Tengo que advertirles de que hoy en día muchísimas personas están psíquicamente y, por eso, también físicamente enfermas. ¿Saben por qué? Porque tienen muchas impresiones no digeridas y porque no pueden con su sentimiento de culpa. (…) Si de alguna manera no hemos seguido nuestra conciencia, entonces salta en nosotros una voz que nos reprocha, Es la voz de la conciencia. (….)
La mayoría de las personas reprimen esa
voz. Y ¿cuál es la consecuencia? Si me permiten utilizar una imagen: es casi como
si sobre el fondo de mi alma se depositara una capa peculiar. (….) Una capa
aislante. Es algo que se pega a mi alma y que no puedo superar. Si no la
arranco, Dios no puede llegar hasta mi alma. Y todo lo demás que hago durante
el día se pega como capa aislante, pero no entra en el alma. Es decir: reprimo
mi sentimiento de culpa y mi consciencia de culpa. Y la consecuencia es que
Dios no llega hasta la sustancia de mi alma. (….)
Comprenderán,
pues, qué importante es el cultivo cuidadoso del sentimiento de culpa en
nosotros. Hasta el fin de nuestra vida tenemos que luchar. No deben pensar que,
estando en nuestro cuerpo mortal, podamos evitar toda falta y todo pecado: eso
no es posible. Hasta el fin de la vida tenemos que luchar con la naturaleza. Y,
mal que nos pese, hasta el fin de nuestra vida tenemos que contar con que,
totalmente de improviso, nos vemos sorprendidos por algún ataque – sea desde
fuera o desde dentro -, aun cuando nos hayamos hecho mayores y todas las
pasiones comiencen ya a callar un poco.
¿Qué ha dicho el apóstol Pablo? “A los
que aman a Dios todo les sirve para el bien” (Rom 8,28), incluso ese pecado.
¿Qué tengo que hacer, pues, para que me sirva para el bien?
No extrañarme
De todas las tentaciones y dificultades.
[…] Si me extraño, ¿qué significa? Eso demuestra que no conozco
mi naturaleza. A lo sumo me extraño de
que eso no sea aún peor. […]
No desconcertarme
[sino considerar evidente que los seres humanos
somos capaces de todo.]
No desanimarme
[eso obstaculiza un nuevo comienzo].
No rendirme
[no afincarme en las debilidades].
A los que aman a Dios todo les sirve para el bien: también las pasiones excitadas. ¿Dónde reside aquí el bien? En estar desprendido de mí mismo y totalmente entregado a Dios. Entonces estaré por encima de todas las copas de los árboles. (….) Entonces seguiré siendo interiormente un hombre libre. Se me podrá arrebatar el honor, se me podrá privar de mi patrimonio – (que mi verdadero patrimonio es) ¡mi Dios y mi todo! – Entonces tendré una posición firme.
Ese es el mejor de los medios para
preservarse de trastornos nerviosos y, cuando ya hay trastornos nerviosos, para
superarlos con el tiempo.
J. Kentenich, 4 de junio de 1956, en Am
Montagabend, t. 2, 276 ss.
Qué consejos tan realistas... en el fondo, sólo si nos consideramos más de lo que somos, podemos sorprendernos con nosotros mismos... si somos verdaderamente humildes, no. Pero eso implic aun profundo conocimiento de sí. Excelente texto, Paco! Gracias!
ResponderEliminarAnte el pecado, mirar para arriba…
ResponderEliminarCristo ya murió por él y por los que vengan hasta que muramos. ¿Por qué culpabilizarnos? Al reconocer el pecado, dejarse abrazar por Él en la confesión y a seguir amando en nuestra debilidad.