Ahora veamos
también en común la dimensión humana de la ley fundamental del mundo. Si la ley
fundamental del mundo es determinante para Dios, debe serlo también para mí.
¿Cómo debo seguir trazando el círculo, cómo debo pensar y amar yo? También en
mi vida deben estar ante mí, en forma clara y radiante, tres estrellas: todo
por amor, todo mediante el amor, todo para el amor.
a. Hacer
todo por amor
Creo que
ahora podemos entender mejor qué es lo que se quiere decir con esto. Quiere
decir que la motivación principal de todo mi actuar es el amor de Dios. ¡El
motivo principal! Sin embargo, esto no excluye en absoluto que puedan resonar y
vibrar al mismo tiempo otros motivos. Puede vibrar también el temor frente a
Dios: Dios es el Justo. La gratitud ante Dios: Dios es el gran Dios creador,
que me ha colmado de beneficios. Pero consideren lo siguiente: si es verdad
todo lo que he expresado en la fórmula de la «ley fundamental del mundo», no
sólo debo realizarla en mi vida en forma teórica sino también práctica. El motivo
central debe ser un real amor de Dios. Ésta es la dominante. Todo
lo demás debe pasar más o menos al segundo plano. Puede estar presente pero no
debe ser el motivo central.
¿No querrán
mirar al interior de su propia vida y hacerse esta pregunta? Ustedes conocen a
muchas personas, se conocen a sí mismos. Y si se conocen, pregúntense,
comprueben: ¿Cuál de esas personas puede decirles — y decirse también ustedes a
sí mismos —: en mi vida es así; en mi vida, Dios y el amor de Dios son
realmente el motivo principal de todas mis acciones? Y aunque lo dijeran, yo
les daré como terminante respuesta: no les creo que descubran a muchos que
puedan decirlo, que conozcan a muchas personas fervorosas que digan con
determinación: en mi vida, el amor es el motivo central. …………….
b. Hacer todo para el amor
Segundo, todo para el amor. Debo hacerlo y omitirlo todo a fin de alcanzar una profunda y entrañable unión de amor con Dios, aquí en la tierra y, finalmente, arriba en la visio beata.
c. Hacer todo mediante el amor
Tercero, todo mediante el amor. ¿Cómo quiero alcanzarlo? Mediante un fuerte movimiento de amor. ¿Cómo quiero adentrarme más profundamente en la unión entrañable con Dios, de modo que todo mi actuar esté impulsado constantemente por el amor, y no tanto por la justicia? Vean a las personas que se han hecho leyes o que las han recibido y están en una comunidad religiosa. ¿Acaso no conocen personas semejantes — si me permiten que lo exprese torpemente — que tienen como única tarea de vida cumplir reglas, que cumplen reglas todo el día? Hacerlo tiene por cierto un sentido profundo. Pero, en nuestro contexto: ¡hay algo más que la justicia, que sólo nos dice lo que está prescrito! ¡Todo debe tener como trasfondo el motivo central del amor! El amor quiere ayudar a que los diferentes puntos que me están prescritos sean cumplidos a partir del motivo del amor. No quiero decir «amo» y, después, tirar todo por tierra. El amor urge e inspira en mí la justicia, el temor, la dependencia. Notarán ustedes lo que queremos decir: ¡ley fundamental del mundo!
He aquí ante nosotros en esta preparación general la ley fundamental del mundo. Escúchenla. La dimensión divina: ¡todo por amor, todo mediante el amor, todo para el amor! La dimensión humana: ¡todo por amor, todo mediante el amor, todo para el amor!
(Tomado del libro "Las Fuentes de la Alegría", P. José
Kentenich, Editorial Patris, Santiago/Chile, Págs. 239 y 246)
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