Seguimos reflexionando sobre algunos textos del Fundador sobre el amor. El padre Kentenich trató frecuentemente los diversos tipos de amor. En un retiro para sacerdotes del año 1936 (Ver “El hombre heróico”, 106-114) habla de siete tipos de amor. Quiero hoy destacar tres tipos de amor que pueden motivar nuestra meditación. ‘Las afirmaciones se refieren al amor a Dios, no obstante lo cual nosotros las podemos leer también desde la perspectiva del amor a los hombres, conforme al sentido de la preocupación del padre Kentenich por la integridad del amor’.
“El amor de gratitud. El amor de
gratitud debería resultarnos casi más fácil que el amor de concupiscencia. Pero
¡qué raras son las ocasiones en que tomamos en los labios la expresión “Muchas
gracias”! Muchas veces “embolsamos” como evidentes todos los beneficios que
Dios nos da. ¡Acabemos con las “cosas evidentes”! La salud, y ahora debería
enumerar nuevamente todos los dones, no es evidente. O también, por ejemplo, el
hecho de que hoy en día tengamos aún trabajo como Sociedad, de que hayamos sido
preservados de muchas otras dificultades. Por eso, debemos ser un viviente Deo
gratias.
Pallotti agradece incluso por las cosas que aún quiere recibir. El agradecimiento
es siempre también la mejor petición.
Según ello, debemos modificar un poco nuestra meditación y nuestro examen
de conciencia. Nuestra meditación: hacer un recuento de los dones de Dios que
hemos recibido y a los que aún no hemos respondido. ¡Cómo se fortalecerá
entonces nuestra fineza de alma si aguzamos el sentido para los dones de Dios y
para el agradecimiento! ¡Que te demos gracias, Señor, con cada respiración!
Pero eso debe ser expresión de una verdadera actitud. Muchas veces hemos
perdido la sensibilidad frente a estas cosas. Muchas veces, nuestro corazón se
ha vuelto tosco ante Dios. Si Dios estuviese ante nosotros como una persona
viviente, nos resultaría también mucho más fácil llegar a tener un corazón
agradecido ante Dios y profundizarlo constantemente.
El examen de conciencia: el mismo debe recordarnos con cuánta frecuencia
olvidamos agradecer. He aquí el vivir en la presencia de Dios, que brotaría de
forma tan original y natural del alma religiosa si esa alma no sólo pensara
sino también viviera religiosamente. Intenten de una u otra forma orientar un
poco la voluntad en ese sentido. [...]
El amor de compasión. Hablar de
compasión ante Dios suena un poco extraño. La compasión frente a Jesucristo
puede fundamentarse fácilmente ya que, en su tiempo, él padeció y sufrió
también nuestra ingratitud. No obstante, en cierto sentido podemos hablar
también de una compasión para con el gran Dios: nos duele que se lo ofenda, que
no se lo ame como él lo merece. Es un hecho trágico que hayamos perdido más y
más la sensibilidad para la compasión. […]
Una de las raíces más importantes de esta pérdida es la despersonalización.
Dios se nos ha despersonalizado. Todos lo experimentamos demasiado poco como
persona, y los más eruditos, los que menos. Por eso la religión tiene tan poca
influencia en la vida, también en el catolicismo de élite. Debemos gustar
nuevamente a Dios como gran personalidad y ponernos respetuosamente en su
presencia. Este es el abc de la santidad para el hombre moderno: debemos
encontrar la vuelta que va de la idea a la vida y al amor. Y no deberíamos
llevar a la juventud por el camino erróneo que nosotros mismos hemos recorrido
en la época del intelectualismo.
El amor de preferencia. El amor de
preferencia, llamémoslo por el momento de ese modo. Doy preferencia a Dios
respecto de todo lo demás. Las consideraciones del tipo que estamos haciendo
sólo tienen sentido para la vida práctica cuando se las retiene como ideas
directrices y se aspira a su concreción. “El que me ha enviado está conmigo: no
me ha dejado solo”, y ahora viene la frase por la cual estoy citando este
versículo: “porque yo hago siempre lo que le agrada a él” (Jn 8,29).
Este es el motivo que opera en él de forma descollante: lo que agrada al Padre, lo que le produce alegría, lo que le da más alegría. Este es el motivo central. Por esa razón, esta mañana me referí con tanto énfasis a la “fineza de alma”. En efecto, el amor no mide nunca con la medida del deber, sino con la de aquello que uno puede hacer libremente. Juan tiene que haber oído la expresión de labios del Señor y haber quedado tan tocado por ella que escribe, más tarde: él nos concederá lo que le pedimos porque hacemos lo que a él le agrada. ¿No quiere decir Juan lo mismo que dijo el Señor? Mis peticiones serán escuchadas porque hago lo que a él le agrada. Este debería ser el punto de partida; esta es la altura que nos corresponde.
La idea directriz es la siguiente: tanto en las acciones obligatorias cuanto en las magnánimas queremos, conscientemente, colocar lo más posible en primer plano el motivo de la complacencia divina. Y me expreso con gran mesura. San Francisco de Sales piensa que este debería ser el único motivo de nuestro actuar. En efecto, él es el apóstol del amor. Nosotros, empero, siguiendo a san Ignacio, queremos ser moderados. Ignacio reconoce también una motivación propia, y queremos mantenerla. Pero el motivo de la complacencia divina debe ser el último y el más sublime. (…)”
El amor de gratitud me recuerda que, una vez más, Paco, te tenemos que dar las gracias.
ResponderEliminarGracias por este blog que publicas todas las semanas y que nos ayuda a seguir de cerca las enseñanzas del Padre Kentenich.
Gracias por la labor evangélica que lleváis a cabo Anneliese y tú y que tantos frutos ha dado, da y seguirá dando en San Agustin.
Gracias por darnos la oportunidad de recibir a la virgen peregrina de Schoensttat, que sigue visitando nuestras casas cada año recordándonos su amor y protección.
Gracias por la labor que realizáis con tantos matrimonios, muchos de los cuales hemos hecho la alianza con la Virgen después de recibir vuestra formación y apoyo.
Gracias por los Santuarios hogar que habéis ayudado a crear y que iluminan, como llamas en la noche, el pueblo de San Agustín.
Sara y yo, desde hace años, damos gracias al Señor por haberos puesto en nuestro camino y por haberos utilizado “como cosa y posesión suya” para ayudarnos a conocer más a Maria y, de esa forma, transformar nuestro matrimonio, nuestra familia y nuestras vidas.
Gracias
Hoy estaba leyendo un texto de Simone Weil "Echar raíces", en el cual dice que "(...) En los textos que emanan del papa puede leerse: "No sólo desde el punto de vista cristiano, sino más generalmente desde el punto de vista humano"... como si el punto de vista cristiano, que o bien no tiene ningún sentido o bien pretende abarcar todas las cosas de este mundo y del otro, tuviese un grado de generalidad menor que el punto de vista humano. No es posible concebir una confesión de fracaso más terrible. Ese es el precio de los anathema sit. En suma, la religión, relegada a la categoría de asunto privado, queda reducida a la elección de un lugar donde pasar una o dos horas el domingo por la mañana". (S. Weil, Echar raíces, pp.101-102)
ResponderEliminarEs lo mismo que dice el PK "Todos lo experimentamos demasiado poco como persona, y los más eruditos, los que menos. Por eso la religión tiene tan poca influencia en la vida, también en el catolicismo de élite."
La relación con Dios, si no es una relación de amor y amor personal, no impacta, no me agrega nada, queda relegado a lo privado y a los días domingo...