Texto del Padre Fundador
Queremos reflexionar sobre el concepto de hogar, el sentido del hogar y el amor al hogar. Aquí tenemos tres pensamientos básicos. ¡Proclamen estas ideas en el tiempo y mundo actuales! ¡Que brille esta tríada en la oscuridad del mundo actual! ¿Cuál será el eco? Sobremanera variado y multiforme. Escuchamos fundamentalmente dos acordes. El primer acorde dice que el problema del hogar, en la extensión con que pretendemos entenderlo y presentarlo es, en último término, el problema de la cultura del tiempo actual. Por eso, el desarraigo es el núcleo de la crisis cultural actual, y es claro que aludimos a desarraigo en el sentido infinitamente amplio en que nosotros lo pensamos. ……………
El segundo acorde nos indica que, si queremos tomar conciencia de la expresión máxima de este desarraigo, solo tenemos que apuntar al tipo actual de hombre: el hombre colectivista, cuya alma está impregnada de este desarraigo total. El hombre colectivista es el hombre masa radicalizado que niega desde su interior absolutamente todas las vinculaciones queridas por Dios. Con razón decimos que es el hombre totalmente desarraigado. Todas las vinculaciones han sido radicalmente desatadas de la vinculación con Dios, con la tierra, con el prójimo. Este desarraigo total y múltiple puede ser llamado con pleno sentido de la palabra “castigo del infierno”. La esencia del infierno consiste en un desarraigo total, en un estar uno contra otro anímicamente. Visto así, innumerables hombres de hoy viven ya en gran parte una especie de infierno. Es un desarraigo total, un estar anímicamente contra el otro, entre el alma y Dios, entre hombre y hombre. En esta situación, no debiera ser difícil indicar al hombre actual lo que es el cielo. …………..
(Extracto de una Conferencia de la Jornada Pedagógica de 1951.- Ver “Que surja el Hombre Nuevo”, P. José Kentenich, Editorial Schoenstatt, Santiago de Chile, 1983, Págs. 168 y ss.)
Comentario
El Padre Kentenich nos invita a proclamar en el mundo de hoy la buena nueva del hogar, de ese mundo de vinculaciones que quiere ser la antesala del hogar eterno. Me atrevo a descubrir en el texto citado algunos desafíos o tareas para nuestro quehacer diario. ¡Anunciar al hombre actual lo que es el cielo! Nuestro estilo de vida debiera estar marcado por aquella característica propia del cielo, de la ‘visión beatífica’: “un estar anímicamente uno con otro, entre el hombre y Dios, entre hombre y hombre” y entre hombre y tierra. Sería la mejor forma de llevar a los que nos rodean el anuncio salvífico del hogar. Para ello, es cierto, deberemos comprobar primero el grado de desarraigo presente en nosotros mismos y luchar contra ello. Nosotros somos hijos de nuestro tiempo, el peligro de la ruptura o la ausencia de vínculos, la soledad existencial, nos acecha o está ya en nuestro pensar y en nuestro vivir. Nos cuesta ser instrumentos de un amor que vincula y acoge, el ‘hombre económico’ es esencialmente egoísta. El Fundador nos invita, por el contrario, a ser expertos en el acogimiento. Acogiendo e integrando reemplazaremos al desarraigo y conseguiremos reconquistar el hogar, el terruño, el pensamiento y el sentido del hogar, el amor al hogar. Es más, en un contexto global el Padre Kentenich nos pedirá que miremos a María, la madre del amor hermoso, para que nos regale la calidez de su amor, y para que con Ella podamos construir hogar, en el pleno sentido de la palabra.
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