Un nuevo estilo de vida a la luz del
evangelio
En las próximas ‘entradas’ al Blog traeremos al mismo textos de nuestro Padre Fundador sobre los consejos evangélicos, mostrándonos la posibilidad y necesidad de vivir un nuevo estilo de vida a la luz del evangelio. Hoy nos anima a que lleguemos a ser libres viviendo los tres consejos evangélicos.
Se trata de llegar a ser un hombre «nuevo», un hombre libre.
El hombre nuevo es la personalidad autónoma, con
interioridad, dispuesta a decidirse y gustosa de hacerlo, que posee
responsabilidad propia y libertad interior, que se mantiene alejada de una
esclavitud frente a las formas como de una arbitrariedad carente de vínculos.
J. Kentenich, 1959, en Philosophie der Erziehung, 49
Superar las aficiones adictivas.
Los consejos bíblicos de Jesús, los «consejos
evangélicos», están pensados para la integración de los instintos humanos y
para la superación de aficiones adictivas. A lo largo de la tradición se han
desarrollado tres consejos evangélicos, por los cuales se ha orientado
primeramente la vida religiosa: obediencia, pobreza y castidad
(celibato/virginidad). Cada uno de estos consejos evangélicos clásicos quiere
responder a uno de los instintos fundamentales o de las aficiones adictivas
fundamentales:
Al afán de poder responde la obediencia.
Al afán de poseer responde la pobreza.
Al afán de placer responde la castidad (el celibato, la
virginidad).
En tiempos recientes, matrimonios cristianos han
procurado también orientarse por los consejos evangélicos, aplicándolos a la
vida conyugal conforme al sentido que les es propio. Los textos que siguen se
centrarán en la superación de las aficiones adictivas a fin de ilustrar y hacer
comprensible aquello a lo que apuntan los consejos evangélicos de Jesús.
«¡No apaguéis el Espíritu!» [1Ts 5,19]. ¿Cómo ha de
entenderse «no apagar», «no matar» el Espíritu Santo? ¿Cómo lo matamos? En
efecto, él habita en nuestro interior en virtud de la gracia santificante. ¡No
apaguéis el Espíritu, no lo matéis! ¡No apaguéis el Espíritu, no lo perdáis de
vista! ¡Él vive y se mueve en vosotros, él os educa, él educa a los hijos de
Dios!
Y la segunda frase: Vivid a partir del Espíritu y según
el Espíritu y, de ese modo, matad las obras de la carne (cf. Rm 8,13). ¡Cuánto
sufrimos los hombres modernos en general a causa de la vida instintiva
desordenada y agitada, ¿verdad? Podrá ser la vida instintiva alborotada en lo
sexual, podrán ser la envidia, los celos, la codicia, la avidez de poder:
¡cuánta avidez tenemos hoy de las cosas terrenas! Y esas obras de la carne (Gal
5,19) solo podemos superarlas si dejamos actuar en nosotros al Espíritu Santo.
El Espíritu Santo introduce de alguna manera fuerzas
propulsoras sobrenaturales en nuestra naturaleza como contrapeso a todo lo
enfermizo que hay en nosotros. Y ¿cuál es la razón de que suframos tanto por no
sanar interiormente? ¡La divinidad desconocida! Hemos apagado el Espíritu, el
Espíritu Santo; lo hemos olvidado. ¡Envía tu Espíritu, el Espíritu Santo, y
todo será recreado, y renovarás la faz de la tierra!
J. Kentenich, 26.05.1963, en Aus dem Glauben leben, t. 7,
148 s.
Hay que conquistar el mundo. ¿Qué debemos hacer a fin de
superar el espíritu mundano? Ahora tienen que pensar en qué medida los
distintos tipos de oración del rosario son un incentivo, una capacitación para
superar la avaricia, la avidez de poder y de placer. Dejo esto a la reflexión
de ustedes.
¿Qué aficiones adictivas deben superarse a través de los
misterios gozosos del rosario? ¿El afán de placer?
¿Qué afición adictiva debe superarse a través de los
misterios dolorosos del rosario? ¿El afán de tener?
¿Qué afición adictiva debe superarse a través de los
misterios gloriosos del rosario? ¿El afán de poder?
¿Dónde debe saciarse todo nuestro impulso hacia la
notoriedad? En realidad, hay en el rosario significativamente más de lo que
presumimos, si lo rezamos correctamente.
J.
Kentenich, 25.03.1938, fuente privada