viernes, 28 de junio de 2024

EDUCACIÓN EN LA FAMILIA

En el centro de la familia está el niño.

No sería correcto decir, como padre: «Quiero esforzarme por ganar dinero y ser competente en mi profesión, actuar también en política, pero en mi familia dejo el cetro a la madre. Cuando estoy en casa, los niños deben dejarme en paz. Allí quiero estar tranquilo».

No: a pesar de la competencia profesional, a pesar de la necesidad de ganar dinero, a pesar de la actividad política, el ámbito principal de mi actividad paterna tiene que ser siempre la familia. El objeto de la preocupación principal en la familia es el niño. […]

Quisiera que te vaya bien.

De Herodes se dice que «perseguía al niño» [cf. Mt 2,13 ss.] ¿Qué hacen los padres? No dicen: «¡Qué fastidio tener que huir a Egipto!». No, sino que incluso emprenden la huida a través del desierto. De modo que la preocupación principal es el niño. Que a los padres les vaya bien es, en principio, algo secundario. María y José permanecen en un país extranjero, con costumbres extranjeras, con una lengua extranjera. ¿Por qué? Por el niño. Además, cuando llega el momento en que Dios necesita al Salvador para la actividad pública, el bien del niño está en primer plano. La santísima Virgen tiene que renunciar al niño. Tal como fue en la Sagrada Familia de Nazaret, también en nuestro caso el niño tiene que estar siempre en el centro.

El bienestar corporal. Creo que aquí en Estados Unidos tenemos menos dificultades en ese sentido. Ganamos [nuestro dinero] y cuidamos de que nosotros, es decir, también nuestros hijos, tengamos comodidad y bienestar. ¿Irá eso a veces demasiado lejos? Después daremos una respuesta a ello.

El bienestar mental y espiritual. Pero no solamente tenemos que cuidar del bienestar corporal, sino también del bienestar mental y espiritual, así como de la vida religiosa. Nosotros tenemos la responsabilidad principal, no la Iglesia ni la escuela, aun cuando se trate de una escuela privada católica. Ellos solo pueden ser «ayudantes». La tarea del cuidado [del niño] nos compete principalmente a nosotros. Y lo que podemos hacer nosotros mismos no hemos de descargarlo en la escuela o en la Iglesia. Eso vale también cuando se trata del bienestar mental y espiritual. Mis hijos deben convertirse en personas de un alto nivel moral. Por eso tienen que ser formados y educados, tienen que aprender a pensar con independencia, poder tomar iniciativa y moverse en la vida. Yo tengo la responsabilidad a ese respecto.

El bienestar religioso. Pero no debemos olvidar nunca que el niño es también un hijo de Dios. Yo debo formar y educar también la vida religiosa de mi hijo. Debo educar al niño de modo que, más tarde, él se regale a Dios por iniciativa y voluntad propia y en el lugar y el momento en que Dios lo quiera.

Vivo lo que digo.

Aquí queremos añadir una pregunta práctica. Dice la pregunta: ¿Qué tengo que hacer como padre y madre para educar correctamente a mis hijos? No para alimentarlos correctamente, sino para educarlos correctamente, para educarlos en lo religioso-moral.

Esa pregunta puede tener numerosas respuestas. La más habitual reza: el buen ejemplo. Yo mismo tengo que vivir a mi manera el ideal que tengo para mi hijo. Tengo que ser un padre ideal, una madre ideal, desprendido de mí mismo, de mí misma. Este es el medio educativo más valioso.

Tienen que retener esto: el educador educado es la gran personalidad que obra milagros en la educación. Esto es muy esencial para la educación. Todo lo que les digo a los hijos tengo que hacerlo pasar antes por mi cabeza y mi corazón, lucharlo primero yo mismo interiormente antes de abrir la boca para hablar. Entonces tienen ustedes que ver lo eficaces que serán como educadores.

¿Comprenden de lo que se trata? Es la misteriosa eficacia de un ser humano que está totalmente identificado con aquello que dice.

¿Comprenden ahora lo que significa poner la autoeducación al servicio de la educación de mis hijos? Seré el mejor, el más genial, el carismáticamente más dotado de los educadores si me mantengo en constante disciplina y utilizo todos los errores de mis seguidores para mirar dentro de mí mismo y superar de nuevo, interiormente, errores similares, quizá los mismos. Entonces yo mismo estaré siempre despierto. No seré solamente aquel que educa, sino que yo mismo seré educado por mis hijos.

J. Kentenich, 18.01.1953, en Dienst am Leben, 30 ss.

 

viernes, 21 de junio de 2024

EL PRIMER APOSTOLADO ES LA FAMILIA

El lugar de gracias como tal no vale solamente para las personas que viven allí mismo, sino también para todos aquellos que de alguna manera acuden a ese lugar con fe y entran en contacto con él de forma creyente. En parte, ustedes mismos están comenzando ya a extenderse en esa dirección. Por ejemplo, vienen los vecinos, ven y sienten lo que aquí se ha producido: entonces, su santuario del hogar puede ser también un santuario para todos ellos, del mismo modo como lo es nuestro santuario aquí para todos los que lo visitan con fe.

Pienso que, si ustedes ven las cosas en este contexto, entonces nuestro “santuario vivo” es realmente un regalo enorme que nos ha hecho Dios. En nuestro caso, esto continúa todavía un poquito más con el “santuario vivo”. En efecto, no decimos solamente, por ejemplo, que nuestra casa deba ser un santuario, o sea, no solamente que hemos instalado así sin más un rinconcito schoenstatiano o un altar de Schoenstatt. En efecto, estas cosas tienen un calado mucho más profundo: nosotros mismos queremos representar un “santuario viviente” y cada uno de nosotros, un trozo del santuario.

Pienso que con esto hemos recibido una respuesta a preguntas muy grandes de la época actual. […]

Sabemos que existen otras comunidades que nos impulsan constantemente al apostolado hacia fuera: tenemos que actuar apostólicamente aquí y allá. Sí, está bien, habría que hacerlo. Pero el lugar principal de mi actividad apostólica tendría que ser la propia familia, la propia casa.

Tenemos que contar también con que, si Dios nos bendice ‒a nosotros y a nuestros hijos‒ de nuestro santuario dimane una profunda atmósfera religiosa, o que la santísima Virgen nos regale realmente gracias de transformación, o sea, que nuestros hijos aprendan a desenvolverse en la vida, en la vida actual. No debemos perder de vista que esto es también un apostolado de primer orden. Entonces daremos testimonio de la actividad educadora de la santísima Virgen. Y la santísima Virgen y el Dios trino se glorificarán a través de todo aquello que hacemos en la familia.

J. Kentenich, 04.05.1964, en Am Montagabend, t. 30, 78 ss.

 

viernes, 14 de junio de 2024

LIDERAZGO EN SCHOENSTATT: PARS MOTRIX

«Pars motrix et centralis» es una expresión especial que el padre Kentenich tomó en su tiempo de san Vicente Pallotti y trasladó al Movimiento de Schoenstatt.

«Pars motrix», «parte motriz» del Movimiento de Schoenstatt designa al núcleo interior de Schoenstatt, concretamente, a las comunidades de los institutos y las federaciones o uniones. «Pars centralis», «parte central» designa a aquellas personas que trabajan con dedicación exclusiva o parcial en la inspiración y conducción del Movimiento de Schoenstatt.

Detrás de todo el Movimiento, que se sabe llamado como instrumento en las manos de la Madre y Reina Tres Veces Admirable de Schoenstatt y como portador de una gran corriente de gracias, se encuentra una pars motrix et centralis [«parte motriz y central»] cuya tarea de vida es mantener despierto y hacer efectivo el espíritu de la consagración o el espíritu de la alianza a fin de recoger, transmitir y hacer fecundas las gracias de alianza que fluyen con fuerza desde el santuario. […]

La autoeducación y la responsabilidad mutua que se despiertan en las distintas ramas [= comunidades de Schoenstatt] y son alimentadas y profundizadas por cursos [de formación] y por prácticas obligatorias mantienen el alma despierta y abierta para Dios y lo divino. […]

Tal como exitosamente lo hemos hecho hasta ahora, [queremos] recordar constantemente la idiosincrasia que nos es propia y que hemos esbozado, así como mantenerla y cultivarla cuidadosamente. Ante todo, nos grabamos en la memoria que somos un movimiento original de ideas y de vida o de educación, pero también un pronunciado movimiento de gracias. Cada palabra está ricamente llena de contenido. Adherida a ellas va toda una cantidad de probada tradición. Por eso, cada una de ellas ha de ser comprendida y realizada con toda su riqueza de contenido. Además, tenemos una red organizacional muy ramificada y amplia con puntos centrales locales ‒el santuario original y los santuarios filiales‒ en la que se recoge la corriente de ideas, de vida y de gracias que la sostiene, siendo a su vez sostenida por ella.

Por último, en el centro se encuentran entes cuya tarea de vida, junto con los palotinos [más tarde, los padres de Schoenstatt], consiste en ser el alma de todo el Movimiento y, de ese modo, proporcionar continuamente espíritu y vida. […]

Destaco una vez más: la consagración quiere dirigirse a la Madre y Reina Tres Veces Admirable de Schoenstatt en su santuario. La descollante meta interior y exterior de la Familia tiene que quedar clara. Su color no debe ser modificado en ningún sentido. El sistema de educación debe afirmarse con toda el alma y aplicarse continuamente, el arraigo y la centralidad local del Movimiento deben aplicarse de forma perfecta. La pars motrix et centralis tiene que ser permanentemente consciente de su tarea principal de inspiración y dirección, de servicio y de conducción y dedicarle a esa tarea toda la fuerza de su vida. Si hacemos todo eso podemos esperar en la bendición de Dios, y tampoco faltará el éxito exterior.

J. Kentenich, 1952, en Das Lebensgeheimnis Schönstatts Fortsetzung des II. Teils, 6 ss.

 

viernes, 7 de junio de 2024

ENGENDRANDO VIDA

Conducir la comunidad a través de una corriente de vida

Contacto vivo significa que en todos los míos hay vida. Y tengo que saber qué forma de vida hay en ellos. Se trata nuevamente de la idea que he destacado antes: cada uno de nosotros es una mina de oro. No deben comprenderlo como una frase hueca. […] Eso debo abrazarlo interiormente con fe, debo estar convencido de ello. O sea, no maldecir a todo el que no sea como yo, al que no piense como yo.

Veamos una vez más la idea de mantener un contacto vivo. Digo que en cada uno hay vida. Y, si no hay vida, habrá una predisposición para la vida. Contacto vivo significa que tengo contacto. Y no solo exterior, que no es suficiente, sino contacto con la vida: digamos, con la corriente de vida que, consciente o inconscientemente ‒apliquémoslo a nosotros mismos‒ fluye por nuestra comunidad. De este presupuesto partimos. O sea, todo se interpreta en dirección a la vida. […]

Exactamente lo mismo vale cuando hablamos de nuestra imagen de Dios: el Dios de la vida.

La vida que hay en mí ‒o sea, no en primer lugar y, sobre todo, no exclusivamente el saber‒ la vida que hay en mí debe pasar por la vida de todos aquellos con los que tengo que ver, por los que debo trabajar. Pero esa corriente de vida se alimenta a su vez por la vida de quienes están en mi comunidad. La corriente que parte de mí recoge la corriente que está en cada individuo. Y la corriente continúa de persona a persona, regresa nuevamente a mí y sigue circulando más y más.

Si lo escuchan de esa manera sencilla tiene que resultarles fácil percibir qué tan verdadero es esto en realidad. Y doblemente, porque los tipos de personas que se encienden más fuertemente por la vida podrán ser sabe Dios qué tan talentosos, pero ¿qué es lo que los enciende interiormente? La chispa de vida que salta de una persona a otra.

Esto fue probablemente lo que los oprimió un poco interiormente en la primera semana [el texto está tomado de un tiempo de formación de varias semanas]: no pasaba corriente alguna. Y a la inversa lo mismo. Si tengo sentado junto a mí a alguien y percibo que todo está seco, que «la tierra está informe y vacía» [cf. Gn 1,2], siento esa situación. ¡Qué difícil es entonces saberse y sentirse mutuamente unidos! Y ese debería ser, en realidad, el sentido de nuestra educación a la comunidad: que dejáramos circular realmente una corriente de vida a través de nosotros y que nos dejáramos impulsar por esa corriente de vida, pero también que pudiésemos ayudar a crearla. […] La corriente que hay entre nosotros debe fluir, seguir fluyendo.

Tal vez me permitan dar un tinte un poco filosófico a esta idea que he expuesto de forma tan sencilla. En tal caso debería recordar que, en lo más profundo, educar es una función generadora. Esta también es una expresión muy importante: educar significa engendrar. ¿Y qué se entiende por engendrar en el orden físico?

Si hablamos de educar, es más un engendrar en el orden espiritual. ¿Qué se entiende por generar y engendrar? […] Yo engendro vida. Pero ¿a través de qué? De la unión con mi vida. La corriente de vida que me rodea está unida con mi vida. Productio viventis [producción de un ser viviente], es decir, algo es creado por mí: vida. […]

La corriente de vida que brota de mí sigue fluyendo continuamente, se encuentra con la vida de un lado y del otro. […] Engendro en el otro la vida que actúa en mí. Pero ahora debo ser sincero: también mis cohermanos, mis subordinados, transmiten esa corriente de vida. También yo recibo vida de ellos, ellos son cogeneradores de vida. Y esto deben sostenerlo siempre para no lesionar la humildad, el respeto y la verdad.

J. Kentenich, 1963, en Ein Durchblick in Texten, t. 5, 340 ss.