miércoles, 13 de marzo de 2013

Iglesia, familia de Dios


(Ante el anuncio de la renuncia del Papa Benedicto XVI, el autor de este Blog quiere traer a la consideración de los lectores del mismo algunas reflexiones del Padre Kentenich (de los años 1965-1968) sobre la Iglesia después del último Concilio. Hoy continuamos con la publicación de los textos que iniciamos el miércoles, 13 de febrero de 2013.)

¡Familia de Dios! En una familia de Dios no existe una obediencia militar sino una obediencia familiar. Deberíamos consultar, en este contexto, las constituciones de nuestras Hermanas de María. Allí encontrarán exactamente esta formulación: conocemos en nuestra Familia, justamente porque somos familia, sólo una obediencia familiar. A su esencia pertenece, en primer lugar, una gran dosis de corresponsabilidad y, luego, de franqueza. Lo propio de una obediencia familiar es una profunda y amplia corresponsabilidad.
No se trata aquí simplemente de matices o de juegos de palabras. Recuerden lo que hablábamos acerca del orden social y de pluralismo. ¡Cuán importante es la corresponsabilidad —también respecto a lo religioso— en un orden social pluralista! Tal como en una familia, no solamente responsabilidad por el puesto que tengo, ni sólo responsabilidad frente a mí mismo. Debemos superar al hombre masa. No queremos un rebaño. La familia no conoce el tropel. La familia conoce personas. Para mí siempre fue motivo de orgullo educar a hombres que poseyesen una originalidad personal (…).

Si no logramos educar hombres que sepan decidir por sí mismos y que, a partir de esa autoeducación, sean capaces de realizar con vigor lo decidido, humanamente hablando nos encontraremos desvalidos ante el mundo moderno: doblemente si miramos al campo contrario. Pensemos, por ejemplo, en el bolchevismo y en todo lo que posee un ropaje semejante; allí la personalidad es barrida por la obediencia. En cambio, una obediencia sana, familiar, no suprime la personalidad; al contrario, crea personalidades. Personalidades que saben unir la obligación, la obediencia y la libertad (…).

Ahora bien, para no quedarme demasiado en lo teórico, quiero relatarles lo que he prometido recientemente al obispo de Maguncia, a mi obispo. Mientras se encontraba en Roma (a causa de las sesiones conciliares) congregó a su cabildo acogiéndome en forma oficial y solemne en el clero de su diócesis. Al terminar expresé también mi "promitto". ¿Qué quería decir con mi "adsum"? En el nombre de toda la Familia de Schoenstatt, de la diócesis de Münster, y en cierto sentido en nombre de toda la Familia, le prometía que nosotros queríamos esmerarnos para que la diócesis llegara a ser, en el sentido eclesial, verdaderamente una familia. Con ello se señalaba una gran tarea con la cual debemos cooperar en todas las diócesis en las que nos encontremos. Una familia es impensable sin un pater familias. Con ello expresamos nuestra protesta contra una cierta concepción moderna (…). Hoy sólo se habla de compañerismo o fraternidad. Frente a esta concepción, nosotros sostenemos, en forma sobria, firme, clara y decidida que no hay fraternidad sin paternidad (…).

Por otra parte, se sostiene que la Iglesia no puede ser considerada actualmente como una familia por el hecho de que sus miembros son muchos. Familia —se afirma— sólo es posible allí donde el número de los miembros es reducido. Sin embargo, se deja de ver algo que se puede observar en el orden natural. No sólo hay familias pequeñas: existe también la gran familia, la que está compuesta de pequeñas familias. Podemos comprender lo que esto significa para nosotros. En primer lugar que la diócesis representa una familia que tiene a su cabeza un paterfamilias; en segundo lugar, que esto es condición para que la Iglesia en su totalidad sea una familia. Pequeñas familias constituyen una gran familia. Pero la diócesis es demasiado grande (…). Nuevamente, si ustedes no presuponen un número considerable de pequeñas familias —éstas pueden ser familias en el orden natural o comunidades cristianas de carácter familiar— entonces el carácter familiar de la Iglesia no está suficientemente asegurado (…).

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