Al plantearme en estos días escribir algo sobre las pequeñas virtudes como instrumentos en el camino de la santidad, me acordé de San José de Calasanz (1557-1648), santo aragonés, pedagogo y fundador de los Escolapios, y en cuyo colegio de Granada estudié en los primeros años de mi adolescencia. Él aconsejaba a sus hermanos de comunidad – se lo oí decir a un padre escolapio – que “quien desee la paz no contradiga a nadie”. ¡Cuántos disgustos podríamos evitarnos en el día a día de nuestro matrimonio si practicáramos esta pequeña virtud!
Otro pedagogo, en este
caso fundador de la Congregación de los Hermanos Maristas, el santo francés
Marcelino Champagnat (1789-1840), hablaba doscientos años más tarde de las
pequeñas virtudes. Estudiosos de su obra ponen en sus labios esta reflexión:
“Puede uno ser
regular, piadoso y tener afán de santificación; puede uno, en una palabra, amar
a Dios y al prójimo sin tener la perfección de la caridad, a saber, las
“pequeñas virtudes”, que son como los frutos, el adorno y corona de la caridad.
El descuido o la carencia de las virtudes pequeñas es la causa principal, y tal
vez la única, de las disensiones, división y discordia entre los hombres.”
Y las enumeraba así:
indulgencia, disimulación caritativa, compasión, alegría santa, tolerancia,
solicitud caritativa, afabilidad, urbanidad y decoro, condescendencia,
abnegación y paciencia, ecuanimidad y buen talante.
Se sabe que el padre
Champagnat se inspiró en la obra de san Francisco de Sales (1567-1622),
contemporáneo de san José de Calasanz, y que fue el que inspiró también a
nuestro padre Fundador en esta materia. En su conocida obra “Introducción a
la vida devota” (1619) que contiene las célebres cartas a una tal “Filotea”,
nos regala una esmerada espiritualidad, y enumera así las once “pequeñas
virtudes”: paciencia, bondad, mortificación, humildad, obediencia,
pobreza, castidad, dulzura con el prójimo, tolerancia de imperfecciones,
diligencia y santo fervor.
¿Qué son las “pequeñas
virtudes” para el Padre Kentenich? En una conferencia del año 1963 lo explica
así:
“¿Qué entendemos nosotros bajo las “pequeñas virtudes”? En una respuesta
abstracta, diría yo así: son extraordinariamente grandes virtudes, pero que
practicadas en el día a día, no muestran hacia afuera ningún rasgo de heroísmo.
Es lo cotidiano, lo ordinario. Es lo que acostumbramos a decir en la Familia de
Schoenstatt cuando hablamos de la santificación de la vida diaria: ordinaria extraordinarie,
lo ordinario, lo cotidiano de forma extraordinaria.”
Y para ampliar la
explicación nos invita a leer en el libro “La santificación de la vida
diaria” el siguiente pasaje:
“Las virtudes a que nos referimos se llaman
pequeñas virtudes porque apenas se estiman y aprecian a los ojos del mundo.
Pero el santo de la vida diaria les concede particular atención porque son
buenas ayudas para santificar la vida ordinaria de cada día. Voy a enumerarlas
brevemente: Indulgencia con las faltas de los demás y prontitud para
perdonarlas, aun cuando no haya derecho a pedir semejantes miramientos; cierto
disimulo, que parece no ver ciertas deficiencias notables; disimulo que es lo
opuesto de aquella triste perspicacia que tienen algunos para ver defectos
ocultos.
Cierta compasión, que hace
suyos los sufrimientos de los infortunados y afligidos; una alegría, que
comparte las alegrías de los que son felices, para acrecentarlas; Cierta
flexibilidad de espíritu, que sabe ver lo que hay de razonable y cierto en las
opiniones de los demás, aunque no lo haya comprendido al momento, y que sabe
pagar, sin envidia, el tributo de reconocer que las ideas de otros son más
acertadas.
Cierta solicitud por prevenir
las necesidades de los demás, para evitarles la molestia de sentirlas y la
vergüenza de pedir ayuda.
La bondad del corazón, que
en todo momento hace lo más posible por ser útil y agradable a los demás y,
aunque sólo pueda hacer poco, su deseo sería hacer mucho más; una finura
atenta, que sabe escuchar a los que no nos agradan, sin dar muestras de
displicencia, e instruye a los ignorantes sin que ellos lo adviertan
sensiblemente.
Cierta cortesía, que al
cumplir con los modales de buena educación no lo hace con la falsa amabilidad
del mundo, sino con sincera y cristiana cordialidad.” (A. Nailis, La
santificación de la vida diaria, p. 264).
Como escribiera el Padre
Champagnat: “Ahora me arrepiento de haberlas llamado “pequeñas”, pero no es
mía esa expresión, es de san Francisco de Sales. Son pequeñas porque apuntan,
por su objeto, a cosas menudas: una palabra, un gesto, una mirada, un detalle
de cortesía; pero son muy grandes, si uno examina el principio que las informa
y el fin que tienen.”
Son ENORMES virtudes que cuesta un montón practicarlas desde el corazón!
ResponderEliminarGracias Paco!! Va este texto especialmente para nuestros Novicios!!
São pequenos gestos que nos tornam grandes diante de Deus, mesmo que invisíveis aos olhos humanos. Obrigado!
ResponderEliminarGracias Paco por tan valioso artículo... a morir en el intento en la práctica de estas pequeñas grandes virtudes en la vida diaria...
ResponderEliminarSí. Esas pequeñas virtudes pueden llegar a configurar un modo de ser muy necesario y muy coherente con la actitud esencial de un cristiano. Muchas gracias, Paco.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el artículo de "las pequeñas virtudes ". ¡ Que bueno tomar nota de ellas...!
ResponderEliminar