Con majestuosa calma suena en la aurora de la creación la voz de la omnipotencia, sabiduría y bondad de Dios sobre el caos de la creación: "hágase la luz" Y la luz se hizo.
Por segunda vez la tierra había llegado a estar yerma,
vacía y envuelta en tinieblas. Entonces llegó la plenitud de los tiempos: el
pecado de Adán había acumulado un inmenso caudal de suciedad y fango,
imposibilitando la mirada hacia arriba, hacia el Dios vivo… Y por segunda vez
habló la omnipotencia, la sabiduría y la bondad de Dios: "Hágase la
luz". Más precisamente: "Hágase María". Y la luz se hizo. Se
hizo María. Claramente resplandece la estrella de la salvación —María—
anunciando el Sol ya próximo: Cristo Jesús.
Las palabras "Ecce mater tua" guardan
para todos los siglos esta segunda expresión creadora… Cada vez que se acumulan
en el horizonte oscuros nubarrones, todas las veces que la tierra comienza
nuevamente a ser yerma y vacía, la omnipotencia, la sabiduría y el amor
misericordioso de Dios repiten sobre el abismo: "¡Hágase la luz! ¡Hágase
María! ¡He aquí a tu Madre!" Así acontece también ahora cuando la tierra,
cubriéndose de negras tinieblas se lanza vertiginosamente hacia el abismo. Tan
potentes y audibles como nunca lo fueron, se oyen hoy día surcando este valle
de lágrimas en todas las latitudes, las palabras pronunciadas por la
omnipotencia, la sabiduría y el amor de Dios: "¡Hágase la luz! ¡Hágase
María! ¡He aquí a tu Madre!"… Así nos habla mediante las manifestaciones
de los últimos papas, por medio de las apariciones de los últimos tiempos y no
en último término por el fracaso y la ineficacia de todos los medios puramente
humanos empleados hasta ahora.
¿No huelga decir entonces que dirijamos
ininterrumpidamente el corazón y la mirada hacia arriba, para acoger en
nosotros la figura luminosa de María, hasta que nos arrodillemos, y llenos de
emoción recemos y que nuestra vida diaria, audaz y osadamente traduzca en
realidad las palabras: "María, Tú eres nuestra Madre"?
Siempre que la Iglesia estuvo en peligro ha acudido a
refugiarse en la mediación maternal de María sellando con Ella,
conscientemente, una alianza de amor. El éxito no se hizo esperar, lo prueban
innumerables hechos en la historia universal y eclesiástica. Hoy la nave de
Pedro se agita castigada por recios huracanes, por eso los papas señalan
firmemente a María como la única salvación y apremian a la cristiandad a
consagrarse a Ella, a sellar con Ella una alianza de amor.
(Aforismos - "Dios mi padre" - José Kentenich - Nuevo Schoenstatt, Argentina)
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