miércoles, 25 de abril de 2012

La alegría, esencial a la santidad


La alegría, medio esencial para aspirar a la santidad

Les menciono dos verdades: en primer término, la alegría es una manifestación concomitante esencial de una profunda vida de santidad y aspiración a la santidad; en segundo término, la alegría es un medio esencial para fecundar la vida de santidad y la aspiración a la santidad. Les hablaré un poco al respecto, pero ustedes deberán hacer de ambas verdades objeto de su profunda oración y reflexión.


• La alegría es esencial a la santidad

En primer lugar, pues, la alegría es una manifestación concomitante esencial de una profunda vida de santidad. Repasen, por favor, la teología, tanto la teología científica, especulativa, cuanto la dogmática, y abran la Sagrada Escritura. La dogmática nos dice que la alegría es un fruto del Espíritu Santo. ¿Qué entendemos por frutos del Espíritu Santo? Son actos virtuosos especialmente descollantes, actos perfectos de virtud que se asocian con una cierta dulzura en el sentimiento, en la actitud interior. Consideren lo que pretendo decirles: ¿tendré razón al advertir que el fruto del Espíritu Santo, así como también la alegría, presuponen una aspiración de alto grado, de gran seriedad, una profunda aspiración a la santidad y una profunda vida de santidad?

Para abundar en consideraciones me permito hacer referencia a lo siguiente: si esa virtud, ese habitus, ese acto está asociado a una profunda alegría interior, no hablamos de frutos del Espíritu Santo sino de bienaventuranzas. Según dicen los dogmáticos, es tanta la bienaventuranza que se asocia a determinadas actitudes virtuosas que la misma constituye una anticipación de la bienaventuranza eterna. Si aún no la hemos experimentado es porque no hemos alcanzado todavía el grado anhelado y previsto de santidad. Pero no es necesario que preguntemos a la dogmática, a la exégesis y a la Sagrada Escritura. Basta con que acudamos a la escuela de Aristóteles y de la escolástica. La escolástica ha tomado de Aristóteles la idea de que la alegría sólo se asocia a los actos de virtud cuando los mismos se han convertido en una cierta evidencia, cuando brotan de un cierto hábito virtuoso.

La que más nos interesa es la segunda verdad, a saber, que la alegría es también un profundo medio para llegar a ser santo, sacerdotalmente santo y perfecto. De ello podremos extraer la profunda conclusión de que nuestro deber moral consiste en educarnos a nosotros mismos y educar a otros para la alegría. Si quieren examinar la premisa, oriéntense por la Sagrada Escritura y por una sana filosofía y psicología.


Por la Sagrada Escritura. Les resumo lo que puede decirse en este punto. La Sagrada Escritura presenta la alegría y la educación a la alegría como una ley fundamental y esencial del reino de Dios. Más concretamente, se nos presenta como pilar fundamental, exigencia fundamental y petición fundamental del reino de Dios.


Pilar fundamental. ¡Son tantas las expresiones de ese tenor que escuchamos en la Sagrada Escritura! El reino de Dios no consiste en comer y beber sino en paz, alegría y amor. Tengan la bondad de hacer ustedes mismos la exégesis: aquí se coloca la alegría al mismo nivel que el amor. Y, como veremos y oiremos más tarde, el amor es la gran ley fundamental del mundo. ¿Notan qué importancia tiene también la alegría en el sentido de la Sagrada Escritura? ¡Pilar fundamental! Pueden recurrir a la concordancia bíblica y agregar otras expresiones a fin de convencerse de que tengo razón.


Exigencia fundamental. Si la alegría es un pilar fundamental, también es una exigencia fundamental. Así escuchamos al apóstol pronunciar la célebre frase que hemos oído tantas veces pero que, probablemente, no hemos tomado tan en serio: Gaudete in Domino…! (¡Estad siempre alegres en el Señor…!) (Flp 4,4). ¡No olviden que se trata de un imperativo! Gaudete in Domino! Quien pueda interpretar aunque sólo sea un poco estas palabras a partir del contexto entenderá y sentirá cuánto quiere Pablo que se le tome en serio con su exigencia. En otra oportunidad dice, también: «Para vosotros es sumamente útil, y a mí no me causa perjuicio alguno, repetir una y otra vez: ¡alegraos en el Señor!» San Agustín nos advierte con razón que el apóstol san Pablo emite una orden, también una orden respecto de la educación a la alegría.

En síntesis: la alegría, la perfecta alegría de vivir sacerdotal, debe comprenderse como un elemento central de nuestra vida religiosa; como manifestación concomitante pero también como un medio esencial para alcanzar la santidad.

(Texto tomado de "Las Fuentes de la Alegría", P. José Kentenich, Editorial Patris S.A. Chile, Págs. 63-66)

miércoles, 18 de abril de 2012

Hambre de alegría - instinto de felicidad


(Nota previa: algunos lectores de este Blog me han sugerido cambie el estilo de publicación de textos del Padre Fundador a la forma primitiva e inicial del mismo: ofrecer semanalmente un texto corto que sirva de motivación semanal a los que visitan este Blog. A partir de esta semana me hago eco de estas sugerencias y reproduzco aquí pequeñas reflexiones del Padre Kentenich a sus hijos espirituales. En estos tiempos en los cuales abundan la desesperanza, la angustia y la tristeza, he querido comenzar la nueva serie de textos con el tema de la alegría para sugerir a los lectores se hagan a la búsqueda de las fuentes de la alegría.)


TEXTO DEL PADRE FUNDADOR
  
Ustedes saben por experiencia o por el estudio teórico que la alegría es un elemento esencial en la vida religiosa, en el proceso de formación del alma, tanto de la propia cuanto de la ajena. Cuando la alegría entra en su alma en una medida mayor, ha recibido un gran regalo de la Trinidad. Por eso, ¡gozosa voluntad para recibir las semillas de la alegría! ……………………………

¡Hambre de alegría! Nuestra alma tiene hambre de alegría, y en forma marcada. Más aún: puedo decir que el alma humana está impulsada en todo momento por esa marcada alegría. En efecto: como verán y oirán más adelante, esa hambre de alegría es un instinto primordial en la naturaleza humana. Si por el momento quieren reflexionar un poco por su propia cuenta acerca de este pensamiento, les ruego que reemplacen la palabra hambre de alegría por hambre de felicidad, por instinto de felicidad. ¿Acaso no sabemos todos, por experiencia y por observación de la vida, cuán inseparablemente unido está el instinto de felicidad y, junto con él, el instinto de alegría, a la naturaleza humana? ¿Tendremos razón, entonces, en ampliar el concepto  y afirmar que, así como la planta tiene hambre, es decir, así como depende de la luz, del aire y del calor, así depende el alma humana de la alegría, del brillo del sol de la alegría, si es que no ha de atrofiarse? ¡Así es: el hambre de alegría como instinto primordial de la naturaleza humana; el instinto de alegría, el instinto de felicidad como una fuerza de enorme ímpetu, como instinto primordial! 
Cuanto más conciencia tome de este hecho, tanto más fuerte podrá hacerse la capacidad y disposición receptiva, la gozosa voluntad para recibir las semillas de la alegría.

(Texto tomado del retiro que el Padre Kentenich dirigió a un grupo de sacerdotes alemanes desde el 7 al 13 de octubre de 1934 en Schoenstatt. Editado en español por Editorial Patris, Santiago/Chile en junio de 2006 bajo el título "Las fuentes de la alegría".)

miércoles, 11 de abril de 2012

Nuevos padres, nuevo mundo (4)


(Nota previa: Con el texto que hoy publicamos se concluye la conferencia que el Padre Fundador dictó a las ramas de hombres del Movimiento de Schoenstatt en Alemania el 18 de junio de 1966.

Al meditar sobre éstas sus últimas reflexiones de la conferencia, notamos que el Padre Kentenich tenía la preocupación de terminar pronto su exposición, dado el tiempo que estaba durando la misma. Por este motivo y para los lectores que no estén familiarizados con la espiritualidad del Movimiento de Schoenstatt, apuntamos la posibilidad de que lean el documento de fundación de 1914. Se denomina “Primera Acta de Fundación”, se incluye en una publicación titulada “Documentos de Schoenstatt”, y puede ser adquirida en cualquier librería del Movimiento.

En el documento  citado se descubre el núcleo de la espiritualidad de Schoenstatt, la alianza de amor con María en el Santuario de la Madre Tres Veces Admirable de Schoenstatt. Destacamos tres pasajes de este “Acta” que son centrales para la comprensión de la misma:

- “Sin duda alguna no podríamos realizar una acción apostólica más grande, ni dejar a nuestros sucesores una herencia más preciosa que inducir a nuestra Señora y Soberana a que erija aquí su trono de manera especial, que reparta sus tesoros y obre milagros de gracias. Sospecharán lo que pretendo: quisiera convertir este lugar en un lugar de peregrinación, en un lugar de gracias …… Todos los que acudan acá para orar deben experimentar la gloria de María y confesar: ¡Qué bien estamos aquí!”

- “No se preocupen por la realización de su deseo. Ego diligentes me diligo. Amo a los que me aman. Pruébenme primero por hechos que me aman realmente y que toman en serio su propósito. ……….. Adquieran por medio del fiel y fidelísimo cumplimiento del deber y por una intensa vida de oración muchos méritos y pónganlos a mi disposición.”

- “Entonces con gusto me estableceré en medio de ustedes y distribuiré abundantes dones y gracias. Entonces atraeré desde aquí los corazones jóvenes hacia mí, y los educaré como instrumentos aptos en mi mano.”

Como hemos experimentado los miembros del Movimiento, cuando sellamos una alianza de amor con la Santísima Virgen, Ella nos regala entonces el lugar de gracias necesario para conseguir el éxito en la educación, y así contribuir a la construcción de la familia cristiana y del pueblo cristiano. O lo que es lo mismo: tendremos asegurados los nuevos padres que construirán un nuevo mundo.

El texto original de la conferencia ‘Nuevos padres, nuevo mundo’ está tomado de: Pater Joseph Kentenich – ‘Neue Väter – neue Welt’, publicado por el Padre Heinrich Puthen, Patris Verlag, Schoenstatt, 1976.- Traducción Francisco Nuño)


DISPOSICION (de la última parte de la conferencia)

D. Según el modelo de 1914

1. Para nuestra renovación no basta sólo con la autoeducación
2. Por eso la gran jugada de la Divina Providencia
3. A través de una nueva visitación de la Santísima Virgen
4. La nueva visitación de María en el acta de fundación


TEXTO DEL PADRE FUNDADOR

1. Para nuestra renovación no basta sólo con una seria autoeducación

¿Qué importancia tienen todas estas cosas? ¿Qué es lo que yo he intentado explicarles? Puedo resumirlo en una sola palabra: la meta. ¿Cuál  es la meta de nuestra educación? Caracteres sacerdotales, o paternidad sacerdotal. Si después escuchamos lo que ocurrió a continuación, pasados los primeros dos años: nosotros, la juventud de entonces, ¿qué fue lo que experimentamos? Con la gloriosa autoeducación no llegamos muy allá. Solamente bajo la protección de la Santísima Virgen podemos aspirar a esta gran meta. Y después ¿podemos apostar por la propia aportación? Quod non ¡No! ¡Porque no dura mucho! Recuerden lo que la Divina Providencia permitió pasados los dos primeros años: se inicia la guerra (1914). Y ahí se podrá experimentar especialmente la fragilidad de la naturaleza. ¿Qué hemos vivido? ¿Qué éxito trajo la autoeducación? En realidad, no fue poco. Pero nos quedamos muy atrás si consideramos lo que queríamos y debíamos hacer.

2. Por eso la gran jugada de la Divina Providencia

No voy a contar ahora lo que ellos consiguieron. Sería valioso estudiarlo nuevamente. Todo ello lo deberíamos ver a la luz de una nueva perspectiva …….. Nosotros hoy no necesitamos estudiar muchos libros para saber lo que debemos hacer ……. Debemos estudiar bien y en primer lugar la propia historia, saborear la conducción divina en nuestra propia historia, y después gustar y revivir de nuevo la fuerza de esta conducción para la nueva etapa, cuyo círculo cíclico comienza ahora de nuevo; especialmente nosotros, la rama de los hombres. Es así como estaremos firmes como una roca en el mar, dentro de lo que es posible para los  humanos.

3. A través de una nueva visitación de la Santísima Virgen

Ven ustedes, ahora llegamos al siguiente convencimiento: ¡No basta sólo con la ayuda de la Santísima Virgen y bajo su protección!  ¿Qué debemos hacer? Que la Santísima Virgen baje del cielo. ¿A qué me refiero? ¡Una nueva 'visitación'! ¡Ella debe visitar Schoenstatt! ¡Ella debe establecerse aquí en nuestro Santuario! ¡Y entonces sí estará Ella aquí! ¡Ella tiene que educarnos! ¡No nosotros! ¿Comprenden?, ahora junto a la propia autoeducación se suma la educación por parte de otros; y esto es el gran medio que desde entonces y con el tiempo hemos incorporado y hemos hecho vida en la Familia. ¿Qué debe hacer la Santísima Virgen como la gran educadora de la élite y de las masas en el sentido de la iglesia del futuro? Ella debe educarnos hacia el ideal de una auténtica ‘paternitas’, en el ¡ideal de una auténtica paternidad!   

4. La nueva visitación de María en el Acta de Fundación

Y así se gestó el Acta de Fundación. En el Acta de Fundación se realiza una alianza de amor con la Santísima Virgen, y Ella a la vez se obliga a establecerse entre nosotros. Ella debe ser la gran educadora externa que nos anime a autoeducarnos, o sea a que abordemos definitivamente y de forma vigorosa nuestra propia educación.

Ha sido solo una palabra. Espero que esta palabra haya bastado por lo menos para aclarar convenientemente la meta. Si ustedes ahora desean profundizar en las otras palabras (del Acta de Fundación), es cierto que sólo se lo podrán explicar aquellos que están familiarizados con toda la historia de la Familia. En caso contrario no lo podrán descifrar. Se quedarán apenas en algunas de las expresiones, intentarán analizar quizá palabra por palabra, pero no sabrán cómo la Santísima Virgen actuó a través del Acta de Pre-fundación y a través de todo lo que ocurrió posteriormente.

Queremos quedarnos con lo siguiente, especialmente aquellos que, de entre nuestras filas, deberán conducir después a los grupos del movimiento: vayamos a la historia completa de nuestra Familia, tomemos las expresiones originales de la historia de nuestro desarrollo y estemos entonces convencidos que la Divina Providencia nos ha interpretado ya el contenido del Acta de Pre-fundación. Ahora comprendemos mejor lo que está escrito en el Acta de Pre-fundación. Si no lo entendemos en una primera mirada, pensemos que es como con la Sagrada Escritura. ¿Quién entiende cada una de las expresiones? Será después de siglos cuando quizá se podrá entender, porque será el desarrollo posterior el que nos dará la interpretación del Espíritu Santo sobre las expresiones originales.




(Fin de la conferencia)


miércoles, 4 de abril de 2012

Jesús, Hijo del Padre


(Nota previa: Se interrumpe en esta semana la publicación de la conferencia del Padre Kentenich sobre la educación de los varones (‘Nuevos padres, nuevo mundo’). Teniendo en cuenta la celebración de la Semana Santa reproducimos una corta meditación del Padre Fundador sobre el sufrimiento en la vida de Jesús. Es parte de la conferencia que dictó el 23 de julio de 1956 a un grupo de matrimonios en Milwaukee, Estados Unidos – Texto tomado del libro “Cristo es mi vida” de la Editorial Patris, Santiago/Chile).


TEXTO DEL PADRE FUNDADOR

Hoy meditamos sobre este punto: “Hijo especialísimo del Padre”. Contemplaremos a Jesús en su trabajo, su oración y su sufrimiento. ........................................

Existe una tercera área de la vida cristiana: la del dolor y de la cruz. En nuestro tiempo solemos olvidar con facilidad que no se puede vivir cristianamente sin asumir el sufri­miento que la Providencia quiere que sobrellevemos. En toda la sociedad se advierte en general un rechazo a la cruz y al dolor. Sin embargo, hay que recordar que la cruz y el dolor son parte esencial de la misión de la vida cristiana. Toda persona y toda familia tiene una buena cuota de cruz y dolor que cargar sobre sus hombros.

Y así fue también en la vida de Jesús. El Señor tuvo mucho que sufrir. Sabemos que él incluso salvó formalmente al mundo a través de su cruz y su dolor, especialmente a través de su muerte. ¿Cómo llevó Jesús su cruz y sus padecimien­tos? Dos son las respuestas que podemos dar en este punto. En primer lugar, cargó con ellos con una actitud de genuina humanidad. Vale decir, el Señor dio a entender que la cruz y el dolor lo hacían sufrir. Observen que no se comportó como un indio que reprime y no expresa el dolor, sino que su con­ducta fue auténticamente humana.

Ya reparamos en cómo la Santísima Virgen dio cauce a su dolor con ocasión del extravío y hallazgo de su divino Hijo en el Templo: "Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando." (Lc 2, 48)

¿Y Jesús? El nos da testimonio a todos nosotros de una hora de dolor como fue aquella del huerto de Getsemaní (Mc 14, 32-42). Fue una hora de terrible sufrimiento. Tanto era el dolor de su alma que llegó a sudar sangre (Lc 22,44). Jesús era ya un hombre en la madurez de sus años; sin embargo no pretendió desempeñar el papel del "hombre fuerte", sino que se quebró. ¿Qué fue lo que lo hizo flaquear, no sólo espiritual sino también físicamente? El evangelio nos dice que se llenó de pavor y angustia ... ¿Qué dolor era éste que lo embargaba tan intensamente? Fue como si la divinidad de su naturaleza se hubiese retirado y dejado que la natura­leza humana apurase el cáliz del sufrimiento hasta la última gota. Puede ser que se imaginase lo que le esperaba: la flage­lación, la crucifixión, el tormento. Todos sabemos muy bien que hay cruces y dolores que nos provocan más angustia antes de afrontarlos que en el momento en que realmente los asumimos.

Sí; la perspectiva del suplicio inminente ciertamente tiene que haber contribuido a ese estado de honda tristeza. Pero mucho más abrumadora fue seguramente la visión de la impureza de tanto pecado acumulado a través de los siglos. Jesús tomó sobre sí todos esos pecados. Los experimentó como si él mismo los hubiese cometido. Por eso cae en tie­rra y suda sangre. Un cuadro auténticamente humano ... Luego va donde están sus discípulos para obtener de ellos aunque sea un poco de consuelo ... ¡Tan humana es su acti­tud! ¿Y cómo los halló? Durmiendo; indiferentes a lo que le estaba pasando.
El Señor vuelve a retirarse y se dirige ahora a su Padre. Nue­vo rasgo de honda humanidad. "Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz" (Lc  22, 42). ¿A quién se dirige? Al Padre. Y no deben imaginarse que lo dijo una, dos o tres veces. No, tal como la Sagrada Escritura nos lo insinúa, la escena tuvo una larga duración. Siempre de nuevo luchó con el Padre: "Pa­dre, aparta de mí este cáliz". El Señor eleva su clamor filial y humano al Padre. Y enseguida se escuchan aquellas otras palabras, llenas de majestad: "Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya" (Lc  22, 42). Sí; toda la vida de Jesús, en todas las circunstancias, tuvo como eje al Padre.
He aquí el ejemplo que el Señor le dio a su Santísima Madre. Ahora entendemos mejor que ella haya sido, y de manera es­pecial, una hija del Padre, en Cristo y con Cristo. En todas las situaciones de su vida, ella giró siempre en torno al Padre.