Me llegan noticias
de Schoenstatt/Alemania sobre la salud del Padre Herbert King, conocido y
citado en este Blog por nuestra amistad personal y por su dedicación a
sistematizar y publicar textos de nuestro Padre fundador. Su salud se ha deteriorado
seriamente. El Padre King nació en el año 1939, estudió teología en Tübingen y
München/Alemania, así como en Buenos Aires/Argentina. Pertenece a la comunidad
de los Padres de Schoenstatt: fue ordenado sacerdote por Mons. Plaza en
Argentina en el año 1964 y dedicó diez años de su vida (1968-1978) a la
docencia, siendo profesor de Dogmática en el Seminario Mayor de La plata y en
la Universidad Católica de Buenos Aires. Su gran labor de investigación en los
escritos y material didáctico y pedagógico del Padre Kentenich, unido a su amor
a él, nos ha facilitado a los hijos de Schoenstatt el acceso a la vida y
enseñanzas del fundador. Este Blog tiene mucho que agradecerle.
Hoy iniciamos en
esta plataforma una nueva temática: después de habernos detenido durante
algunos meses en el tema del padre, pasamos ahora a la lectura y
meditación de textos del fundador que nos hablan del AMOR. Y lo hacemos justamente
de la mano del Padre Herbert King. En el prólogo del tomo 2 de su presentación
del pensamiento del Padre en textos podemos leer la siguiente reflexión:
“De
todos los temas considerados centrales por el padre J. Kentenich, incluidos el
mariano y el patrocéntrico, el amor es el que ocupa el lugar más importante y
central. J. Kentenich llama al amor “la ley fundamental del mundo”. El amor es
el fundamento de todo fundamento. El “hombre nuevo” que él quiere crear es el
hombre “animado por el amor”. La meta queda formulada en los últimos años de su
vida de la siguiente manera: “Comunidad lo más perfecta posible sobre la base
de personalidades lo más perfectas posible, y ambas fundadas en el principio
fundamental del amor” (Ejercicios para sacerdotes de la Federación
[1967], 91), o bien, como dice en otro texto: “ambas impulsadas por la fuerza
fundamental y elemental del amor” (Conferencias 1963, VI, 31). ….
El
enfrentamiento con las autoridades eclesiásticas que el mismo padre Kentenich
iniciara en 1949 se centró principalmente en la correcta comprensión integral
del amor. En ese entonces se trataba del “amor orgánico” ‒como él mismo lo
expresara programáticamente de forma reiterada‒. Al servicio de un amor
comprendido de forma orgánica e integral, quería formular al mismo tiempo de
manera nueva el pensar y el vivir en su verdadera importancia y en su modalidad
correcta (pensar y vivir orgánicos). Convoca así a una “cruzada” por el amor
orgánico (Conferencias VI [1966], 253). …..
Al
padre Kentenich importa sobre todo la integridad del amor a Dios, a los hombres
y a sí mismo en el marco de un único amor. Este es el primer significado que
tiene para él “amar orgánicamente”. J. Kentenich subraya que, desde una
perspectiva psicológica, el “proceso de vida del amor” es siempre el mismo,
trátese del amor a Dios, a los hombres o a sí mismo. En efecto: en general es
algo típico de su pensamiento ver en unidad y compenetración mutua lo divino,
lo humano y lo mundano. En los diferentes momentos concretos hay siempre algún
aspecto del conjunto “Dios-hombre-uno mismo” que se encuentra de forma
“orgánicamente unilateral” en el primer plano de la conciencia y del amor,
mientras que a los demás aspectos se los considera y ama junto a ese aspecto
principal. Pero, no obstante ello, siempre nos encontramos ante una totalidad.”
Para terminar
nuestra reflexión de hoy traigo unas palabras del Padre Kentenich que nos
animan a desarrollar la fuerza del amor. Las tomo del Terciado de EEUU (1952), I, Págs 123-124:
“En general, debo
decir que todos nosotros somos inexpertos profesionales en el campo del amor.
Amamos las ideas, pero es una miseria lo que tenemos en cuanto a profunda
vinculación personal. Y por eso, si lo reflexionan en silencio en su interior,
tendrán que decirse: mi naturaleza, también mi naturaleza masculina, no llega a
plenitud primariamente por la entrega a una idea sino por la entrega a una
persona. Sin una profunda vinculación personal, mi naturaleza nunca llegará a
realizar su sentido ni a alcanzar su plenitud interior en una medida suficiente.
Y realmente, a pesar de todo, en este sentido hemos seguido siendo en general
inexpertos profesionales. ¿De dónde proviene que así sea? Dejemos esa pregunta
de lado. Pero es preciso que aprendan a amar. Y si no lo he aprendido, no
entenderé absolutamente nada del mundo del amor. Cuando san Juan nos dice:
“Quien no ama permanece en la muerte” (1Jn 3,14), deben tomarlo literalmente.
Si no amo, es decir, si no se ha despertado en mí el mundo del amor, todo lo
que se diga del mismo seguirá siendo para mí un asunto vago y nebuloso. No lo
entenderé. […] Aquel en quien se haya despertado el mundo del amor entenderá lo
que quiere decir: “Quien no ama permanece en la muerte”.