viernes, 30 de septiembre de 2022

EN MEDIO DE UN CAMBIO TOTAL DE ÉPOCA

 En la propuesta pedagógica de nuestro Fundador adquiere un lugar destacado la autoeducación. Me fijo en este aspecto para subrayar la importancia que tienen los contenidos de las charlas para mí, personalmente, aunque no sea educador, profesor de un colegio. Soy el educador de mí mismo, o lo debo ser.

No es de extrañar por ello que en una jornada pedagógica como la que hemos comenzado a leer en la semana pasada, el Padre Kentenich lo recuerde a menudo. Por ejemplo, cuando después de definir el sentido de la educación católica – ‘el serio esfuerzo por despertar la capacidad y la disposición de formar y dominar la vida, en forma autónoma y por propio esfuerzo y transformarla en culto a Dios por amor a Él’ -, explica a sus oyentes el contenido y la meta de la jornada: desarrollar el sistema de educación adecuado.

Así es cómo al iniciar su segunda conferencia dice:

“Por eso, antes de desarrollar el sistema de la educación, es muy importante para el educador, tanto para la autoeducación como para la educación de los demás, compenetrarse de los problemas de la época actual. Entonces hablamos, por un lado, de la situación de la época actual, y por otro, de la situación actual del alma, porque la vida forma el alma y el alma forma la vida. La tesis acerca de la situación de la época actual queremos formularla así: vivimos en un cambio total de época, con las características de una catástrofe mundial.”

Al explicar los elementos de tal cambio nos recuerda que no habla de una crisis cualquiera de la época, ni tampoco del final de los tiempos, - este aspecto no se nos ha dado a conocer jamás -, sino de un cambio importante en el hombre, en toda la humanidad, que llevará a una nueva situación hasta ahora desconocida.

“Hablamos de un cambio de época total. ¿Entendemos bien esta expresión? Lo contrario de un cambio de época total sería un cambio de época parcial, sólo en parte. Si escuchamos a los historiadores acerca del cambio de época de la Edad Media a la Edad Moderna, nos daríamos cuenta de que ese fue sólo un cambio parcial, sólo en parte. Si nos preguntamos dónde está la medida para un cambio de época, el filósofo historiador nos contesta que está en la transformación de la concepción del hombre. La respuesta es entonces: el cambio de época depende del cambio de la concepción del hombre.

Cambio de la concepción del hombre

Rápidamente nombraremos el cambio de la concepción del hombre de la Edad Media a la Edad Moderna. En la Edad Media el hombre era absolutamente teocéntrico. Dios se encontraba en el centro y era el canon de su comportamiento. Todo aquello que hoy sabemos y enseñamos acerca de la vinculación del hombre con Dios, en ese tiempo se vivía en plenitud. Actualmente el hombre tiene una postura antropológica; al comienzo de los tiempos modernos el hombre se puso a sí mismo en el centro y no giró más en torno a Dios. El gran quiebre vino en la época del Renacimiento. La perspectiva de nuestra mirada cambió totalmente: ¡Lejos de Dios, hacia el hombre! Ahí comienza el hombre a ser el centro del mundo y la medida de todas las casas. Sin embargo, éste es sólo un cambio parcial en la concepción del hombre, no un cambio total. Desde la Edad Media han surgido muchas concepciones del hombre, que hoy en su totalidad y en todas sus partes han sufrido una profunda conmoción, de modo que tenemos que admitir que la revolución del ser es una revolución radical, que no transige.

Evolución en la concepción del hombre

Les puedo enumerar rápidamente las concepciones del hombre y del mundo que han surgido desde la Edad media. Ya dijimos que después que el hombre no giró más en torno a Dios, comenzó a girar en torno a sí mismo, en torno a su propia cabeza. Esa fue la concepción del conocido hombre conciencialista o intelectualista. Muy luego la siguió el hombre economicista.

Este tipo de hombre hizo de su estómago un Dios. No pasó mucho tiempo y el hombre economicista fue reemplazado por el vitalista. El hombre transformó en Dios su vida instintiva y la adoró. Estas tres concepciones del hombre llegan hasta nuestro tiempo: el hombre intelectualista o conciencialista, el economicista y el vitalista. Además, existe una cuarta concepción del hombre que se ha extendido de este a oeste y cada vez gana más popularidad. Es la concepción del hombre mecanicista o colectivista. Después que la humanidad sintió que no era capaz de mirar por sí misma hacia Dios, según la imagen de una máquina se constituyó a sí misma en Dios. Al hombre que se ha formado así, se le llama hombre mecanicista.

Desde ahí en adelante, el hombre ya no es imagen y semejanza de Dios, sino la copia de una máquina. Así, el mundo se hizo una sola máquina y cada ser humano una parte de esa máquina. Hasta aquí la evolución de la concepción del hombre desde la Edad Media hasta hoy.”

En la próxima semana seguiremos conociendo el texto de la segunda conferencia y nos preocuparemos, desde la mirada del Padre Kentenich, por descubrir el sentido de este cambio tan profundo y lo que Dios quiere decir con él, al mostrarnos de esta forma su voluntad para nuestra educación y para la educación de los demás.

 

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