viernes, 13 de diciembre de 2024

SEGUIR A CRISTO : INSCRIPTIO

 Grados de desarrollo del amor

En una plática dictada en EE. UU. a matrimonios, el padre Kentenich muestra cómo el amor experimenta un desarrollo y necesita educación. Él compara los grados de desarrollo que se dan en la alianza de amor con los que se dan en el matrimonio, o sea, con la alianza de amor que los cónyuges han sellado entre sí. Habla de la escala o de la montaña del amor. El fundamento raigal del amor es un sano amor a sí mismo, y hay que cultivarlo.

 

Primer grado del amor: el amor se busca a sí mismo. Al comienzo nuestro amor es egoísta. Nos entregamos a la santísima Virgen, a Dios, porque esperamos de ese modo obtener ventajas. Ese es un amor primitivo, el amor se busca todavía a sí mismo.

Si decimos que el amor, e incluso el amor a Dios y a la santísima Virgen o, mejor dicho, nuestra alianza de amor tiene grados de desarrollo, entonces es evidente que la alianza de amor que hemos sellado entre nosotros como cónyuges exige de forma singularísima un desarrollo, una escala de distintos grados.

Si recuerdan qué escala de grados conocemos en la alianza de amor con la santísima Virgen y con Dios, sabrán de inmediato qué escala de grados tiene la alianza de amor entre nosotros, entre el esposo y la esposa. En la mayoría de los casos nuestra alianza de amor con Dios y con la santísima Virgen es al comienzo una alianza de amor egoísta, es decir, nos regalamos a la santísima Virgen y a Dios porque esperamos de ese modo obtener ventajas propias. Examinen si no ha sido ese también el caso en la alianza de amor entre ustedes.

Segundo grado del amor: el amor busca al tú. Si el amor crece, les damos a Dios y a la santísima Virgen un cheque en blanco. Les decimos: puedes hacer conmigo lo que quieras. Así es también el amor en el matrimonio: le doy a mi cónyuge un poder en blanco. En primer plano está entonces el bien del otro. Este es un amor desinteresado. El amor busca al tú.

Segundo grado de la alianza de amor con Dios y con la santísima Virgen: nos damos mutuamente el poder en blanco, el cheque en blanco. Es un alto grado de amor mutuo y de la alianza de amor mutua. […] [Es decir,] les doy a la santísima Virgen y a Dios un poder en blanco; […] les digo: puedes hacer conmigo lo que quieras y como quieras. Pero la santísima Virgen y Dios me dan también un poder en blanco a mí.

Examinen cómo es el poder en blanco que nos hemos dado como cónyuges. Como verán, allí está totalmente en primer plano el bien del otro, no el propio bien.

Tercer grado del amor: el amor puede doler. Les decimos a Dios y a la santísima Virgen: el amor puede doler. Es un amor dispuesto al sufrimiento: puedes poner cargas sobre mí, estoy dispuesto a cargar contigo y a llevar cargas por ti, a aceptar conscientemente el dolor por amor.

Después, la alianza de amor con la santísima Virgen y con Dios contiene una inscriptio («inscripción» en el corazón del otro; en este contexto se trata de la disposición, por amor, a sufrir). Permítanme preguntarles: ¿cómo es la inscriptio que nos damos mutuamente como esposos? Ahí tienen ustedes todo el organismo del amor conyugal desde abajo hasta lo más alto, hasta la cumbre de la montaña del amor. ¿Comprenden, entonces, qué educación vigorosa, qué educación al amor exige hasta el fin de la vida la alianza de amor mutua que nos regalamos mutuamente? […]

El padre Kentenich coloca estos grados de desarrollo del amor también en el contexto del amor corporal:

¿Qué queremos regalarnos el uno al otro como cónyuges a través de la mutua entrega del cuerpo? […]

Queremos hacernos felices el uno al otro. […] Es decir, no solamente queremos regalarnos y permitirnos mutuamente el placer sexual, sino hacemos felices el uno al otro, de persona a persona. […]


J. Kentenich, 20 de febrero de 1961 

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