María, imagen ideal y realización del anhelo de redención
Podemos estar agradecidos que la Iglesia, ya al comienzo
del tiempo de adviento, nos presente a la santísima Virgen como la imagen ideal
y a la vez la realización de este anhelo. No nos es difícil imaginarnos a la
santísima Virgen como encarnación preclara —y estamos convencidos de ello— del
anhelo de redención que existía en su época, también en el mundo judío.
Pienso que nosotros, que ya somos mayores —y tal vez
también aquellos jóvenes que aún perciben en su interior una titilante luz del
anhelo por el más allá, por redención y libertad— deberíamos implorar a la
santísima Virgen, por lo menos ahora, al final de este tiempo de adviento, que
pida a Jesús que vuelva a nacer en nuestro corazón.
Pero esto no puede quedar sólo en palabras. Si sólo lo
hacemos durante el tiempo en que estamos juntos aquí en la iglesia, nos
encontramos con que afuera la vida corre nuevamente en forma vertiginosa e
irrumpe en nuestro corazón y nos perturba interiormente. Somos y seguimos
siendo hombres superficiales. Sin embargo, el anhelo que nos trae la liturgia,
tal como lo percibimos en el corazón de la santísima Virgen, debería conmover
nuestro corazón por lo menos en algo.
Aún más destacamos anteriormente cómo la liturgia nos
presenta la imagen de la santísima Virgen: en el umbral del tiempo de adviento,
su imagen se nos presenta como la Inmaculada, es decir, como la maravillosa
imagen del hombre pre-redimido y plenamente redimido. Si quisimos destacar esto
en forma más precisa, no fue únicamente con el propósito de contemplar la
imagen de la santísima Virgen y de gozarnos en ella, sino que lo hicimos
también a fin de reflejarnos en ella y, de este modo, saber lo que las gracias
de la redención, lo que el Redentor en el pesebre, quieren hacer de nosotros,
hombres superficiales en medio del hervidero de los hombres.
¿Qué quiere hacer ella de nosotros? Contemplemos un
momento la imagen de la santísima Virgen. Ahí está ella —¿cómo explicarlo
brevemente?— como un extraordinario signo de luz de la redención, como un
extraordinario signo de la paz y de victoria.
María, signo de luz
¡Si contemplásemos este esplendor y nos comparásemos con
él, aunque fuera sólo un poco, aunque nos dejásemos sólo un instante para ello!
Pero la vida moderna es vertiginosa y fluye aceleradamente; para estas cosas ya
no tenemos ni sentido, ni tiempo, ni ganas… Comparemos entonces: ella es signo
de luz. ¿Y nosotros? ¿Tendré que decir que somos signos de oscuridad? ¿Qué
quieren hacer de nosotros las gracias de la redención? Quieren convertirnos
lentamente en un claro y resplandeciente signo de luz según la imagen de la
santísima Virgen.
María, signo de paz
Contemplemos nuevamente su imagen. Ella es signo de paz.
¿Qué somos nosotros? Tomémonos tiempo para meditar estas palabras, no sólo para
repetirlas. Cada uno debe preguntarse en su interior: ¿Qué soy para mi familia?
¿Para mi círculo de trabajo? ¿Soy un signo de paz? Allí donde estoy o voy
¿irradio paz a mi alrededor? ¿Llevo la paz, la paz del corazón en mí, o sólo
aparento hacia afuera algo de paz? ¡Somos signos de intranquilidad! Donde voy o
estoy surge revolución; esté o no en una comunidad religiosa. Existen estos
signos de intranquilidad, eximios revolucionarios, signos encarnados de
revolución ¿No somos también nosotros, en menor o mayor escala, signos de
intranquilidad? ¿Qué quieren darnos las gracias de la redención? Quieren
formarnos y forjarnos, lenta y paulatinamente, como signos de paz.
María, signo de victoria
La santísima Virgen está ante nosotros como la
Inmaculada. ¿Y nosotros? ¿Somos signos de victoria o de fracaso? ¿De fracaso de
la gracia en mí, de fracaso de la imagen ideal de hombre, de la imagen ideal de
mujer en mí? ¿Qué quieren hacer de mí las gracias de navidad?
Mis queridos fieles, aquí tenemos tres perspectivas muy
amplias. ¡Cuánto tiempo necesitaríamos para ver, delinear y mostrar la imagen
ideal y la imagen opuesta y para lograr que esta navidad se convierta para
nosotros en un gran regalo de gracias!
Plática
del 4º domingo de Adviento, 23 de Diciembre de 1962
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