• El amor es
el derecho a habitar en el corazón del otro
Cuando en
ambos está presente el impulso, en nuestro caso, el impulso hacia Dios, todo
apremia en ese sentido. ¿Por cuánto tiempo? Hasta que el alma tenga la
siguiente conciencia: tú en mí y yo en ti y ambos uno en el otro. El alma sólo
descansa en la posesión de un ser humano cuando ha adquirido derecho de
habitar en el corazón de un ser humano. Esto es el amor: poseer derecho de
habitar en el corazón, en el interior de un ser humano. ¿No es acaso algo
grandioso? Y, dicho sea de paso ¡qué grande es esto, también humanamente
hablando!
Se dice que todas las cosas tienen dos caras. En la práctica, sólo
tienen una sola cara. Sólo los seres espirituales tienen dos caras. Puedo
cerrarme interiormente, puedo mostrar a los hombres sólo mi cara exterior. Pero
también puedo dejar entrar a los hombres en mi interior, y a eso se lo denomina
amor, se lo denomina comunidad. Lo otro es sociedad. Comunidad es un estar uno
en el otro de tipo interior, espiritual. Tal vez sea suficiente esta fugaz
referencia a observaciones de la vida.
(Continuará)
(Texto tomado de Las Fuentes de la Alegría, Pág. 349, P. José Kentenich, Editorial Patris, Chile)
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