miércoles, 18 de mayo de 2011

El hogar celeste y la familia


Texto del Padre Fundador

Tener hogar es algo muy distinto a tener el estómago o la billetera llenos. Hogar es algo misterioso. Nos detendremos aquí un momento para trazar líneas laterales y verticales.
Línea lateral: Visto popularmente hogar es idéntico a familia. La forma fundamental y original de hogar y cobijamiento debiera ser normalmente la familia, la familia natural. Con esto, surgen muchas preguntas. Nuevamente me dirijo a los padres y madres. ¿Encuentran mis hijos un hogar en mi familia? Me pregunto como hombre: ¿Mi mujer ha encontrado un mí un hogar, y a la inversa yo en ella? ¿Conoce mi familia un estar anímico afectivo uno en el otro, sabe de mutuo acogimiento, de protección y seguridad mutuas? Sabemos que este proceso anímico cuesta sacrificio. La mesa familiar es y será una mesa de sacrificio. La razón es que el estar en, con y por el otro afectivamente encierra un fuerte desasimiento del egoísmo. Hoy en día existen tan pocas familias sanas, porque no pueden sobrepasar su posición infantil. Una vida familiar sana supone la muerte del egoísmo enfermizo.
Tracemos la línea hacia arriba: si el instinto de hogar es un instinto original de la naturaleza, tal como lo indicamos anteriormente, entendemos por qué nuestra religión católica es en lo más profundo la religión del hogar. Dijimos que hay hogar donde están el padre, la madre y los hermanos. ¿No me garantiza acaso la fe católica que el Dios vivo, creador de cielo y tierra, es mi padre? La fe católica me confirma también que tenemos una madre, una madre celestial y que tenemos hermanos. ……….. Innumerables católicos padecen la carencia de hogar, pues la mayoría no conocen ni reconocen ya al Padre Dios. ¡Debemos traer a nuestra Madre a casa! ¡Debemos traer a casa a nuestro Padre!

(Extracto de una Conferencia de la Jornada Pedagógica de 1951.- Ver “Que surja el Hombre Nuevo”, P. José Kentenich, Editorial Schoenstatt, Santiago de Chile, 1983, Pág. 174)

Comentario

Ya en el contenido de este texto reducido intuimos la intención pedagógica del Padre Kentenich. El nos indica, y así lo hace en la Jornada Pedagógica de la que extraemos estas palabras, que para llegar al convencimiento y a la experiencia vital de que Dios es nuestro Padre y de que María es nuestra Madre, necesitamos fundamentalmente una experiencia profunda del padre y de la madre en el orden natural, necesitamos de la experiencia positiva del hogar. Se trata de una tarea especial para todos los que pertenecemos a la Obra Familiar de Schoenstatt. Esta perspectiva se ilumina aún más, si consideramos que para curar la enfermedad que aqueja al hombre moderno, con una vida espiritual atrofiada y mutilada, el Fundador aconseja a los educadores católicos como primera “medicina”, la de una “total renovación de la vida familiar, de la conciencia de padre, de madre, de la paternidad, de la maternidad”. Es una de las aplicaciones de la ley de transferencia y transposición orgánicas, que nos describe también el surgir o el fortalecimiento de un vínculo personal a través de la vivencia de otra relación personal previa. La experiencia vital de una vinculación afectiva con el padre y la madre y la seguridad instintiva que ello trae consigo, nos facilitará sentirnos hijos del Padre Dios y nos llevará a un cobijamiento instintivo en la Santísima Virgen, nuestra Madre.

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