecerle por completo; y la Madre del Señor le brinda hogar y lo educa para hacer de él un "hombre nuevo".
Esa íntima comunión no es sólo una meta para el propio
crecimiento personal, sino que se pone al servicio de una tarea y una misión
para el bien de los demás, para Schoenstatt, para la Iglesia y para el mundo.
El discípulo ha de convertirse en apóstol. De la espiritualidad y mensaje de la
alianza de amor surge naturalmente el mensaje de la fe en la misión. Y esa fe
se enmarca en la instrumentalidad.
No es casual que estas categorías de nuestra
espiritualidad (fe en la misión y espiritualidad de instrumento) se
desarrollaran en la época de la confrontación con el nacionalsocialismo y
apuntaran a alcanzar la cumbre del segundo hito de la historia de Schoenstatt:
el 20 de Enero de 1942.
En el umbral de esta etapa de desarrollo del segundo
hito, se halla la Segunda Acta de Fundación. De ella
se ha extraído el presente texto sobre la fe en la misión.
- Cultiva con sumo cuidado la conciencia divina de tener
una misión y de ser un instrumento.
- Es muy necesaria la acentuación de la conciencia divina
de tener una misión y de ser instrumento. Así lo sabe toda persona depositaria
de un conocimiento mayor del orden salvífico y de la situación de la
actualidad.
- Sólo pueden intervenir más profundamente en el reino de
Dios los hombres y comunidades que mantengan su clara vocación y misión. Es una
norma evidente que rige desde siempre. Y prueba de ello son no sólo los
sacerdotes y profetas del Antiguo Testamento sino también Jesús, los apóstoles,
la opinión de la Iglesia y el sentir del pueblo católico.
- Jesús se retiraba a orar y enviaba a quien quería. Le
interesaba inculcar a los suyos: "No me elegisteis vosotros a mí; yo os
elegí a vosotros". Y en la oración sacerdotal dice al Padre del cielo que había custodiado a
los que él les había dado.
- Los apóstoles, comenzando por san Pablo, ponen el
acento en que ellos son enviados de Dios y de Cristo.
- En la teoría y en la práctica, la Iglesia se atiene a
la norma de que nadie puede ser elegido ni enviado que no haya sido llamado
como Aarón.
- El sentir del pueblo católico reservó los términos
"misión" y "vocación" para las personas y comunidades con
esa expresa misión divina.
- La situación actual nos recuerda una ley que formuló
Donoso Cortez basándose en su observación de la historia del mundo y de la
Iglesia: existen épocas en las cuales la Iglesia es perseguida en todos los
frentes, y a pesar de empeñar todas sus fuerzas, no logra salir de las
catacumbas. Y cuando la Iglesia reconoce honda y vitalmente la limitación del
elemento humano en ella, aparece entonces el Dios eterno en el pináculo del
templo, sopla la trompeta y se derrumban los muros de Jericó. En tales tiempos
hay que estar pertrechado con la férrea convicción de tener una misión especial
de parte de Dios y, por ende, de ser depositario de fuerzas divinas. De lo
contrario se estará condenado desde un principio a la infecundidad, al
desaliento, a la pasividad y la derrota. Sólo quien esté investido de la
inconmovible confianza en esas fuerzas y misiones divinas podrá internarse en
la alta y borrascosa mar de la vida.
Kentenich
Reader, Tomo 2