viernes, 6 de diciembre de 2024

MARÍA INMACULADA, IMAGEN IDEAL


María, imagen ideal y realización del anhelo de redención

Podemos estar agradecidos que la Iglesia, ya al comienzo del tiempo de adviento, nos presente a la santísima Virgen como la imagen ideal y a la vez la realización de este anhelo. No nos es difícil imaginarnos a la santísima Virgen como encarnación preclara —y estamos convencidos de ello— del anhelo de redención que existía en su época, también en el mundo judío.

Pienso que nosotros, que ya somos mayores —y tal vez también aquellos jóvenes que aún perciben en su interior una titilante luz del anhelo por el más allá, por redención y libertad— deberíamos implorar a la santísima Virgen, por lo menos ahora, al final de este tiempo de adviento, que pida a Jesús que vuelva a nacer en nuestro corazón.

Pero esto no puede quedar sólo en palabras. Si sólo lo hacemos durante el tiempo en que estamos juntos aquí en la iglesia, nos encontramos con que afuera la vida corre nuevamente en forma vertiginosa e irrumpe en nuestro corazón y nos perturba interiormente. Somos y seguimos siendo hombres superficiales. Sin embargo, el anhelo que nos trae la liturgia, tal como lo percibimos en el corazón de la santísima Virgen, debería conmover nuestro corazón por lo menos en algo.

Aún más destacamos anteriormente cómo la liturgia nos presenta la imagen de la santísima Virgen: en el umbral del tiempo de adviento, su imagen se nos presenta como la Inmaculada, es decir, como la maravillosa imagen del hombre pre-redimido y plenamente redimido. Si quisimos destacar esto en forma más precisa, no fue únicamente con el propósito de contemplar la imagen de la santísima Virgen y de gozarnos en ella, sino que lo hicimos también a fin de reflejarnos en ella y, de este modo, saber lo que las gracias de la redención, lo que el Redentor en el pesebre, quieren hacer de nosotros, hombres superficiales en medio del hervidero de los hombres.

¿Qué quiere hacer ella de nosotros? Contemplemos un momento la imagen de la santísima Virgen. Ahí está ella —¿cómo explicarlo brevemente?— como un extraordinario signo de luz de la redención, como un extraordinario signo de la paz y de victoria.

María, signo de luz

¡Si contemplásemos este esplendor y nos comparásemos con él, aunque fuera sólo un poco, aunque nos dejásemos sólo un instante para ello! Pero la vida moderna es vertiginosa y fluye aceleradamente; para estas cosas ya no tenemos ni sentido, ni tiempo, ni ganas… Comparemos entonces: ella es signo de luz. ¿Y nosotros? ¿Tendré que decir que somos signos de oscuridad? ¿Qué quieren hacer de nosotros las gracias de la redención? Quieren convertirnos lentamente en un claro y resplandeciente signo de luz según la imagen de la santísima Virgen.

María, signo de paz

Contemplemos nuevamente su imagen. Ella es signo de paz. ¿Qué somos nosotros? Tomémonos tiempo para meditar estas palabras, no sólo para repetirlas. Cada uno debe preguntarse en su interior: ¿Qué soy para mi familia? ¿Para mi círculo de trabajo? ¿Soy un signo de paz? Allí donde estoy o voy ¿irradio paz a mi alrededor? ¿Llevo la paz, la paz del corazón en mí, o sólo aparento hacia afuera algo de paz? ¡Somos signos de intranquilidad! Donde voy o estoy surge revolución; esté o no en una comunidad religiosa. Existen estos signos de intranquilidad, eximios revolucionarios, signos encarnados de revolución ¿No somos también nosotros, en menor o mayor escala, signos de intranquilidad? ¿Qué quieren darnos las gracias de la redención? Quieren formarnos y forjarnos, lenta y paulatinamente, como signos de paz.

María, signo de victoria

La santísima Virgen está ante nosotros como la Inmaculada. ¿Y nosotros? ¿Somos signos de victoria o de fracaso? ¿De fracaso de la gracia en mí, de fracaso de la imagen ideal de hombre, de la imagen ideal de mujer en mí? ¿Qué quieren hacer de mí las gracias de navidad?

Mis queridos fieles, aquí tenemos tres perspectivas muy amplias. ¡Cuánto tiempo necesitaríamos para ver, delinear y mostrar la imagen ideal y la imagen opuesta y para lograr que esta navidad se convierta para nosotros en un gran regalo de gracias!


Plática del 4º domingo de Adviento, 23 de Diciembre de 1962

 

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