El lugar de gracias como tal no vale solamente para las personas que viven allí mismo, sino también para todos aquellos que de alguna manera acuden a ese lugar con fe y entran en contacto con él de forma creyente. En parte, ustedes mismos están comenzando ya a extenderse en esa dirección. Por ejemplo, vienen los vecinos, ven y sienten lo que aquí se ha producido: entonces, su santuario del hogar puede ser también un santuario para todos ellos, del mismo modo como lo es nuestro santuario aquí para todos los que lo visitan con fe.
Pienso que, si ustedes ven las cosas en este contexto,
entonces nuestro “santuario vivo” es realmente un regalo enorme que nos ha
hecho Dios. En nuestro caso, esto continúa todavía un poquito más con el
“santuario vivo”. En efecto, no decimos solamente, por ejemplo, que nuestra
casa deba ser un santuario, o sea, no solamente que hemos instalado así sin más
un rinconcito schoenstatiano o un altar de Schoenstatt. En efecto, estas cosas
tienen un calado mucho más profundo: nosotros mismos queremos representar un
“santuario viviente” y cada uno de nosotros, un trozo del santuario.
Pienso que con esto hemos recibido una respuesta a
preguntas muy grandes de la época actual. […]
Sabemos que existen otras comunidades que nos impulsan
constantemente al apostolado hacia fuera: tenemos que actuar apostólicamente
aquí y allá. Sí, está bien, habría que hacerlo. Pero el lugar principal de mi
actividad apostólica tendría que ser la propia familia, la propia casa.
Tenemos que contar también con que, si Dios nos
bendice ‒a nosotros y a nuestros hijos‒ de nuestro santuario dimane una
profunda atmósfera religiosa, o que la santísima Virgen nos regale realmente
gracias de transformación, o sea, que nuestros hijos aprendan a desenvolverse
en la vida, en la vida actual. No debemos perder de vista que esto es también
un apostolado de primer orden. Entonces daremos testimonio de la actividad
educadora de la santísima Virgen. Y la santísima Virgen y el Dios trino se
glorificarán a través de todo aquello que hacemos en la familia.
J. Kentenich, 04.05.1964, en Am
Montagabend, t. 30, 78 ss.
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