En
los años infantiles de catecismo supimos lo de los ‘ángeles caídos’ y lo de ‘Adán
y Eva y la serpiente’, aprendimos también que los enemigos del alma eran tres, y
que uno de ellos era el demonio. Más tarde, leyendo y meditando textos
evangélicos, nos impresionó saber de las tentaciones de Jesús en el desierto y constatar
por los textos de Juan que el demonio – “el príncipe de este mundo” (Jn
12,31) - es un “homicida desde el principio, mentiroso y padre de la mentira”
(Jn 8,44) y que “el mundo entero yace en poder del Maligno” (1 Jn 5,19).
Nuestro
Padre Fundador, en la jornada que venimos repasando en estas semanas, después
de explicar que las características más destacadas de los tiempos apocalípticos
(no se refiere al fin del mundo) son catástrofes violentas de orden físico, de
orden moral y de orden religioso, asegura que detrás de estas terribles
catástrofes está la influencia directa del demonio. Dice así:
“Por el Apocalipsis sabemos que detrás de
todo este acontecer, está la influencia extraordinaria de los poderes
anti-divinos. No sólo está actuando la maldad humana, sino que también la
maldad diabólica.
Si aquí hacemos una comparación con la época
actual, tenemos que señalar que las barbaridades que vemos hoy en el mundo no
se pueden explicar por medios naturales. ¡Detrás de esto tiene que esconderse
una influencia tremendamente grande del demonio! En el mundo existen muchas
desgracias, muchas deficiencias, mucha propensión al pecado y mucha crueldad,
lo que se puede explicar con el daño ocasionado por el pecado original a la
naturaleza. Para esto no se necesita suponer que haya existido una influencia
directa del demonio. Pero ahora yo estoy hablando intencionadamente de una
influencia directa de los poderes anti-divinos. La influencia indirecta siempre
existe; mientras el mundo sea malicioso y maligno, siempre estará
indirectamente expuesto a la influencia del demonio, desde que el demonio, en
el principio, indujo a Eva al pecado en el cual Adán también cayó. Sólo así
podemos explicar el tremendo mal, la crueldad que ocurre en el mundo. Todas
estas situaciones suponen la influencia indirecta del demonio. La pregunta
clave aquí es: ¿hasta dónde llega la influencia directa del demonio?
Esto quiere decir en la práctica: ¿en qué
medida debemos suponer que el demonio gobierna directamente a los hombres con
su influencia, o basta la fragilidad de la naturaleza, para explicar tanta
maldad y tanto sufrimiento que existe en nuestros días?
Si juntamos todas las citas de la Sagrada
Escritura acerca del significado del demonio, debemos admitir que la influencia
directa del demonio es tremendamente grande. Los textos de san Pablo hablan
especialmente de esto. Él ve al mundo lleno de demonios y habla de una lucha
"contra principados y potestades, contra los dominadores de este mundo
tenebroso, contra los espíritus malos de los aires" (Ef 6,12); él también
lo llama nuestro adversario, que nos quiere poner "bajo el dominio del
príncipe de las potestades aéreas" (Ef 2,2). Pablo se refiere a Satanás.
Es algo peculiar. Cuánto nos gusta ir a su escuela, sobre todo cuando nos habla
de que somos miembros de Cristo; pero cuando nos muestra la imagen demoníaca,
nos olvidamos de que también entonces estaba inspirado. Si estamos de acuerdo
con san Pablo, podemos entender la palabra clásica de san Pedro "Vuestro
adversario, el diablo, como león rugiente, anda rondando y busca a quien
devorar" (1Pe 5,8).
Esta influencia del demonio se encuentra en
todas las épocas de la historia de la humanidad y de la historia de salvación.
Eso sí que hay momentos en que el demonio se retrae un poco y otros momentos en
los cuales irrumpe tan fuertemente del infierno que podemos decir: ahora se
escapó del infierno y quiere arreglar las cuentas de siglos. ¡Estos son los
tiempos apocalípticos! Son tiempos en que el demonio puede ejercer su
influencia casi desenfrenadamente. También nos gusta hablar de los tiempos
tranquilos, aburguesados y satisfechos. Ahí el demonio se retrae aparentemente,
pero en lo escondido sigue actuando; quizás su actuar es más peligroso aún en
este tiempo que en los tiempos apocalípticos. Porque no se le presta atención.
Por eso tiene rienda suelta, puede hacer y ejercer el mal donde quiera y como
quiera. Estos son los tiempos de los cuales Goethe dijo una vez: "Este pueblecito
no le cree nunca al demonio, ni cuando lo tiene al cuello".
Y ahora tenemos que decir: hoy vivimos en una
época en que realmente el demonio celebra su juego infernal. …… Ahora ustedes
deben recordar todo aquello que han escuchado de las crueldades de la guerra
moderna y considerar lo que ocurrió en los campos de concentración, entonces se
asombrarán de la crueldad extraordinaria de que es capaz la naturaleza humana.
La única respuesta para todo esto es: el demonio celebra una impresionante
marcha triunfal, porque Dios le dio el poder de salir del infierno para jugar
con los hombres como él quiera.”
Me
parece que la situación de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado se
repite en las primeras décadas del siglo actual. También hoy podemos constatar
la influencia directa del demonio en el mundo.
Toda la razón Paco. Pero el poder de Dios es infinitamente mayor. Por eso nos toca rezar mucho y convertirnos de corazón. Nos tocan tiempos difíciles, pero debemos vivirlos con la esperanza y la certeza de que la victoria siempre es de Dios. Un abrazo. Teresa
ResponderEliminarGracias, Paco. Muy interesante y actual. Gracias por tu blog que tanto nos alegra cada viernes. Un abrazo, Ángel
ResponderEliminarMuy interesante artículo. Como dice San Pedro, "el diablo anda como león rugiente buscando a quien devorar", y que actúa siempre con la mayor intensidad, hasta donde Dios le permite -ni un milímetro más- con las más diversas formas del mal de cada época. Pero también que sabemos del cuidado amoroso del Padre y esperanzados de que estamos a salvo, confiados en Su infinita Misericordia.
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