La vida matrimonial, camino hacia la santidad.
En las últimas semanas venimos ofreciendo para la
reflexión y el diálogo algunos pensamientos de nuestro Padre Fundador sobre los
esposos y el matrimonio. Hoy traemos un texto muy conocido y “apreciado” por
los miembros de la Rama familiar de Schoenstatt sobre la vida matrimonial como
camino de y hacia la santidad. El P. Kentenich dice así:
“Resulta fácil tender un puente desde esta área
temática a aquella otra que nos venía ocupando: la búsqueda de una
espiritualidad para laicos en medio del mundo. Repasemos algunos pensamientos sobre
los cuales ya reflexionamos para que se nos graben más hondamente aún.
Que las cosas del mundo sean para nosotros un camino
hacia lo alto. Este es el sentido en que podemos y debemos usar de ellas. Y
esto vale para todo lo que nos está permitido a los esposos en razón del
matrimonio. Así podremos decir que queremos ser santos no a pesar de estar
casados y de las cosas de la vida conyugal, sino precisamente porque estamos
casados. Usemos todo lo que está permitido en el matrimonio como un sursum
corda (arriba los corazones).
Recordando un término al que ya hicimos referencia,
les pido que el matrimonio no sea una "trampa" o "lazo"
para nuestra aspiración religiosa sino un medio para la santidad. La pregunta
clave es cómo usar de esas cosas para que sean camino de santidad. Cuando
pensamos en todo lo que se nos permite a los casados y, más aún, lo que es un
deber como cónyuges, pensamos ante todo en el acto conyugal. Y entonces surge
la pregunta: ¿cómo realizar el acto conyugal, para que sea expresión y medio de
santidad?
Dos son las respuestas que les ofrezco: el acto
conyugal debe realizarse como expresión de la dignidad personal de ambos
cónyuges y como medio para la mutua complementación psíquica y espiritual.
El acto
conyugal, expresión de la dignidad personal
Imágenes del Dios Trino
Según la Sagrada Escritura, todos somos imágenes de
Dios y justamente de un Dios Trino. He aquí el gran misterio: tres personas y
un solo Dios. Y la característica de estas tres personas consiste en la mutua
apertura, en estar abiertos los unos a los otros. El Padre se conoce a sí
mismo. Y en este conocimiento tenemos al Hijo. Padre e Hijo se funden en un
tierno beso de amor. Y en este beso tenemos al Espíritu Santo. El Dios Trino se
nos revela, en su esencia, como una comunidad.
Personalidades firmes y abiertas al tú
Ser imágenes del Dios Trino no sólo nos exige ser
personalidades firmes, sino también estar abiertos al tú. El sentido de lo
comunitario, la apertura a la comunidad, es asimismo parte de la esencia del ser
humano. La imagen más perfecta del Dios Trino son en realidad los esposos y
concretamente los esposos en el momento del acto conyugal. En él continúan
siendo dos personas distintas, pero tan estrecha y fuertemente unidas que la
Sagrada Escritura dice que son una sola carne. Pero son dos
personas; por lo tanto en la vivencia de todo lo que está permitido en el
matrimonio no debemos descuidar la dignidad personal.
El niño, fruto de la mutua donación
Avancemos un poco más. Somos imágenes del Dios Trino.
Si consumamos el matrimonio en armonía con su auténtico sentido, es esperable
entonces la llegada de un hijo como fruto de esa mutua donación. Por eso
subrayábamos arriba la palabra trino. El hombre y la mujer que en calidad de
padre y madre traen al hijo al mundo conforman una «trinidad».”
J. Kentenich, Lunes por la tarde, Tomo 20
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