viernes, 7 de octubre de 2022

¿MECANICISMO? ¿PERSONA MECANICISTA?


La semana pasada leíamos en los apuntes de una de las conferencias del Padre Kentenich a los educadores en Santiago de Chile en el año 1951 algo sobre las distintas concepciones del hombre en los últimos siglos. Nuestro Padre afirmaba que la última concepción del hombre es “la concepción del hombre mecanicista o colectivista”, y que esta mentalidad “se ha extendido de este a oeste y cada vez gana más popularidad”. “Después que la humanidad sintió que no era capaz de mirar por sí misma hacia Dios, según la imagen de una máquina se constituyó a sí misma en Dios. Al hombre que se ha formado así, se le llama hombre mecanicista.”

Invito a los lectores del Blog a reflexionar sobre lo dicho, sobre todo teniendo en cuenta que, según el Fundador, todos estamos más o menos contaminados de ese bacilo. Él mismo confesó haber sufrido en su juventud las consecuencias del bacilo mencionado (recuérdense las crisis en sus años jóvenes).

Dice la Real Academia de la lengua española que en la filosofía el término ‘mecanicismo’ hace referencia a la ‘doctrina según la cual toda realidad natural tiene una estructura semejante a la de una máquina y puede explicarse mecánicamente’. Al hombre mecanicista lo define como ‘seguidor del mecanicismo’.

Los que llegamos a Schoenstatt en la época ‘post-fundatoris’ tuvimos la oportunidad de aprender de nuestros mayores que para el Fundador ‘la mentalidad o pensamiento mecanicista es la principal patología de la modernidad, y que la misma impediría al hombre contemporáneo alcanzar una correcta comprensión de Dios y del poder mediador de las criaturas’. También supimos que ‘esta mentalidad tiende a analizar y separar lo que en realidad está interrelacionado. No logra ver las partes en el todo. Por eso separa y analiza de modo mecanicista e inorgánico, sin lograr conjugar, por ejemplo, el concepto de individuo y comunidad, de libertad y obediencia, de paternidad y fraternidad, de masculinidad y feminidad, sin visualizar la relación viva y fecunda de Dios y hombre, de Cristo y María, de naturaleza y gracia, etc. Crea así antagonismos infecundos donde debiera darse más bien una rica polaridad. Aísla donde debiera haber mutua complementación.’ Actualmente lo vivimos a diario en todas las discusiones y manifestaciones sobre la mujer y el ‘género’ ……

Muchas personas en las filas de Schoenstatt conocen la así llamada “Epístola perlonga” de nuestro Fundador: se trata de una carta que el Padre Kentenich escribió a la iglesia alemana en el ‘contexto de la Visitación que se hizo a Schoenstatt y de las observaciones a lo que se consideraban “ideas o terminologías particulares” y, especialmente, al rol del fundador de la familia, su autoridad y las vivencias paterno-filiales, así cómo el valor de las causas segundas, como expresión, camino y seguro para nuestro encuentro con Dios.’

La virtud de la esperanza llevó al Padre a vislumbrar en el horizonte de los “novísimos tiempos” una profunda renovación del hombre cristiano, en el que se nos mostrará un nuevo resplandor de la vida y riqueza de Cristo, y en donde la nueva cultura será la de una armonía entre la naturaleza y la gracia, tal como la encarna la santísima Virgen.

Cuando se viven esos ‘antagonismos infecundos’ en la propia vida se sabe lo dañino del mecanicismo, el sufrimiento que puede producir. Un campo de aplicación clarísimo es la vida matrimonial, el lecho conyugal: ‘El mecanicismo no es capaz de unir armónicamente el amor instintivo-sexual con el amor afectivo-sensible, el amor espiritual con el amor sobrenatural, separando y dividiendo en forma mecanicista amor y fecundidad.’

Recordaré siempre el bien que me hizo, como hombre casado, la lectura de las conferencias del Padre Kentenich a los matrimonios de Milwaukee de los primeros meses del año 1961 sobre el tema del amor conyugal. ¡Toda una novedad para mí, un horizonte resplandeciente para mi vida de amor conyugal! En la conferencia del 6 de marzo de 1961 podemos leer:

“El vínculo que une a todos los hijos de Dios entre sí es el mismo que une al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Nos referimos al vínculo del amor. La corriente del amor divino tiene que pasar también a través de los esposos. Más aún, permítanme decirles que el amor matrimonial es el reflejo más perfecto del amor divino intratrinitario. Piensen en la Trinidad: tres personas y un solo Dios, unidos por el vínculo del amor. Y en el caso del matrimonio, dos personas y sin embargo una unidad, una unidad a nivel corporal que es expresión de una comunión espiritual extraordinariamente profunda”.

En la conferencia del 3 de abril del mismo año vuelve a repetir la idea central:

“Se trata de integrar el acto conyugal, la unión conyugal, en la totalidad de nuestra condición de persona. Les repito: el acto conyugal es expresión de la entrega total de una persona a otra. Una persona se brinda a otra persona. Vale decir que formalmente no es la entrega que se le hace al cónyuge de una parte del cuerpo. Si se hace ese don, es porque ello es un símbolo de la entrega y la ofrenda mutua de toda la persona. …. Se podría decir que no existe otro reflejo tan perfecto del amor del Dios Trino como el amor matrimonial y su expresión en el acto conyugal”.

(Ver: Canto al amor – Editorial Schoenstatt, Santiago de Chile – Título original: Am Montagabend ….Band 20 - Eheliche Liebe als Weg zur Heiligkeit)

  

1 comentario:

  1. Gracias Paco! A veces no nos damos cuenta de nuestro propio pensar mecanicista... Siempre tratamos de separar, distinguir, realidades que al el final son una sola. Me encantó lo que escribiste!

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