El sentido del acontecer del mundo es el retorno del mundo a Dios. El sentido de un acontecer mundial de características apocalípticas es acelerar el retorno a Dios. Detengámonos un poco sobre el término "retorno a Dios". Quizás esta meditación nos dé algunas claves para solucionar cuestiones urgentes.
Al escuchar las palabras "retorno a Dios",
advertimos la lucha entre la fe y la incredulidad. La fe en Dios nos impulsa a
regresar a Dios. En cambio, la incredulidad nos empuja a acelerar un proceso de
rechazo y alejamiento de Dios. Entonces, por un lado observamos un acelerado
regreso a Dios y, por otro, una acelerada apostasía.
Pensemos en el acontecer mundial y preguntémonos sobre el
significado que Cristo tiene en él. ¿Qué nos dice el Apocalipsis de Cristo? En
primer lugar, nos presenta al Padre sentado en su trono (cf. Ap 4,2). De él
fluye y hacia él refluye toda vida. Aquel que está sentado en el trono
constituye el eje de tranquilidad y reposo en el más allá. Todavía existe un
trono que no vacila jamás: el de Dios Padre, quien ha puesto en manos de su
Hijo las riendas del acontecer mundial (cf. Ap 5).
El Apocalipsis nos pinta bellamente esta realidad. El
apóstol Juan, a quien se le concede estas visiones, desea saber cuál será el
destino de la Iglesia. Ve entonces un libro sellado con siete sellos y un ángel
le advierte que nadie puede abrirlo. Comprendemos que el apóstol llorara, pues
anhelaba que se le revelase el secreto de la historia universal y vio que sus
esperanzas se desvanecían. Pero uno de los Ancianos le dice que el Cordero que
había sido degollado es Cristo, el Glorioso, pero también el Crucificado. Que
él es quien puede abrir el libro de los siete sellos; él es quien conoce y
contempla los planes del Padre y ha recibido la misión de llevarlos a cabo.
Cristo ocupa, entonces, el centro de la historia.
Hoy se tolera al cristianismo, pero despojándolo de un
Cristo vivo. ¿También nosotros hemos dejado a Cristo de lado?
¿Cuál es la actividad de Cristo en el acontecer del
mundo, según el Apocalipsis? Él es quien abre los sellos. Vale decir que, sin
la permisión divina, obrada a través de Cristo, no hay guerras, epidemias ni
revoluciones, etc.
Detrás de todo el acontecer mundial está Cristo que da
cumplimiento a todos los planes del Padre. ¿Cuándo derraman los ángeles sobre
el mundo la copa de la ira divina? ¿Quién les da la señal para ello? ¡Cristo!
(cf. Ap 16).
¿Cuál es el sentido del acontecer mundial, considerado
desde el punto de vista de Cristo? ¿Qué papel desempeña Cristo en él? Debo ver
en todos los acontecimientos y sucesos una oportunidad más para decidirme
nuevamente por Cristo; que, incluso, los acontecimientos más difíciles sean
motivo para volver a decidirme por Cristo, con toda mi alma, por libre
elección, con libre voluntad.
En este punto distinguimos dos dimensiones de la
libertad: por una parte, la capacidad y disposición para decidirse y, por otra,
la capacidad de poner en práctica lo decidido. Dios tiene en cuenta mi
capacidad de decisión. Cuando llega la hora en que grandes dolores nos quiebran
interiormente ¿hacia dónde se dirigen los anhelos del corazón? ¿Acaso habremos
de abandonar la bandera y huir del campo de batalla?
El sentido del acontecer mundial, el sentido de mi propia
vida y aspiraciones, es que todas las circunstancias y sucesos de mi existencia
me lleven a renovar la entrega al Señor, a abandonarme en él.
En medio del acontecer mundial, el Dios vivo ha
constituido a Cristo como el gran luchador y vencedor del demonio. En el final
de los tiempos, Cristo obtendrá una victoria plena. Y nosotros podemos
participar de su valor para luchar, de sus sufrimientos y de su victoria. ¡Qué
bienaventuranza saber que, finalmente, alcanzaremos el triunfo! Quizás yo
sucumba, pero la causa a la que sirvo saldrá victoriosa.
Cristo vencerá. En el acontecer mundial, Dios aparentemente se deja vencer y doblegar. Se pueden ganar todas las batallas y, sin embargo, perder la guerra. Cristo es desterrado de muchos ambientes y lugares. Pero luego de toda la confusión que genere el demonio, Cristo aparecerá sobre el caballo blanco como Rey y Héroe, triunfante y vencedor de Satanás. Entonces habrá llegado el fin del mundo (cf. Ap 19,11-21). "Christus vincit, Christus regnat, Christus imperat!" ¡Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera! Nosotros nos entregamos, nos abandonamos a Cristo. Que todo acontecimiento sea para nosotros una oportunidad de decidirse por o contra Cristo. ¡Sí, Señor Jesús! ¡Queremos jurar nuevamente tu bandera!
Tomado de: "Jornada de 1946."
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