Cuando el propio corazón se ha encendido hay
que encender a otros: eso es ser apóstol.
Pentecostés nos da la fuerza para la misión
Nuestra mirada se detiene con mucho
gusto en la consideración del cenáculo. […] En nuestros oídos y en nuestro
corazón resuena el mandato: retiraos al cenáculo y esperad hasta que el
Espíritu Santo venga desde lo alto. Él os dará la fuerza para salir al mundo y
dar testimonio. (….) Así, cada vez que nos reunimos se renueva la situación de
Pentecostés. (….)
Es así como nos envuelve el soplo del
espíritu del cristianismo primitivo, pero también la misión del cristianismo
primitivo: dar testimonio, salir al mundo a fin de dar testimonio de Cristo en
todas partes donde tengamos ocasión de hacerlo, a fin de conducir el mundo de
forma silenciosa y meditativa pero enérgica, valiente y exitosa hacia Dios,
hacia Cristo.
Por eso nos alegramos. Y ahora
queremos reflexionar juntos preguntándonos de dónde recibió el cristianismo primitivo
sus elementales fuerzas para dar testimonio de Cristo. Pentecostés, el viento
huracanado de Pentecostés, la gracia de Pentecostés vino sobre todos ellos.
Pentecostés se ha renovado en nosotros y se renovará en nosotros
constantemente.
J. Kentenich, 1934, en
einst ein heiliges, gesegnetes Land –
Friedrichroda 2, 10-12
Ser
testigos vivos
Por la
profundidad de nuestra transformación ser los testigos vivos de Cristo. Si se
me concede actuar en la educación, es preciso que me convierta en una maestra o
un maestro ideal a través de la palabra y de la acción. En general es
importante ser competentes en nuestra profesión. Nuestra Familia es un
movimiento de educadores y de educación: todos tenemos que ser de alguna manera
educadoras o educadores, cada uno en su lugar, cada uno en su modalidad.
Fracaso e ingratitud. ¿Qué hacer entonces?
Después,
es posible que yo también me vea sorprendido por la tempestad de la
persecución, del fracaso, de la ingratitud, del rechazo. La tempestad podrá tener
esta o aquella forma: nuestra actividad apostólica, nuestro testimonio, nuestro
trabajo, nuestro ser para Cristo tiene que enfrentar y enfrentará muchos
impedimentos y dificultades. ¿No vemos también cómo el Salvador quiere
documentarnos en la tempestad sobre el mar un símbolo de nuestras propias
dificultades y persecuciones? ¿Cómo debemos comportarnos en todas esas
dificultades? ¿Cómo hemos de darnos en nuestra actividad apostólica?
Si
tenemos en plenitud el espíritu del cristianismo primitivo es preciso que
tengamos presentes tres líneas: tenemos que fecundar nuestra acción a través
del silencio, de la paciencia amorosa y de un profundo espíritu de oración.
Cristo,
cuyo modelo incide de forma transformadora en nuestra vida, guarda silencio. Una cierta serenidad interior reposa
sobre él. […] En el cristianismo primitivo se afirma una y otra vez que se admiraban, que un santo estremecimiento atravesaba
las masas cuando notaban que en el cristianismo primitivo actuaba una fuerza divina.
Hay que sentirlo: Allí hay alguien que está sostenido por una fuerza divina. El
silencio ayuda a conjurar la tempestad sobre el mar. […] Las personas que intervienen
con liderazgo en la historia universal tendrán que educarse cada vez más a
guardar un silencio grande y desinteresado.
Acción a través de la paciencia
Los
que se encuentran en medio de la vida cotidiana pueden experimentar cada día
más qué poca es la receptividad religiosa existente. Aunque aquí y allá algunas
personas reciben más rápidamente las semillas ¡qué pronto se las ha llevado el
viento! Tan grande nos parecerá entonces aquello en lo que creemos: que, a
pesar de esta corriente enervante y centrífuga, tenemos la tarea de regalarle
de nuevo al mundo el cristianismo. Para ello necesitamos una paciencia divina.
Junto a la silenciosa soledad tienen que tener como equipamiento esencial para
el pensar y actuar apostólicos esta incansable paciencia. Pero esa paciencia no
podemos adquirirla si no nos sumergimos día tras día de nuevo en lo divino, si
no nos incorporamos día tras día de nuevo a Cristo. ¡Qué paciencia tuvo que
tener él con sus apóstoles! ¡Qué paciencia tiene que tener con nosotros! Esta paciencia
divina tiene que ser el objeto esencial de nuestro equipamiento.
Acción a través de la oración
El espíritu
de oración es unión a solas con Dios. Tenemos que sentirnos totalmente unidos
con Dios. Sin este trato constante con Dios es impensable que podamos corresponder
aunque solo sea en alguna medida a nuestra tarea en un tiempo tan difícil. Si Dios
no lo hace todo a través de nosotros, si él no glorifica nuestra impotencia por su omnipotencia, si esa
fuerza divina no es traída siempre de nuevo desde el cielo, entonces nuestra fe
es imaginación. Nosotros no creemos ni confiamos en nuestras cualidades naturales:
en ese caso, deberíamos rendir las armas. Si salimos al mundo con un audaz espíritu de fe a fin de realizar
con profundidad nuestra tarea es porque creemos con sencillez que la omnipotencia de Dios es glorificada a través de
nuestra impotencia.
J. Kentenich, 1934, en
einst ein heiliges, gesegnetes Land
– Friedrichroda 2, 32 ss.
"Si salimos al mundo con un audaz espíritu de fe a fin de realizar con profundidad nuestra tarea es porque creemos con sencillez que la omnipotencia de Dios es glorificada a través de nuestra impotencia." El espíritu de fe es nuestra fortaleza... gracias Paco!
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