La perfecta alegría
En forma más
profunda debe interesarnos la pregunta por el sentido de la perfecta alegría
sacerdotal de vivir. Tal vez pueda verter también aquí los pensamientos en la
forma de la cual partimos. La perfecta alegría sacerdotal de vivir es un alto
grado de alegría espiritual-sobrenatural orgánica. Deben sopesar con frecuencia
esta expresión: alto grado de alegría espiritual-sobrenatural orgánica.
Una alegría espiritual-sobrenatural orgánica
Debe ser una
alegría perfecta. …………………… Como ustedes saben, lo original de nuestra
ascética es siempre lo orgánico. Así, también en este punto tenemos lo
orgánico: la alegría espiritual-sobrenatural orgánica se contrapone a la
alegría espiritual-sobrenatural mecánica, que consiste en que sólo admito alegría
espiritual-sobrenatural y no conozco ni reconozco ninguna otra alegría. Pero si
hablo de alegría espiritual-sobrenatural orgánica hay que ver la alegría tanto desde
el punto de vista del sujeto cuanto ratione obiecti (referida al objeto en sí)
en el organismo de la estructura íntegra de la naturaleza humana. Aquí tienen
ustedes la incorporación práctica de la gran ley fundamental que dice: gratia
non destruit, sed perficit et elevat naturam (la gracia no destruye la
naturaleza sino que la perfecciona y eleva). Las alegrías
espirituales-sobrenaturales no quieren destruir sino perfeccionar las otras
alegrías consideradas subjetiva y objetivamente.
Aquí
quisiera centrar y hacer girar todo lo concerniente a este punto en torno a la
expresión «alegría espiritual-sobrenatural orgánica». Al hablar de ello me
refiero obviamente a un alto grado pero no es preciso que lo repita constantemente.
Alegría orgánica desde el punto de vista subjetivo y objetivo.
En cuanto al
objeto: en mi
aspiración no incluiré solamente los bienes espirituales-sobrenaturales sino
también los bienes espirituales naturales y los bienes sensibles queridos por
Dios. Como ustedes ven, tengo entonces abierto ante mí el amplio campo de
las alegrías sensibles queridas por Dios. Puedo fumar mi cigarro, beber mi
vino: todo eso es también una alegría para el hijo de Dios pero siempre dentro
de la jerarquía de la alegría. Los bienes espirituales-sobrenaturales
son los más elevados; los otros deben verse como valores parciales y buscarse
también en cuanto tales en una forma querida por Dios y agradable a Dios. Lo
mismo vale también acerca de los bienes espirituales-naturales, de la virtud
moral. En un tiempo que piensa en forma tan unilateralmente mecánica se trata
aquí de poner una y otra vez de relieve el organismo, de verlo con claridad
para uno mismo y de conducir y guiar en forma clara a nuestro pueblo.
Sigamos:
alegría espiritual-sobrenatural orgánica considerada desde el sujeto.
¿Cuándo es perfecta, orgánicamente perfecta, mi alegría? Cuando abrazo un
objeto no sólo con el bien sobrenatural del amor infuso, con mi
voluntad espiritual-natural, sino también con mis sentimientos. Ahí
tienen vertido en forma científica lo que les he explicado extensamente ayer
por la mañana cuando les advertí acerca de la importancia de la vida de los
sentimientos y del corazón.
El amor, raíz de la
alegría
¿Cuál es la raíz de este magnífico, hermoso árbol de la alegría? Es el amor. ..………….. Tal vez valga la pena comprobar lo dicho en la Sagrada Escritura. Háganlo sobre la base de las ocho bienaventuranzas (Mt 5,3-12). Estudien cómo, cuándo y en qué contexto se nos promete la alegría. Ahí tienen la perfecta alegría sacerdotal de vivir. Revísenlo: Bienaventurados… bienaventurados… bienaventurados… ¿Cómo llegaré a ser bienaventurado? ¿Cómo llegará mi naturaleza toda a estremecerse interiormente de alegría? Jesús nos lo dice. Presten atención a lo siguiente: aquí se nos indican bienes objetivos que, según el sentir puramente natural, se consideran en la mayoría de los casos como un mal; pobreza, paciencia, mansedumbre, persecución. Sin embargo, aquí se dice, en todos los casos: ¡si quieren ser felices, intenten, a la luz de la fe e impulsados por el amor, hacer de todos estos males objeto de alegría!
…………… Lo que a mí me importa es que tengamos un concepto claro de la alegría, que veamos ante nosotros la alegría como llena de gozo, que hayamos saboreado tal vez un poco la alegría a fin de que se despierte en nosotros el impulso: quiero hacerlo todo para plasmar mi vida como expresión de una única gran alegría. ¿Y qué he de hacer? ¡Luchar por una alegría profunda, interior, divina!
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