¿Quién fue la hermana Emilie, aquella mujer a la que el
Padre Kentenich pone como ejemplo de santidad a sus oyentes, los matrimonios de
Milwaukee? Intentaré dar una visión reducida en ésta y en la entrada de la
semana que viene. Adelanto, resumiendo, que fue una mujer excepcional, marcada
por la cruz en su cuerpo y en su espíritu, una hermana de María de Schoenstatt,
una hija del Padre, una santa de una filialidad heroica probada, un ejemplo
para el hombre de hoy.
En todas las charlas de los lunes de este periodo que vamos
leyendo – primeros meses del año 1956 – aparecen referencias a ella y a su
ejemplo de vida. En la charla del 22 de enero de 1956, por ejemplo, leemos lo
siguiente:
“La hermana Emilie nos ha
invitado a viajar con ella al cielo en el compartimento "Providencia"
del tren expreso de la filialidad, en el cual rige la consigna: "Ita
Pater, ita Mater". Aceptemos su invitación y seremos verdaderos hijos de
Dios y nuestra santidad estará asegurada. Nuestra meta debería ser poner
nuestra mano en la mano del Padre, y la otra, en la mano de María.”
Algunos días más tarde, el 2 de febrero, en el transcurso
de la plática en el Santuario durante la ceremonia en que sellan su alianza de
amor los matrimonios, les dice a sus oyentes:
“¿Qué significa la alianza de amor? Recordemos en este
contexto algo que hemos escuchado a menudo. Pensamos mucho en la hermana
Emilie, en el tren especial sobre el cual habla en sus escritos. En ese tren
elegimos el compartimiento que tiene el cartel: "Divina Providencia",
y dentro del cual rige la consigna: "Ita Pater, ita Mater". Hoy, al
sellar la alianza de amor recibimos el pasaje para ese tren.
¿Qué acontece en ese tren? ¿Qué escuchamos? "Sí,
Padre; sí, Madre". No es un tren común. No sólo hablan los pasajeros, sino
también los conductores del tren. ¿Quiénes conducen el tren? Nuestro Padre del
cielo y la santísima Virgen. Ellos dicen: "Sí, hijo; sí, hija".” (Plática del 2 de febrero de 1956)
Al ojear la biografía de Emilie me llama la atención que
su fallecimiento ocurre el veinte de noviembre del año 1955, justo unas semanas
antes del inicio de este periplo de charlas en la tarde de los lunes. Fallece en
Alemania, lejos de Milwaukee, donde residía por obligación canónica nuestro
Padre Fundador.(¡!) Aunque en sus charlas no aparece ninguna referencia a esta
circunstancia, me tomo la libertad de imaginar los sentimientos que inundarían
el corazón del Padre, al saber que una de sus hijas más queridas de la
comunidad de las Hermanas había fallecido y él no podía estar presente junto a
toda su comunidad y al resto de la Familia de Schoenstatt alemana en el
entierro y funeral de la hermana Emilie.
Es cierto que para él valía también aquello que su querida
hija, la hermana Emilie, había escrito en su cuaderno personal y que él aconsejaba
ahora a los matrimonios. ”Dijimos ya varias veces que hay que orar con la
hermana Emilie: "Dios eterno y omnipotente, no me ahorres sufrimientos. Y
ayúdame a que tampoco yo los ahorre a mi pobre y débil naturaleza."
(Charla del 13 de febrero de 1956)
Y también es cierto que su cruz y su dolor por la lejanía
y la separación de su familia de Schoenstatt en aquellos momentos tan
importantes debían quedar ocultos y no visibles para los demás. Así se lo
explica en esa misma charla a sus oyentes:
“La hermana Emilie decía que
quería ser grande en su fuero íntimo, pero seguir siendo exteriormente pequeña
y modesta. La verdadera santidad no habla de sí misma. Cuando suframos, que
nuestra cruz, por así decirlo, quede oculta como debajo de un velo, que no sea
visible para los demás. No hay persona que se esfuerce en el plano ascético que
no tenga que cargar con su cruz. Se dice que los indios aprietan los dientes
cuando sufren dolor, porque pretenden aparecer como hombres fuertes. Nosotros
no debemos hacer eso, porque sofocaríamos nuestra afectividad.
Toda cruz es expresión del amor divino. Vista y
sobrellevada así, la cruz se convertirá para nosotros en una bendición.”
Meditando las palabras del fundador en estas charlas de los lunes, y reflexionando sobre la persona de la hermana Emilie, quiero resumir mi reflexión con las palabras “filialidad heroica”, palabras que tomo del título de una de las conferencias que el Padre Kentenich dictó en Santiago de Chile a un grupo de hermanas y profesoras el día 8 de marzo de 1951, y cuya lectura aconsejo a mis lectores (Ver ‘Enlace’).
Me he propuesto referirme en mi próxima entrada a algunos hechos y circunstancias de la vida de la hermana Emilie, especialmente aquellos relacionados con nuestro Padre Fundador.
Y para terminar hoy, quiero avanzar que el Papa Benedicto XVI reconoció con un decreto del día 10 de mayo del año 2012 las “virtudes heroicas” de la sierva de Dios, hermana Emilie Engel (1893-1955), abriendo así una puerta importante en su proceso de canonización. Este decreto afirma que esta sierva de Dios vivió de forma heroica y ejemplar las virtudes de la fe, la esperanza y la caridad, así como las virtudes cardinales de prudencia, justicia, fortaleza y templanza, humildad y mansedumbre, junto a los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia.
Desde su fallecimiento en Alemania han sido muchas las personas que se han encomendado a la hermana Emilie con sus problemas y dificultades, recibiendo de ella ayuda y apoyo. Esperamos que pronto se de el milagro necesario para su definitiva canonización.
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Para leer o escuchar la conferencia
mencionada haz 'clic' en el siguiente "Enlace":
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