"Dios te salve, María, por tu pureza, conserva puros mi alma y mi cuerpo, ábreme ampliamente tu corazón y el corazón de tu Hijo, dame almas, y todo lo demás tómalo para ti."
El padre Kentenich designa a esta oración
"raíz" de la espiritualidad schoenstatiana. La llama asimismo
"oración de niño", surgida en su propia niñez. A menudo invitaba a
rezar esta oración y vivir fundado en ella. La coloca en el mismo plano de
nuestra oración de consagración.
A continuación se presenta varias citas breves tomadas de
diferentes conferencias, sobre todo de los años cuarenta, de la época posterior
a Dachau. Las citas permiten apreciar claramente cómo en las más diversas
situaciones el padre Kentenich menciona espontáneamente esta oración. A primera
vista ésta parece algo muy simple, pero el padre Kentenich nos ilumina las
distintas dimensiones que ella entraña.
Los textos siguientes invitan no tanto al estudio cuanto
a la contemplación. Al leerlos, procúrese seguir el ritmo espiritual del
fundador, encontrarse con él en el texto y en la oración.
29 de Junio de 1945
Últimamente rezamos con gusto la pequeña
oración que recitáramos ayer por la mañana, incluso luego de la conferencia:
"Dios te salve, María, por tu pureza, conserva puros mi alma y mi cuerpo,
ábreme ampliamente tu corazón y el corazón de tu Hijo". Una oración que
desde hace mucho tiempo algunos han incorporado a sus oraciones privadas… Si
observan con mayor detenimiento, advertirán que en esta pequeña oración se
expresan corrientes que movilizan a nuestra Familia desde la inscriptio. ¿Notan
cómo en ella se alude claramente a los dos corazones? Pedimos que se nos abra
el corazón de Jesús y el corazón de la santísima Virgen; no simplemente que se
nos abra, sino que se nos abra ampliamente. "Ábreme ampliamente tu corazón
y el corazón de tu Hijo".
5 de Agosto de 1945
Esta pequeña oración puede ser rezada de
manera similar a como rezamos nuestra pequeña consagración, que recitamos
muchas veces no sólo por nosotros, sino también por otras personas: "Oh
Señora mía, oh madre mía, yo las ofrezco todas a ti…" ¿No podríamos rezar
de manera semejante: "Dios te salve, María, por tu pureza, custodia su
alma y su cuerpo, ábreles ampliamente tu corazón y el corazón de tu Hijo"?
Sería algo bueno e inteligente hacer de esta pequeña oración objeto de nuestra
contemplación: "Dios te salve, María, por tu pureza, custodia mi/su alma y
mí/su cuerpo, ábreme/ábreles ampliamente tu corazón y el corazón de tu
Hijo."
13 de Julio de 1947
Nos hemos acostumbrado a rezar diariamente la
oración: "Dios te salve, María, por tu pureza, conserva puros mi alma y mi
cuerpo…" Les confieso que se trata de una pequeña oración que compuse yo
mismo siendo todavía niño. Me arrodillaba y la rezaba.
6 de Agosto de 1949
Digámonos ahora unos a otros que deseamos
estrechar aún más los lazos que nos unen, y mantener esa unión con mayor
fidelidad aún.
Pero la santísima Virgen nos tiene que
implorar la gracia de que nosotros, así como nos pertenecemos unos a otros, nos
arraiguemos también hondamente en su corazón y en el corazón de Dios.
Es lo que se expresa con suma sencillez en la
pequeña oración de la infancia: "Dios te salve, María, por tu
pureza…". ¡Qué hermoso es esto! "Ábreme ampliamente tu corazón y el
corazón de tu Hijo". Sí; todos queremos estar en esos corazones. Nuestra
mutua relación ha de ser de tal naturaleza que cuando pensemos los unos en los
otros, pensemos también en Dios. Porque somos como Dios los unos para con los
otros. Esta es la gracia que hoy le pedimos que nos implore la santísima
Virgen.