miércoles, 6 de marzo de 2013

Iglesia, pueblo de Dios


(Ante el anuncio de la renuncia del Papa Benedicto XVI, el autor de este Blog quiere traer a la consideración de los lectores del mismo algunas reflexiones del Padre Kentenich (de los años 1965-1968) sobre la Iglesia después del último Concilio. Hoy continuamos con la publicación de los textos que iniciamos el miércoles, 13 de febrero de 2013.)

Nuevamente surge la pregunta: ¿cómo se autodefine la Iglesia? Primero, como pueblo de Dios. El uso de esta expresión de inmediato manifiesta la oposición a una Iglesia concebida básicamente con un carácter marcadamente jerárquico o conducida dictatorialmente. También en esto percibimos la reacción pendular propia de las corrientes culturales, que se puede comprobar en el ámbito eclesial. "Pueblo de Dios": en esto está presente, de alguna manera, la consigna: "Que descienda la Jerarquía". ¿Hasta dónde? Al mismo nivel del pueblo. Se debe romper esa fuerte oposición entre el que gobierna y los dirigidos. Por eso se dice: "Todos estamos al mismo nivel". Los obispos, también el Papa, todos pertenecen al pueblo de Dios. Naturalmente nos podemos imaginar que en esto se haga presente una concepción no esclarecida que lleva a decir: "Todo el que destaque sobre el pueblo de Dios, es decir, el que asuma un lugar especial en el pueblo de Dios, debe ser segado, no debe existir. Los obispos están a un mismo nivel que nosotros en el pueblo de Dios. Derechos especiales, derechos de la Jerarquía, que Dios haya concedido a la Iglesia, son cuentos del pasado: ¡Todos tenemos el mismo derecho!".

Podemos constatar, de este modo, cómo el rasgo democrático que debe existir en la Iglesia se convierte en un democratismo que tiende a invadirlo todo (…). Hoy se habla de "ser compañeros", de fraternidad. Todo esto es verdadero y correcto en sí; sin embargo, está marcado por la misma tendencia: un cierto igualitarismo.

Consideremos nuevamente esto según la concepción orgánica. De acuerdo a ésta, a cada miembro le está reservado el lugar que le corresponde en el organismo total. Debemos acabar con ese mecanicismo que todo lo extrapola. Podemos marcar diversas acentuaciones: un día más de esto, mañana más de lo otro. Si no actuamos orgánicamente, seremos constantemente arrastrados por el oleaje de la vida, y, en último término, llegaremos a la conclusión de que todo ha sido un simple juego. Lo que ayer alabábamos y adorábamos, ahora es quemado. Y mañana, nuevamente exaltado. Por eso, es preciso mantener una línea clara (…).

Cuando hablamos de "ser compañeros" —y como hemos dicho, la expresión se justifica especialmente en contraste con el autoritarismo propio del pasado— lo hacemos pensando en la "paternidad", tal como la concebimos nosotros. Esta siempre implica una gran cuota de cercanía, mayor aún que si hablásemos sólo de "ser compañeros" (…). Si al tener un puesto de responsabilidad yo me considero como el señor y dueño y miro a los otros como sirvientes, no puedo hablar de paternidad. Por paternidad entendemos más bien una fuerza creadora (…). Paternidad espiritual es fuerza que gesta; una fuerza de gestación espiritual (…). ¿Qué quiere decir "engendrar"? "Productio viventis a principio ciuncto in similitudinem naturae" (la producción de un ser viviente a partir de un principio viviente unido a él, semejante en su naturaleza al que lo produjo). Una frase erudita llena de contenido. No sé si en su tiempo Alban Stolz, al explicar su concepto de educación, pensó en esta frase de Boecio. En todo caso, como él explica y define la educación, vierte en ella en forma sencilla y popular lo que enseña Boecio. Educar consiste para él en "mantener un vivo contacto". Un contacto vital (entre el educador y el educando).

Cuando actúo como educador, quiero transmitir creadoramente mi vida a quien tengo ante mí. Pero ésta no es una acción unilateral. Se trata de mantener un contacto vivo; la vida que poseo y que brota de mí quiere ser traspasada al otro. Pero no sólo yo salgo al encuentro de la persona que tengo ante mí, sino que ella también sale a mi encuentro. Yo despierto vida, vida que es original, y yo asumo esa vida en mi propia persona.

Por lo tanto, no sólo soy yo quien engendro. El que está ante mí también realiza un acto creador. No consideremos la educación como un negocio indigno. Lo repito nuevamente: el que está ante mí también ejerce la acción de engendrar vida respecto a mi persona, tal como yo frente a él, e incluso tal vez en forma mucho más vigorosa que yo.

No piensen que al decir esto abogo por una humildad mal entendida. Ustedes mismos tienen que hacer la prueba en la vida (…). Si no asumo la corriente de vida que brota del otro, si no la incorporo en mi corriente de vida, no se logra generar una fuerza creadora, no se produce la acción de engendrar. La persona que está ante mí es un ser espiritual vivo, y éste no sólo se deja formar por otro: a su vez también quiere actuar creadoramente.

Se trata de un proceso vital singular, de un proceso vital misterioso. Es propio de la paternidad recoger por todas partes la vida. La paternidad no consiste únicamente en actuar engendrando sino también en ser formado uno mismo por esa acción de engendrar (…). Este proceso, en definitiva, llega a establecer una profunda y real comunidad de vida. Otro modo de actuar (relación señor-sirviente) puede ser que represente una sociedad, que engendre esclavos, pero de ninguna manera seres humanos ennoblecidos en su naturaleza.

En el fondo, mantener ese contacto vital es propiamente lo que hoy se quiere con la expresión "ser compañeros". El concepto de "compañero" es una protesta ante una falsa concepción de paternidad o de "dominatio", ante la dictadura o como se quiera llamar (…).

¿Qué queremos ser? ¿Qué quiere el Padre Dios? Él quiere congregarnos en un pueblo suyo. Pero escuchen bien: ¡Pueblo de Dios! Por lo tanto, Dios es el Padre, nuestro Padre común. Todos tenemos derecho a rezar el Padrenuestro, sea que me llame Papa, obispo o jardinero, o lo que sea. Todos somos pueblo de Dios. Pertenecemos al Dios vivo y eterno. Podemos comprender fácilmente que la expresión "pueblo de Dios" carece de sentido para una persona o sociedad que desconoce la paternidad, especialmente si ya no tiene sentido de Dios. Si descartamos a Dios, estas definiciones no sirven de nada (…). En cambio, si mantenemos la visión de conjunto y tenemos ante nuestros ojos aquellas verdades centrales, entonces esas expresiones se llenan de contenido, no se gastan ni se reducen a puras formas, o a fórmulas carentes de contenido. ¡Pueblo de Dios, hijos de Dios! Nosotros hemos usado la expresión "familia de Dios" para expresar este concepto (…).

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