a. Desde el
punto de vista de la vida cotidiana
La esencia
del amor. A partir de ahora nos encontramos en terreno salesiano. ……. Francisco
de Sales fue un pensador sumamente original, se desligó de santo Tomás. Era un
gran observador de la vida. Observó la vida y la utilizó como fuente de
conocimiento, tal vez más de lo que lo hicieron otros en su tiempo. Por eso se
diferencia no poco de santo Tomas también en su comprensión de la esencia del
amor. …….
Conocemos la
definición descriptiva del amor. La hemos utilizado asimismo cuando les expuse
la idea del amor de amistad. Es la igualdad de naturaleza, igualdad de
cualidades e igualdad de bienes. Francisco de Sales no aceptaría esto. Para poner
claridad en las oposiciones haremos bien en observar en forma totalmente
inmediata la vida y preguntarnos: ¿qué es el amor según se muestra en la vida
práctica? …………
Tengo
derecho a darme a mí mismo la respuesta en cuanto me interno de lleno en la vida. Si sé qué significa amor en medio de la vida cotidiana, sé
también qué significa amor de Dios. En esto no deben olvidar la antigua gran
ley que dice: gratia non destruit, sed elevat et perficit naturam (la
gracia no destruye sino que eleva y perfecciona la naturaleza). Las leyes
psicológicas no se echan por tierra por el hecho de entrar bajo el régimen de
la gracia. Por tanto, lo que vale acerca de la esencia del amor natural vale
también acerca de la esencia del amor de Dios. En la fuente deben existir
diferencias pero la función será la misma. Por eso me permito pedirles que
contemplen sin reparo alguno la vida real.
• El amor es
una bi-unidad
¿Qué fuentes
quieren escoger? Tomen una pareja de enamorados; observen sin ningún reparo su
comportamiento recíproco. Si se nos concede contemplar con mayor profundidad la
correspondencia o el corazón de la pareja ¿qué encontraremos? ¿Qué produce el
amor? Éste es el amor práctico, puesto que el hombre del pueblo se responde la
pregunta por la esencia del amor preguntándose qué produce el amor. O bien, si
se remontan con el pensamiento a su propia infancia y juventud y han tenido en
ese entonces un verdadero amor filial hacia alguien, si han tenido un verdadero
amor de amistad, un verdadero amor paterno cimentado en Dios ¿qué efectos
produce el amor, observado en la vida cotidiana? ¿Qué les responderé?
Encontramos
una bi-unidad recíproca, una armonía de los corazones, una armonía de la
voluntad, de toda la actitud de espíritu. Si formulo la idea de la siguiente
manera: «yo en ti y tú en mí y ambos uno en el otro», lo que tenemos, es un real
estar interiormente uno en el otro. Tómense el trabajo de comprobarlo a fin
de que no suceda, como con tanta frecuencia, que retomamos expresiones viejas
como meras fórmulas. ¿Qué es el verdadero amor? Amor significa estar uno en el
otro, estar interiormente uno en el otro: yo en ti y tú en mí y ambos uno en el
otro.
Debemos
haber experimentado vivencialmente lo que el amor real tiene como consecuencia
a fin de captar toda la grandeza y toda la riqueza del verdadero sentimiento
amoroso asociado a él. Éste es tan fuerte que dos personas que se aman
mutuamente, con el tiempo, llegan a ser cada vez más semejantes una a la
otra. Si me permiten ponerme un poco erudito, diré que es, en cierto
sentido, una conciencia de identidad, una biunidad. Las personalidades llegan a
una bi-unidad, a una conciencia de identidad.
Piensen, por
favor, en lo siguiente: si traslado estas consideraciones a Dios, si puedo
hablar de esta manera acerca del amor de Dios ¡cómo despunta un nuevo mundo,
cómo tendré que esforzarme para captar todo el conjunto de estas realidades!
Ésta es en general nuestra flaqueza: la mayoría de las veces estamos vinculados
a Dios sólo con las ideas; resuena algo de amor pero no es el sencillo estar de
uno en el otro. Nuestro cariño es, en gran parte, un estar mental y espiritual
uno al lado del otro. De este modo percibimos asimismo, con un contenido
totalmente nuevo, las palabras de san Agustín cuando dice: «Inquieto está
nuestro corazón hasta que descansa en ti». ¡Estúdienlo en la vida práctica! No
deben interpretarlo en el sentido de la visio beata (visión beatífica),
¡no!
(Continuará)
(Tomado de Las Fuentes de la Alegría, P. José Kentenich, Editorial Patris, Chile, Págs. 346-348)