(Ante el anuncio de
la renuncia del Papa Benedicto XVI, el autor de este Blog quiere traer a la
consideración de los lectores del mismo algunas reflexiones del Padre Kentenich
(de los años 1965-1968) sobre la Iglesia después del último Concilio. Hoy
continuamos con la publicación de los textos que iniciamos el miércoles, 13 de
febrero de 2013.)
Nuevamente
surge la pregunta: ¿cómo se autodefine la Iglesia? Primero, como pueblo de
Dios. El uso de esta expresión de inmediato manifiesta la oposición a una
Iglesia concebida básicamente con un carácter marcadamente jerárquico o
conducida dictatorialmente. También en esto percibimos la reacción pendular
propia de las corrientes culturales, que se puede comprobar en el ámbito
eclesial. "Pueblo de Dios": en esto está presente, de alguna manera,
la consigna: "Que descienda la Jerarquía". ¿Hasta dónde? Al mismo
nivel del pueblo. Se debe romper esa fuerte oposición entre el que gobierna y
los dirigidos. Por eso se dice: "Todos estamos al mismo nivel". Los
obispos, también el Papa, todos pertenecen al pueblo de Dios. Naturalmente nos
podemos imaginar que en esto se haga presente una concepción no esclarecida que
lleva a decir: "Todo el que destaque sobre el pueblo de Dios, es decir, el
que asuma un lugar especial en el pueblo de Dios, debe ser segado, no debe
existir. Los obispos están a un mismo nivel que nosotros en el pueblo de Dios.
Derechos especiales, derechos de la Jerarquía, que Dios haya concedido a la
Iglesia, son cuentos del pasado: ¡Todos tenemos el mismo derecho!".
Podemos
constatar, de este modo, cómo el rasgo democrático que debe existir en la Iglesia
se convierte en un democratismo que tiende a invadirlo todo (…). Hoy se habla
de "ser compañeros", de fraternidad. Todo esto es verdadero y
correcto en sí; sin embargo, está marcado por la misma tendencia: un cierto
igualitarismo.
Consideremos
nuevamente esto según la concepción orgánica. De acuerdo a ésta, a cada miembro
le está reservado el lugar que le corresponde en el organismo total. Debemos
acabar con ese mecanicismo que todo lo extrapola. Podemos marcar diversas
acentuaciones: un día más de esto, mañana más de lo otro. Si no actuamos
orgánicamente, seremos constantemente arrastrados por el oleaje de la vida, y,
en último término, llegaremos a la conclusión de que todo ha sido un simple
juego. Lo que ayer alabábamos y adorábamos, ahora es quemado. Y mañana,
nuevamente exaltado. Por eso, es preciso mantener una línea clara (…).
Cuando
hablamos de "ser compañeros" —y como hemos dicho, la expresión se
justifica especialmente en contraste con el autoritarismo propio del pasado— lo
hacemos pensando en la "paternidad", tal como la concebimos nosotros.
Esta siempre implica una gran cuota de cercanía, mayor aún que si hablásemos
sólo de "ser compañeros" (…). Si al tener un puesto de
responsabilidad yo me considero como el señor y dueño y miro a los otros como
sirvientes, no puedo hablar de paternidad. Por paternidad entendemos más bien
una fuerza creadora (…). Paternidad espiritual es fuerza que gesta; una fuerza
de gestación espiritual (…). ¿Qué quiere decir "engendrar"? "Productio
viventis a principio ciuncto in similitudinem naturae" (la producción
de un ser viviente a partir de un principio viviente unido a él, semejante en
su naturaleza al que lo produjo). Una frase erudita llena de contenido. No sé
si en su tiempo Alban Stolz, al explicar su concepto de educación, pensó en
esta frase de Boecio. En todo caso, como él explica y define la educación,
vierte en ella en forma sencilla y popular lo que enseña Boecio. Educar
consiste para él en "mantener un vivo contacto". Un contacto vital
(entre el educador y el educando).
Cuando actúo
como educador, quiero transmitir creadoramente mi vida a quien tengo ante mí.
Pero ésta no es una acción unilateral. Se trata de mantener un contacto vivo;
la vida que poseo y que brota de mí quiere ser traspasada al otro. Pero no sólo
yo salgo al encuentro de la persona que tengo ante mí, sino que ella también
sale a mi encuentro. Yo despierto vida, vida que es original, y yo asumo esa
vida en mi propia persona.
Por lo
tanto, no sólo soy yo quien engendro. El que está ante mí también realiza un
acto creador. No consideremos la educación como un negocio indigno. Lo repito
nuevamente: el que está ante mí también ejerce la acción de engendrar vida
respecto a mi persona, tal como yo frente a él, e incluso tal vez en forma
mucho más vigorosa que yo.
No piensen
que al decir esto abogo por una humildad mal entendida. Ustedes mismos tienen
que hacer la prueba en la vida (…). Si no asumo la corriente de vida que brota
del otro, si no la incorporo en mi corriente de vida, no se logra generar una
fuerza creadora, no se produce la acción de engendrar. La persona que está ante
mí es un ser espiritual vivo, y éste no sólo se deja formar por otro: a su vez
también quiere actuar creadoramente.
Se trata de
un proceso vital singular, de un proceso vital misterioso. Es propio de la
paternidad recoger por todas partes la vida. La paternidad no consiste
únicamente en actuar engendrando sino también en ser formado uno mismo por esa
acción de engendrar (…). Este proceso, en definitiva, llega a establecer una
profunda y real comunidad de vida. Otro modo de actuar (relación
señor-sirviente) puede ser que represente una sociedad, que engendre esclavos,
pero de ninguna manera seres humanos ennoblecidos en su naturaleza.
En el fondo,
mantener ese contacto vital es propiamente lo que hoy se quiere con la
expresión "ser compañeros". El concepto de "compañero" es
una protesta ante una falsa concepción de paternidad o de "dominatio",
ante la dictadura o como se quiera llamar (…).
¿Qué
queremos ser? ¿Qué quiere el Padre Dios? Él quiere congregarnos en un pueblo
suyo. Pero escuchen bien: ¡Pueblo de Dios! Por lo tanto, Dios es el Padre,
nuestro Padre común. Todos tenemos derecho a rezar el Padrenuestro, sea que me
llame Papa, obispo o jardinero, o lo que sea. Todos somos pueblo de Dios.
Pertenecemos al Dios vivo y eterno. Podemos comprender fácilmente que la
expresión "pueblo de Dios" carece de sentido para una persona o
sociedad que desconoce la paternidad, especialmente si ya no tiene sentido de
Dios. Si descartamos a Dios, estas definiciones no sirven de nada (…). En
cambio, si mantenemos la visión de conjunto y tenemos ante nuestros ojos
aquellas verdades centrales, entonces esas expresiones se llenan de contenido,
no se gastan ni se reducen a puras formas, o a fórmulas carentes de contenido.
¡Pueblo de Dios, hijos de Dios! Nosotros hemos usado la expresión "familia
de Dios" para expresar este concepto (…).
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