miércoles, 30 de mayo de 2012

La dimensión humana de la ley del amor


Ahora veamos también en común la dimensión humana de la ley fundamental del mundo. Si la ley fundamental del mundo es determinante para Dios, debe serlo también para mí. ¿Cómo debo seguir trazando el círculo, cómo debo pensar y amar yo? También en mi vida deben estar ante mí, en forma clara y radiante, tres estrellas: todo por amor, todo mediante el amor, todo para el amor.

a. Hacer todo por amor

Creo que ahora podemos entender mejor qué es lo que se quiere decir con esto. Quiere decir que la motivación principal de todo mi actuar es el amor de Dios. ¡El motivo principal! Sin embargo, esto no excluye en absoluto que puedan resonar y vibrar al mismo tiempo otros motivos. Puede vibrar también el temor frente a Dios: Dios es el Justo. La gratitud ante Dios: Dios es el gran Dios creador, que me ha colmado de beneficios. Pero consideren lo siguiente: si es verdad todo lo que he expresado en la fórmula de la «ley fundamental del mundo», no sólo debo realizarla en mi vida en forma teórica sino también práctica. El motivo central debe ser un real amor de Dios. Ésta es la dominante. Todo lo demás debe pasar más o menos al segundo plano. Puede estar presente pero no debe ser el motivo central.

¿No querrán mirar al interior de su propia vida y hacerse esta pregunta? Ustedes conocen a muchas personas, se conocen a sí mismos. Y si se conocen, pregúntense, comprueben: ¿Cuál de esas personas puede decirles — y decirse también ustedes a sí mismos —: en mi vida es así; en mi vida, Dios y el amor de Dios son realmente el motivo principal de todas mis acciones? Y aunque lo dijeran, yo les daré como terminante respuesta: no les creo que descubran a muchos que puedan decirlo, que conozcan a muchas personas fervorosas que digan con determinación: en mi vida, el amor es el motivo central. …………….


b. Hacer todo para el amor

Segundo, todo para el amor. Debo hacerlo y omitirlo todo a fin de alcanzar una profunda y entrañable unión de amor con Dios, aquí en la tierra y, finalmente, arriba en la visio beata.


c. Hacer todo mediante el amor

Tercero, todo mediante el amor. ¿Cómo quiero alcanzarlo? Mediante un fuerte movimiento de amor. ¿Cómo quiero adentrarme más profundamente en la unión entrañable con Dios, de modo que todo mi actuar esté impulsado constantemente por el amor, y no tanto por la justicia? Vean a las personas que se han hecho leyes o que las han recibido y están en una comunidad religiosa. ¿Acaso no conocen personas semejantes — si me permiten que lo exprese torpemente — que tienen como única tarea de vida cumplir reglas, que cumplen reglas todo el día? Hacerlo tiene por cierto un sentido profundo. Pero, en nuestro contexto: ¡hay algo más que la justicia, que sólo nos dice lo que está prescrito! ¡Todo debe tener como trasfondo el motivo central del amor! El amor quiere ayudar a que los diferentes puntos que me están prescritos sean cumplidos a partir del motivo del amor. No quiero decir «amo» y, después, tirar todo por tierra. El amor urge e inspira en mí la justicia, el temor, la dependencia. Notarán ustedes lo que queremos decir: ¡ley fundamental del mundo!

He aquí ante nosotros en esta preparación general la ley fundamental del mundo. Escúchenla. La dimensión divina: ¡todo por amor, todo mediante el amor, todo para el amor! La dimensión humana: ¡todo por amor, todo mediante el amor, todo para el amor!

(Tomado del libro "Las Fuentes de la Alegría", P. José Kentenich, Editorial Patris, Santiago/Chile, Págs. 239 y 246)

miércoles, 23 de mayo de 2012

La dimensión divina de la ley del amor



• Dios hace todo por amor, todo mediante el amor y todo para el amor

¿Por qué ha hecho Dios todo? Aplíquenlo enseguida al más insignificante trabajo del día: todo por amor, todo mediante el amor, todo para el amor. ¿Qué se sigue de ello para la dimensión humana de la ley fundamental del mundo? ¿Qué se sigue para mí, para la educación de mí mismo y de los demás? Lo mismo: todo por amor, todo mediante el amor, todo para el amor.

¡Vean este misterioso y maravilloso ciclo cerrado, el torrente del amor que corre y fluye más y más por el cielo, por los hombres y por el mundo! Casi querría hacer referencia al agua que, una vez que ha corrido hasta el mar, se evapora, asciende a las nubes y cae nuevamente a la tierra como lluvia. He ahí el grande y formidable torrente de agua que atraviesa el mundo. Así podemos hablar también de un formidable torrente de vida y de amor que une y mantiene siempre unidos a Dios, a los hombres y el mundo.

Así vemos el «por amor», la dimensión divina. ……… La dimensión divina. ¿Qué tenemos aquí? ¿Cuál es la ley fundamental del mundo? Respuesta: es el amor de Dios. ¿Quieren colocar de inmediato esta idea en un contexto mayor? Antes que nada, quisiera utilizar para el amor de Dios otra expresión más fácilmente comprensible diciéndoles que es la voluntad de donación de Dios, la voluntad de comunicación de Dios. ¿Saben lo que quiero decir con esto? Con toda intención evito decir instinto de donación, instinto de comunicación. En este caso resuena o resonaría demasiado fuerte la dependencia de Dios. No es un instinto. En Dios, todo es voluntad consciente, un querer claro, independiente, interior y libre. Por eso, también aquí, el amor de Dios como voluntad de comunicación, como voluntad de donación. ¿Qué podrán extraer ustedes como conclusión? …………….

Sostenemos, pues, lo siguiente: la ley fundamental del mundo es la voluntad de comunicación de Dios. Querrán ustedes reflexionar tal vez un poco sobre estas palabras cuando hagan algo de oración sobre todas estas cosas. En efecto, es mejor someter también a revisión las expresiones que escuchamos y preguntarnos: ¿qué quiere decir esto? De otro modo, las expresiones se desgastan y ya no tienen incidencia con su contenido en la vida de nuestra alma. De ese modo comprenderán también mejor qué es lo que quiero decir con la dimensión divina y la dimensión humana. Dimensión divina: todo por amor quiere decir todo por la voluntad de comunicación, por la voluntad de donación; todo por amor, todo para el amor, todo mediante el amor.

Todo por amor

¿Qué quiere decir «todo por amor»? Quiero utilizar ahora la expresión «amor» para que lleguemos más rápido a la meta. La causa motiva efficiens (causa eficiente) de todo aquello que Dios hace es su amor. Creo que tendré que decirlo ahora en forma más clara: el motivo principal, la ley fundamental del mundo, el motivo principal en todo el acontecer del mundo - en la creación del mundo, en la salvación del mundo, en el gobierno del mundo, y como quiera se denominen todos los demás aspectos - es el amor de Dios. Esto no inhibe los motivos secundarios. Hay también motivos secundarios que lo mueven y acompañan: podemos llamarlos motivos concomitantes. Ellos son su justicia y su omnipotencia, en lugar de lo cual nosotros decimos: su voluntad de plasmación creadora y su sentido de justicia. ………

(Tomado del libro "Las Fuentes de la Alegría" P. José Kentenich, Editorial Patris, Santiago/Chile, Págs. 229 y siguientes)

miércoles, 16 de mayo de 2012

El amor de Dios, ley fundamental del mundo


Nosotros, que conocemos la vida y que —ora con éxito, ora sin él— nos hemos esforzado por tomar posición frente a las complejidades y los problemas de la actualidad, sospechamos, ya con sólo oír la expresión, que nos encontramos aquí ante una afirmación de profunda importancia práctica y teórica. Si realmente me coloco sobre el terreno de la ley fundamental del mundo, todas las preguntas, todos los difíciles, dificilísimos problemas que remueven hoy los corazones y las mentes de los hombres, deberían parecernos solucionados, como veremos más tarde, en forma fácil y segura.

Me limito a referir, por mencionar algunas cosas, a la seria y desorientadora pregunta acerca de la razón por la cual los malos y mentirosos triunfan y los veraces, sencillos y fieles a Dios sucumben. ¿De dónde proviene eso? ¿Dónde está la respuesta última? ¿Cómo es que tenemos que soportar una cantidad tan gigantesca de duros y difíciles golpes del destino, tantos mazazos? ¿Acaso lo hemos merecido? ¿Cómo lo hemos merecido? ¿Qué quiere Dios con todas estas cosas? ¿Cuál es la respuesta? Podremos darla con facilidad si con toda el alma captamos lo que queremos expresar con la afirmación de que el amor de Dios es la ley fundamental del mundo.

Avancemos aún más: esta ley no tiene solamente importancia teórica sino también una profunda importancia práctica. También vislumbrarán esto. Quien se coloca realmente con toda el alma sobre el terreno de esta ley se encuentra a sí mismo no sólo ante un pilar fundamental sino ante el pilar fundamental de toda la plasmación, concepción y formación de su vida. ………...……

¡Ley fundamental del mundo! ¿En qué estriba la motivación, la última motivación que pone en movimiento en Dios todo lo demás, todo lo que él hace o deja de hacer? ¿Dónde se encuentra la cualidad que me explique todo lo que sé o no sé? ¿Dónde está en Dios el punto que hace posible, en última instancia, una teodicea? Desde nuestro punto de vista, la teodicea no es más que una justificación de Dios. ¿Dónde está el punto desde el cual nos resulte fácil justificar a Dios? ¡Hablo desde la perspectiva humana! ¿Por qué ha hecho esto? ¿Por qué las grandes crisis entre los pueblos y naciones? ¿De dónde viene el peligro bolchevique en el mundo entero? Ésta es la pregunta por la ley fundamental del mundo.

Y la respuesta que podemos formular es la siguiente: la ley fundamental del mundo es el amor. ...... La ley fundamental del mundo es el amor de Dios. Consideren qué significa este en sus detalles. Amor de Dios. ¡Sopesen la expresión! Las misma puede significar, en primer lugar, amor de Dios a mí y, en segundo lugar, mi amor por Dios.


(Texto tomado de "Las Fuentes de la Alegría", P. José Kentenich, Editorial Patris S.A. Chile, Págs. 225 y siguientes) 





miércoles, 9 de mayo de 2012

La alegría orgánica


La perfecta alegría

En forma más profunda debe interesarnos la pregunta por el sentido de la perfecta alegría sacerdotal de vivir. Tal vez pueda verter también aquí los pensamientos en la forma de la cual partimos. La perfecta alegría sacerdotal de vivir es un alto grado de alegría espiritual-sobrenatural orgánica. Deben sopesar con frecuencia esta expresión: alto grado de alegría espiritual-sobrenatural orgánica.

Una alegría espiritual-sobrenatural orgánica

Debe ser una alegría perfecta. …………………… Como ustedes saben, lo original de nuestra ascética es siempre lo orgánico. Así, también en este punto tenemos lo orgánico: la alegría espiritual-sobrenatural orgánica se contrapone a la alegría espiritual-sobrenatural mecánica, que consiste en que sólo admito alegría espiritual-sobrenatural y no conozco ni reconozco ninguna otra alegría. Pero si hablo de alegría espiritual-sobrenatural orgánica hay que ver la alegría tanto desde el punto de vista del sujeto cuanto ratione obiecti (referida al objeto en sí) en el organismo de la estructura íntegra de la naturaleza humana. Aquí tienen ustedes la incorporación práctica de la gran ley fundamental que dice: gratia non destruit, sed perficit et elevat naturam (la gracia no destruye la naturaleza sino que la perfecciona y eleva). Las alegrías espirituales-sobrenaturales no quieren destruir sino perfeccionar las otras alegrías consideradas subjetiva y objetivamente.

Aquí quisiera centrar y hacer girar todo lo concerniente a este punto en torno a la expresión «alegría espiritual-sobrenatural orgánica». Al hablar de ello me refiero obviamente a un alto grado pero no es preciso que lo repita constantemente. Alegría orgánica desde el punto de vista subjetivo y objetivo.

En cuanto al objeto: en mi aspiración no incluiré solamente los bienes espirituales-sobrenaturales sino también los bienes espirituales naturales y los bienes sensibles queridos por Dios. Como ustedes ven, tengo entonces abierto ante mí el amplio campo de las alegrías sensibles queridas por Dios. Puedo fumar mi cigarro, beber mi vino: todo eso es también una alegría para el hijo de Dios pero siempre dentro de la jerarquía de la alegría. Los bienes espirituales-sobrenaturales son los más elevados; los otros deben verse como valores parciales y buscarse también en cuanto tales en una forma querida por Dios y agradable a Dios. Lo mismo vale también acerca de los bienes espirituales-naturales, de la virtud moral. En un tiempo que piensa en forma tan unilateralmente mecánica se trata aquí de poner una y otra vez de relieve el organismo, de verlo con claridad para uno mismo y de conducir y guiar en forma clara a nuestro pueblo.

Sigamos: alegría espiritual-sobrenatural orgánica considerada desde el sujeto. ¿Cuándo es perfecta, orgánicamente perfecta, mi alegría? Cuando abrazo un objeto no sólo con el bien sobrenatural del amor infuso, con mi voluntad espiritual-natural, sino también con mis sentimientos. Ahí tienen vertido en forma científica lo que les he explicado extensamente ayer por la mañana cuando les advertí acerca de la importancia de la vida de los sentimientos y del corazón. 

El amor, raíz de la alegría

¿Cuál es la raíz de este magnífico, hermoso árbol de la alegría? Es el amor. ..………….. Tal vez valga la pena comprobar lo dicho en la Sagrada Escritura. Háganlo sobre la base de las ocho bienaventuranzas (Mt 5,3-12). Estudien cómo, cuándo y en qué contexto se nos promete la alegría. Ahí tienen la perfecta alegría sacerdotal de vivir. Revísenlo: Bienaventurados… bienaventurados… bienaventurados… ¿Cómo llegaré a ser bienaventurado? ¿Cómo llegará mi naturaleza toda a estremecerse interiormente de alegría? Jesús nos lo dice. Presten atención a lo siguiente: aquí se nos indican bienes objetivos que, según el sentir puramente natural, se consideran en la mayoría de los casos como un mal; pobreza, paciencia, mansedumbre, persecución. Sin embargo, aquí se dice, en todos los casos: ¡si quieren ser felices, intenten, a la luz de la fe e impulsados por el amor, hacer de todos estos males objeto de alegría!

…………… Lo que a mí me importa es que tengamos un concepto claro de la alegría, que veamos ante nosotros la alegría como llena de gozo, que hayamos saboreado tal vez un poco la alegría a fin de que se despierte en nosotros el impulso: quiero hacerlo todo para plasmar mi vida como expresión de una única gran alegría. ¿Y qué he de hacer? ¡Luchar por una alegría profunda, interior, divina!

miércoles, 2 de mayo de 2012

Esencia de la alegría


• Definiciones

Doy una definición y la analizo. Esencia de la alegría. Nos basaremos en la definición utilizada constantemente hasta ahora y procuraremos complementarla y fundamentarla científicamente. ¿Qué es la alegría? El reposo del apetito en la posesión de un bien conveniente. Mentes filosóficas opinan que se debe agregar otra palabra para que la definición sea íntegra, plenamente válida. Ellas dicen: la alegría es el reposo del apetito en la expectativa segura o en la posesión de un bien conveniente. Es correcto. En la esperanza también hay alegría. Por tanto, cuando pienso en la visio beata o en qué gran bendición podrá brotar de mi dolor, estoy esperando esa bendición. Como ven, mi apetito puede reposar no sólo en la posesión sino también en la expectativa de un bien conveniente. Pero debemos agregar de inmediato lo siguiente: en tal caso, ese bien no se ve tanto como un bien lejano sino como un bien que, en la expectativa, ya está presente. Por eso decimos, asimismo: reposo del apetito en la esperanza segura. Tengo la segura esperanza —algo presente— de que el bien se me dará en el futuro con seguridad.

Ustedes podrán considerar otras definiciones que se integran más en la estructura entera del retiro: alegría es amor que reposa. Comprueben en qué medida es acertada. Mi apetito tiene su obiectum proprium. Y la relación del apetito con su obiectum proprium significa una satisfacción del instinto amoroso. Algo urge a poseer el bien. Y cuando lo poseo ¿qué tengo? Amor que disfruta, que reposa en la posesión de un bien. Y eso es alegría. El amor, en cuanto posee y disfruta del objeto, es alegría. La alegría es amor que reposa, que disfruta. Por tanto, cuando, en la parte central y esencial de nuestros ejercicios, nos enfrentemos con toda la economía del amor, cuando luchemos por un amor divino que lo abarque todo, debemos decirnos siempre que el reposo en ese amor es alegría. Más adelante ya no destacaré más este aspecto.

Procuro ahora analizar un poco la definición. Se trata más bien de un procedimiento desmembrador. Permanezco con la definición dada hasta ahora a fin de no hacer las cosas demasiado complicadas: la alegría es el reposo del apetito en la posesión de un bien conveniente. ¿Qué tienen ahí? Los dos pilares de la definición. La misma se agrupa en torno a dos momentos: «reposo del apetito», es decir, puedo concebir la alegría sub ratione subiecti (desde el punto de vista del sujeto) y considero entonces el sujeto de la misma. Pero si la concibo «en la posesión de un bien», la perspectiva es ratione obiecti (referido al objeto en sí mismo). También puedo convertir el objeto de la alegría en el punto de partida de mi análisis. Pueden ustedes hacer ambas cosas.

— Desde el punto de vista del sujeto de la alegría (ratione subiecti)

Veo el sujeto de la alegría, el apetito. Me permitirán que recuerde, en la línea del retiro del año pasado, que podemos distinguir en el hombre tres estratos de vida y de ser, tres apetitos. El estrato más bajo: el hombre del instinto; el segundo estrato: el hombre del espíritu; el estrato superior: el hombre de Dios. O bien, para utilizar expresiones corrientes: el estrato inferior: el animal en el hombre; el segundo estrato: el hombre del espíritu, el ángel en el hombre; el tercer estrato: el hombre de Dios, el hijo de Dios.
Cada estrato tiene también un apetito independiente y original: el estrato más bajo, el hombre del instinto, el appetitus sensitivus; el segundo estrato, el appetitus intellectivus; el tercer estrato, el appetitus divinus, en lugar de lo cual decimos la virtud infusa del amor.

Escuchen una vez más la definición: reposo del apetito. ¿Qué apetito es el que puede reposar? Los tres.
Puede reposar el appetitus sensitivus en la posesión de su bien. ¿Qué nombre damos a esa alegría? Desde un punto de vista estrictamente filosófico, deberíamos decir amor late sensibilis (amor sensible en sentido amplio). Las expresiones «amor sensual» o «bien sensual» tienen una connotación negativa. Por eso, a fin de evitar toda confusión tanto nuestra cuanto de otros, decimos amor de los sentimientos, alegría de los sentimientos o, profundizando más —aquí resuena todo el organismo— del corazón. Bajo la expresión «sensible en sentido estricto», entendemos lo que solemos denominar sensible o sentimental. Por la enseñanza de la moral sabemos que el amor sensitivus (amor sensible) puede caer en el amor sensibilis (amor sensual) e, incluso más bajo, en el amor sexualis (amor sexual).

¿Qué otro apetito puede reposar en la posesión de un bien? El appetitus intellectivus. En ese caso hablamos de alegría espiritual-natural; en el primer caso, de alegría sensible (= alegría de los sentimientos), en el segundo, de alegría espiritual-natural. Por tanto, la voluntad reposa en la posesión de un bien conveniente.

También el apetito amoroso sobrenatural, la virtud infusa del amor, puede reposar. Entonces, hablamos de la alegría espiritual-sobrenatural. He ahí los tres tipos, según cuál sea el sujeto: alegría de los sentimientos, alegría espiritual-natural y alegría espiritual-sobrenatural.

Como más tarde nos hará falta, quiero recordar al mismo tiempo que el appetitus es una capacidad ciega y que, por esa razón, necesitamos una luz que nos indique la calidad de los diferentes bienes. El appetitus sensitivus necesita una luz: la capacidad de percepción sensible, tanto la interior cuanto la exterior. Pueden observarlo en el animal o en el niño pequeño. El appetitus intellectivus necesita una luz en la cual percibir el bien, las cualidades del bien. ¿De qué luz se trata? De la inteligencia espiritual, la capacidad de percepción espiritual. El appetitus divinus necesita una luz: la luz de la fe.

— Desde el punto de vista del objeto de la alegría (ratione obiecti)

Sólo estoy explicando la definición. También aquí hay tres estratos de ser y de vida, tres tipos de bienes. El bien conveniente al hombre del instinto lo denominamos bien sensible, sensiblemente perceptible: una manzana, o lo que fuese. Para el segundo estrato de ser, el hombre del espíritu, hay un bien conveniente: los bienes espirituales. ¿De qué bienes podrá tratarse? Verdad, justicia, fidelidad, etc. Para el estrato más alto de ser y para la vida de ser más alta hay también un bien conveniente: un bien sobrenatural.

Ahora escuchen lo siguiente: puedo hablar de una alegría espiritual-natural, de una alegría sensible o de los sentimientos y de una alegría espiritual-sobrenatural. Si examinan esto con más detalle, dirán lo siguiente: es muy posible que se dé una alegría que, desde el punto de vista del sujeto sea sensible en sentido amplio pero que, desde el punto de vista del objeto en sí mismo, sea sobrenatural. Deben jugar un poco con las ideas, no para hacer filosofía sino para poder manejar estas cosas en la vida práctica con mano segura.

Por ejemplo, un bonum supernaturale (bien sobrenatural). ¿Qué bien puede ser? La Trinidad. Dicho sea de paso: no Dios, así sin más, sino el Dios Trino. Nuestros adversarios exigen que coloquemos a Dios en el centro de nuestra vida. Pero, aunque ellos no acepten Dios alguno, nosotros no debemos contentarnos por ello con mostrar solamente a Dios sin más, sino al Dios Trino. ¡Ustedes siguen la literatura de nuestros días! 

Cuando hoy se menciona a Dios, debo decirlo abiertamente: lucho por la revelación de Dios, del Dios Trino; y no querer ocultar ni desvalorizar el misterio. ¡No presentar a Dios como el Dios natural sino como el Dios Trino! Estoy apegado al Hijo, lo amo. ¿Qué podrá ser esto? Desde el punto de vista del objeto en sí, una alegría espiritual-sobrenatural. El objeto es espiritual-sobrenatural. Desde el punto de vista del sujeto, puede ser y debería ser un amor sensible en sentido amplio, una alegría de los sentimientos. Tal vez será bueno que coloque una vez más los pensamientos en forma esquemática uno junto al otro.

Desde el punto del vista del sujeto, puedo distinguir entre una alegría espiritual-natural, espiritual-sobrenatural y de los sentimientos. En cuanto al objeto, puedo hacer lo mismo: distinguir entre alegría sensible, espiritual-natural y espiritual-sobrenatural. Si establezco ahora una relación entre ambas perspectivas, es muy fácilmente posible que los bienes sobrenaturales puedan captarse no sólo con la voluntad, con la voluntad sobrenatural, sino también con el appetitus sensitivus (apetito sensible). ¡Esto es incluso lo ideal! Corresponde a la totalidad del hombre. Tal vez lo dicho baste para analizar un poco el concepto de alegría.

(Texto tomado de "Las Fuentes de la Alegría", P. José Kentenich, Editorial Patris S.A. Chile, Págs. 205-210)