Invito a mis lectores a reflexionar sobre las palabras que hoy traigo al Blog; son una continuación a las de la semana pasada (Niños ante Dios, Págs. 365 y ss). Pienso que, aunque dichas por el Padre Kentenich a miembros de una comunidad de sacerdotes, son válidas también para todos los que viven en un instituto o comunidad de vida consagrada.
“Al estudiar la
historia de la Iglesia, la historia de las órdenes y de la Iglesia primitiva,
notamos el afán de huir del mundo, de escapar del lazo del espíritu mundano. Se
quería huir del mundo. ¿Por qué razón? Porque se era consciente de lo difícil
que es evitar el espíritu mundano. No se deseaba abandonar el mundo por el mero
hecho de estar fuera de él, sino para abrazar la sapientia coelestis. …..
Así se explica también el serio empeño de arraigar en las comunidades
religiosas la sapientia coelestis. Sabemos que a menudo se fracasa en
este intento y que en el convento se vuelve a encontrar, y con mayor
intensidad, el mundo que se creía haber abandonado definitivamente. Pregúntense
si su Instituto no es también un medio para huir del espíritu mundano. ….
Nuestra tarea: eliminar la raíz de la sabiduría no santa
¿Qué
hacer para detectar y excavar el manantial de la sabiduría santa? Permítanme
plantearles una serie de imperativos. En primer lugar, tenemos que esforzarnos
seriamente por eliminar de nuestra alma la raíz de la sabiduría no santa; y, en
segundo lugar, esforzarnos de manera lúcida y efectiva por conquistar la raíz
de la sabiduría santa.
Les
propongo dos pensamientos, uno a manera de fundamentación de este imperativo y
el otro como explicitación de sus efectos.
Fundamentación
¿Por
qué hay que eliminar en nosotros la sabiduría no santa? Les doy dos razones
para ello. Son plenamente comprensibles, de allí que sólo bastará mencionarlas.
En
primer lugar les pregunto si acaso no tendríamos derecho de interpretar las
palabras de Jesús: "Si no os convertís…" como: "Si no elimináis
la raíz de la sabiduría no santa…". Comprueben desde el punto de vista de
la exégesis bíblica por qué nuestra interpretación sería válida.
En
segundo lugar les recuerdo la ley de oposición: no puedo considerar a Dios como
el sumo bien y al mismo tiempo adorar a la criatura como tal. Si al hacernos
niños exigimos de nosotros una entrega total de nuestro ser a Dios, de ese modo
queda excluido todo lo que llamamos sabiduría no santa. ….
Creo
que en otra oportunidad les decía que la tragedia de la Iglesia de hoy no
reside tanto en que los malos sean malos sino en que los buenos no se esfuerzan
por ser plenamente buenos. Aplicado ahora a la vida de las comunidades
religiosas y de los sacerdotes en general: la tragedia consiste en que nosotros
deberíamos ser hombres de élite en virtud de nuestra vocación y sin embargo no
tenemos el coraje de ser totalmente buenos, sino que hacemos demasiadas
concesiones a la mediocridad o, dicho más concretamente, hacemos demasiadas
concesiones al mundo. Así pues, queremos estar sentados en dos sillas, lo que
jamás nos resultará cómodo. Sería mucho más simple sentarse en una sola silla,
aun cuando ésta fuese "el mundo".
Comprueben
cuán peligroso es vivir hoy. ¿Por qué? Porque el mundo intenta atraparnos con
miles y millones de tentáculos. Nuestro mundo ha creado un mercado de consumo;
pensemos por ejemplo en la radio, el automóvil, etc., cosas que naturalmente
pueden ser "bautizadas" y servir a Dios y al espíritu de oración.
Pero fíjense cómo en nuestros días en todas partes se nos procura seducir con
propaganda en favor del consumo y del consumir. En la actualidad es muy difícil
permanecer en el mundo y no ser víctima del espíritu mundano. …… Los santos
solían comparar el mundo y el espíritu mundano con una telaraña: quien cae en
ella queda atrapado y no sale más, tal como le sucede a la mosca. La hazaña
consiste en estar rodeado continuamente por esa telaraña y sin embargo no
enredarse en ella. Asuman esa difícil tarea; recuerden que no es posible servir
a Dios y a las riquezas (Mt 6,24), ni
considerar al Espíritu de Dios y a la vez al espíritu mundano como valor supremo.
Debemos ser íntegros: al pan, pan y al vino, vino. Esto no vale sólo para
nosotros como comunidad, sino para todo aquel que quiera llegar a la santidad.
¿Quieren
además una tercera y cuarta razón por la cual arrancar las raíces de la
sabiduría no santa? Somos hijos del Padre y por eso tenemos que hacer nuestros
los valores del Padre. ¿Qué dice san Pablo sobre el Padre del cielo? La
sabiduría de este mundo es necedad a los ojos de Dios (1Cor 3,19). Si soy pues hijo del Padre, deberé
hacer míos los valores del Padre.
Pero
hay una razón más: si soy hermano y miembro de Jesús, sus valores tendrán que
ser también los míos. ¿Cómo actuó el Señor frente a ese espíritu mundano? Su
vida fue una rotunda, una enorme protesta contra todo lo que significa el
término "mundo" en su acepción negativa.”
Hemos tomado como directiva abrirse al mundo. Y el mundo a veces corrompe. Hay que volver a no tener miedo de decir las verdades. Abrirse al mundo si, pero con la bondad y la sabiduría de ser confiados para lo bueno y astutos para no dejarnos llevar por lo malo. De modo que el mal mundo no nos corrompa. Como dices Paco, "al pan pan, y al vino vino".
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