En las últimas semanas venimos leyendo el Apocalipsis siguiendo algunas indicaciones del Padre Kentenich. Sabemos que este libro contiene el texto de una carta que Juan escribió a los cristianos de las iglesias de Asia, y constatamos que, como toda carta, tiene su saludo y sus palabras de despedida. Leemos también que Juan anima a sus feligreses a que soporten el sufrimiento hasta el final. La carta es una profecía que el Cristo resucitado revela a Juan para que la comparta con sus discípulos y les transmita su aliento.
Mientras
leemos el Apocalipsis se nos alienta, también a nosotros, a mirar a Cristo y
perseverar fielmente porque Dios está en su trono, y Él le ha entregado toda su
autoridad al Hijo. Jesús está reinando desde lo alto, y está dirigiendo toda la
historia, incluida nuestra historia. En el capítulo 4 Dios invita a Juan a su
sala del trono para mostrarle, primero, que no importa cómo aparezcan las cosas
“abajo”, Dios está en su trono y no será sacudido ni retirado del mismo. A
continuación, en el capítulo siguiente, Dios entrega la autoridad al Cristo
resucitado y exaltado, y que a partir de ahora está sentado con Él y gobernando
desde lo alto.
El
Padre Kentenich lo expresa así:
“Así, todo el Apocalipsis se
transforma en la manifestación visible de la gran frase que nos dejó san Pablo:
"Ahora bien, sabemos que Dios hace concurrir todas las cosas para el bien
de los que le aman" (Rom 8,28). Y si toman el Apocalipsis en sus manos,
también leerán ahí que todas las cosas redundarán en beneficio de los elegidos,
"hace concurrir todas las cosas para el bien", todo sin excepción,
también la cruz y el sufrimiento y todas las catástrofes extraordinarias. Sí, y
más aún: todo debe ayudarnos de manera extraordinaria también a acelerar
nuestra salvación y santificación (Ap 7,13-17). “
Y
continúa explicándonos:
“Con esto estamos preparados para las
siguientes ideas. Nos preguntamos ahora cuál es la fuerza y la diversidad de la
catastrófica confusión apocalíptica y de la cruz apocalíptica y cuál es el
carácter salvífico de la época actual.
Para investigar esto echemos de nuevo una
mirada al Apocalipsis y a la época actual. Queremos saber en qué medida la cruz
y el sufrimiento redundan en beneficio de los elegidos. Queremos indagar en la
fuerza y diversidad de la cruz apocalíptica, en la confusión y el carácter
salvífica actuales.
Si queremos responder a esta primera pregunta
tenemos que trazar una línea a través del Apocalipsis. Así nos encontramos
frente a una gran cadena —para ser más exactos, una triple cadena de siete
eslabones— de extraordinarias catástrofes y extraordinarias cruces y
sufrimientos. Si ahora miran en el Apocalipsis se darán cuenta de que la
primera cadena de siete eslabones, ’El libro sellado y el cordero’ (Ap 5,1), ya
nos es conocida. La segunda cadena de siete eslabones corresponde a los siete
ángeles con siete trompetas que están delante de Dios y tocan las trompetas. ¿Y
cuál fue el resultado? Truenos, relámpagos, terremotos, granizos y fuego (Ap
8,6). Conmovedores trastornos en toda la tierra y muchísimas cruces y
sufrimientos. La tercera gran cadena de siete eslabones está formada por los
siete ángeles con las copas de la ira. ¿Qué significan los ángeles con las
copas? Estos ángeles tienen copas en las manos y derraman su contenido. Eso
significa que vendrán grandes plagas para la humanidad, úlceras malignas,
grandes dolores (Ap 16,1-21). Ellas derramaron una cantidad extraordinaria de
sufrimiento y catástrofes violentas sobre la humanidad.
Si se toman el tiempo para seguir ojeando el
Apocalipsis verán una maravillosa articulación de esta triple cadena de siete
eslabones. A continuación constatamos una línea transversal entre las cuatro
primeras y las tres últimas. Entre el sexto y el séptimo está inserta una
visión esperanzadora. Esta visión esperanzadora le quiere decir al lector:
todas las cruces y el sufrimiento que he mencionado no te dañarán. Por el
contrario, ellas acelerarán tu santificación, tu perfección.
Para mostrarles un poco la forma en que el
Apocalipsis ilustra estas gigantescas catástrofes, nos quedaremos un momento en
el libro de los siete sellos. Los cuatro primeros sellos (Ap 6,1-8) son para
nosotros bastante conocidos. Se trata ahí de los cuatro caballos y sus jinetes
apocalípticos. Entonces, se tienen que imaginar un libro con siete sellos. Ya
hemos escuchado: "Vi a la derecha del que estaba sentado en el trono un
rollo escrito por dentro y por fuera sellado con siete sellos".
"Aquel cordero fue y tomó el rollo de la mano derecha del que estaba
sentado en el trono" (Ap 5,1.7). Ustedes saben lo que significa esto:
¡Cristo es el Señor del Universo! Cristo tiene las riendas del acontecer
mundial en sus manos, en nombre del Padre. Él es quien cada vez da la orden
para que se abran los sellos.”
En
la próxima semana concluiremos estas explicaciones ‘abriendo’ el resto de los
sellos del libro mencionado.